Ramón
Jacques
La Ópera de Los Ángeles inauguró
con esta función una nueva temporada con el siempre seductor e inquietante Don
Giovanni de Mozart, sin duda uno de los títulos más celebres del repertorio
operístico. Se trata de una reprogramación más que el teatro ha debido hacer
(la obra estaba anunciada en enero y febrero del 2021) debido a las
cancelaciones ocasionada por la pandemia. Tres años y medio después, aunque con
un elenco diferente, se montó finalmente en el escenario angelino con la
versión escénica del director danés Kasper
Holten, (coproducida con la Royal Opera de Londres, donde tuvo estrenó en
el 2014, la Ópera israelí, el Liceu de Barcelona y la Houston Grand Opera que
la estrenó en Estados Unidos en el 2019 y la repondrá en el 2024). Las
producciones europeas tienden a ser modernas, imaginativas y sobretodo algo
polémicas y atrevidas para el gusto del público estadounidense, que como se
sabe, suele ser conservador. El concepto de Holten, luce interesante y
atractivo desde el punto de vista del público que lo observa, pero su dirección
escénica no es muy convincente ya que llega a exceder algunos límites de la
tolerancia y el mal gusto, concretamente en el desempeño actoral del personaje
de Don Giovanni, a quien caracterizó con exagerado libido sexual, más vengativo
que seductor, cargado y exagerado en el humor, quizás con el objetivo de
provocar e irritar al público, y aunque el teatro es al final un reflejo de la
vida misma, pero sin la intención de ser moralista, algunas situaciones y actitudes,
concretamente hacia las intérpretes femeninas pasaron de intentar ser
divertidas a ser ofensivas. El montaje
escénico ideado por Es Devlin,
consistió en un enorme muro que ocupaba todo el escenario, era el exterior de
un palacio y sobre el cual se proyectaban todo tipo de imágenes, figuras
geométricas o abstractas y nombres de los lugares y las conquistas de Don
Giovanni, en brillantes tonos color rojo, blanco y negro ideados por Luke Hall. Bruno Poet, se encargó de la iluminación, que complementó muy bien
las proyecciones. La parte central del muro en ciertas escenas rotaba sobre el
escenario mostrando dos niveles del interior del palacio que se conectaban por
dos escaleras, por las que algunos personajes subían mientras otros bajaban
cantando, una idea que pretendía ser cómica, pero que incidía en la proyección
y volumen de las voces. Al final, Don Giovanni no es llevado por el Comendador
ni tragado por la tierra, si no que permanece en la escena, invisible y sin la
posibilidad de interactuar con los mortales o seducir a las mujeres. Los vestuarios de Anja Vang Kragh lucieron vistos, aunque contrastaban con la
atemporalidad del concepto de Kasper Holten. Por su parte el coro que dirige el
maestro Jeremy Frank se mostró muy
activo, profesional y participativo sobre el escenario y en los momentos que
cantó fuera de él. Hablando del elenco
de cantantes, el barítono Lucas Meachem
en el papel principal mostró personalidad y temperamento en su actuación
personificando un arrogante, astuto, desenfrenado y degenerado Don Giovanni.
Vocalmente, mostró grato color baritonal, expresividad, adecuada proyección, y
un estilo que se adaptaba a las exigencias mozarteanas, cualidades que no
exhibió en el mes de febrero de este año cuando interpretó al Conde en Le Nozze
di Figaro en este mismo escenario. La
soprano Guanqun Yu agradó por su
desempeño actoral y sobre todo por el manejo ágil, virtuoso y musical de su voz
con el que dio vida al papel de Donna Anna.
En debut en este teatro, la mezzosoprano Isabel Leonard, mostró consistencia y buenas cualidades como Donna
Elvira, aunque careció de sutileza y distinción en escena. Por su parte el
tenor Anthony León cantó con elegancia
y distinción, especialmente en sus arias y aportó carácter y relevancia al
personaje de Don Ottavio. Ya desde sus días en el estudio de cantantes del
teatro y cantando papeles menores la temporada pasada, daba a entender que
estaba listo para cantar papeles principales. Simpática y afable estuvo la
Zerlina de la soprano Meigui Zhang,
quien posee una voz ligera, ágil y nítida para este tipo de papeles. Poco
convenció el bajo-barítono Craig
Colclough como Leporello, que cantó con timbre poco grato, y emisión nasal.
Los exagerados gestos y movimientos en escena, y un vestuario poco atractivo
tampoco ayudaron a que tampoco tuviera la notoriedad del personaje en la trama.
Discretos estuvieron el bajo-barítono Alan
Williams como Masetto, quien posee una voz potente, pero que utilizó sin
sutileza y sentido, él y bajo Peixin
Chan como el Comendador, que mostró una amplia y profunda voz, pero que
ofreció muy poco para crear un personaje actoralmente convincente. Al frente de la orquesta estuvo su director
titular desde el 2006, el Maestro James
Conlon, quien extrajo sutilezas de la partitura, dirigiendo con su habitual
conocimiento y entusiasmo, aunque contrario a como lo he visto dirigir en este
teatro, imprimió algunos tiempos más lentos de lo normal que hicieron que
algunas escenas y el canto se hicieran letárgicos, pero en términos generales
su desempeño fue bueno, incluido el acompañamiento de los recitativos con
clavecín. La temporada incluye producciones de óperas conocidas del repertorio
como: La Traviata, El Barbero de Servilla y Turandot (estas dos ausentes de
este escenario durante varias temporadas) así como el estreno local de El
ultimo sueño de Frida y Diego de Gabriela Lena Cruz, la visita anual de The
English Concert con Rodelinda de Handel en concierto, entre otros eventos.
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