Ramón Jacques
Uno de
los teatros más vanguardistas y audaces de todo el circuito de teatros
internacionales debe ser sin lugar a dudas la ópera de los Países Bajos, ahora
conocida simplemente como Die Nationale
Opera. Su interesante y atrevida
elección de títulos, algunos raros o desconocidos, y sus producciones siempre
terminan ofreciendo gratas y satisfactorias sorpresas, otras no tanto, que no
dejan a ningún asistente indiferente. Una de las características del teatro, es
el no poseer propiamente una orquesta estable lo que le permite invitar, según
el titulo o repertorio, a las mejores orquestas locales, que en Países Bajos
tienen varias de alto nivel, como: la Real Orquesta del Concertgebouw o la
Rotterdams Philharmonisch Orkest, entre otras; y para obras del barroco, tal y
como sucediera en esta nueva producción de Giulio
Cesare in Egitto, el drama per música
en tres actos estrenado el 20 de febrero de 1724 en el King’s Theatre de London
de Georg Friedrich Händel (1685-1759) con libreto de Nicola Francesco Haym, se dio el lujo de invitar al ensamble francés
Le Concert d'Astrée y a su directora, la clavecinista Emmanuelle Haïm, quienes durante varios años en su sede en la ópera
de Lille en el norte de Francia, están llevando a cabo un ciclo de las óperas
más representativas de la producción de Handel, y son en la actualidad los
intérpretes más reconocidos de sus interpretaciones históricamente informadas.
El primer acierto de esta velada estaba garantizado desde el foso. Con el
entusiasmo y motivación que caracteriza a Haïm quien ofreció desde su clavecín,
una concertación puntual, provocando un sonido barroco sumamente nítido, ligero
y dinámico, que se valió de la óptima acústica de la sala. Lo que emanó del foso se puede resumir a
grandes rasgos como una orquestación rítmica, compacta y propulsora en los
movimientos y tempos, con seductores adagio cuando fue requerido. El buen elenco
de cantantes invitados esta ocasión contó con la presencia del contratenor
francés Christophe Dumaux, quien
personificó un enérgico Giulio Cesare, con voz clara, dúctil, bien gestionada,
a pesar de alguna estridencia en ciertos pasajes, pero decisiva en su desempeño
general. El personaje de Cleopatra se
benefició de la presencia de la soprano Julie
Fuchs, una convincente interprete que sabe dar sustancia y credibilidad a
sus personajes, con atractiva presencia escénica y cautivador canto, ágil y
colorido en su timbre, De sus diversas intervenciones se destacaría el delicado
color que imprimió, con el acompañamiento del traverso a su aria ‘Piangerò la sorte mia’ Destacable
también fue la presencia de la mezzosoprano Teresa Iervolino en el personaje de Cornelia, con una voz suntuosa,
seductora y amplia. La mezzosoprano Cecilia
Molinari, cantó seguridad y suavidad el papel de Sesto, aunque
escénicamente fue penalizada por la dirección escénica, que le impidió mostrar
realmente a su personaje. Se pueden mencionar las cualidades vocales mostradas
por el contratenor persa-canadiense Cameron
Shahbazi, y del resto de los cantantes se puede hablar solo de un desempeño
aceptable o cumplidor, sin mucho que destacar como el contratenor
estadounidense Jake Ingbar en el
papel de Nireno, el barítono Georgiy
Derbas-Richter que dio vida al personaje de Curio, y el bajo-barítono Frederik Bergman como Achilla. Desde el punto de vista escénico, la
producción le fue encargada al célebre director español Calixto Beito, la idea en principio lucia atractiva, la de unir a las
mejores orquestas y cantantes con los mejores directores de escena, como sucediera
recientemente y de manera exitosa con Barrie
Kosky y Le Concert d'Astrée con Semele en Lille. Giulio Cesare, es una obra que trata sobre enredos
que mezclan política con poder y sensualidad, pero por lo visto en escena
Bieito, fue algo que no supo resolver para convencer al espectador. Su concepto se basó en lo que describió como
el exceso y acumulación de dinero y poder que, en inhóspitos países, calurosos
y desérticos, como Arabia Saudita, se han convertirse en influyentes centros
financieros. Su idea escénica, situó la acción al día de hoy con un escenario
vacío, y una enorme jaula en el centro que se levantaba y se convertía en una
pantalla en la que se transmitían jeroglíficos y transmisiones, que el
describió como u vanguardista montaje high-tech, que se compra con dinero. Su trabajo actoral, se enfocó en la excesiva
violencia, agresiones de todo tipo, sexuales, algunas vulgares, que parecían no
tener una dirección o fin que la integrara con la trama, con el canto y con la
música. Este montaje de Bieito, a diferencia de sus trabajos más conocidos como
Carmen o Don Giovanni, parece navegar por aguas turbulentas, y que terminara
siendo archivada en el cajón de una de los múltiples montajes de Regietheater. Su equipo de trabajo lo conformaron Rebecca Ringst, encargada de los
diseños, Ingo Krügler de los
vestuarios y Michel Bauer de la
iluminación y Sarah Derendinger en
la concepción y transmisión de videos.
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