Massimo Viazzo
La fille du régiment volvió a
la Scala después de casi veinte años, aunque, en cualquier caso, nunca ha sido
un título considerado de casa para el teatro milanés. La opéra-comique en
dos actos de Gaetano Donizetti (1797-1848), con libreto en lengua francesa, que
alterna diálogos hablados con el canto (peculiaridad de la opéra-comique) de
Jules-Henri Vernoy de Saint-Georges y de Jean-François Bayard, fue representada
por primera vez en el teatro de la Opéra-Comique de Paris en 1840. La historia
está ambientada en los Alpes durante las guerras napoleónicas, y narra la
historia de Marie, una huérfana criada por un regimiento francés, que considera
a los soldados como sus padres. Marie se
enamora de Tonio, un joven tirolés, quien, para para poder casarse con ella,
decide enrolarse. Las complicaciones surgen cuando se descubre que Marie es en
realidad la sobrina de la Marquesa de Berkenfield, la cual decide llevársela
con ella para ofrecerla en matrimonio a un noble. Después de momentos de
comicidad y virtuosismo vocal, como la célebre aria de Tonio: “Ah! mes amis,
quel jour de fête!” con sus nueve dos agudos – la ópera concluye con un
alegre final: la Marquesa, que en realidad se descubre como la madre de Marie,
permite el matrimonio entre Marie y Tonio. Hay que recordar que la Fille es
celebre por su brillante espíritu cómico, las dificultades virtuosísticas que
se le exigen al tenor y a la soprano, y por la fusión entre el estilo italiano
y la tradición francesa. El histórico
espectáculo visto en Milán llegó casi a su veintésimo aniversario, ya que fue
estrenado en el Covent Garden de Londres en el 2007 con Nathalie Dessay y Juan
Diego Flórez, y posteriormente llegó a escenarios como el de la Staatsoper de
Viena, al del Metropolitan de Nueva York, al de San Francisco (con el propio
Flórez) y al de la Ópera de Paris. Aquí, en el Teatro alla Scala se dio el
regreso del tenor peruano, en uno de sus papeles más representativos. Debe
recordarse que la producción escénica original fue reconstruida por el Gran
Teatre del Liceu de Barcelona. El
director de escena Laurent Pelly
optó por ambientar la narración durante la primera guerra mundial, en lugar del
periodo de las guerras napoleónicas, como está previsto en el libreto
original. Tal elección, de acuerdo con
el director escénico, fue motivada por la necesidad de una ambientación más
cercana al público contemporáneo, y, en consecuencia, de ser mas
envolvente. La ópera se distingue por
una ironía punzante y una marcada critica antimilitarista. Así, los gags, que
mantienen su vivacidad, resultaron ser siempre refinados y nunca vulgares. Una contribución
adicional al éxito de un montaje de este género provino de la notable habilidad
actoral de los cantantes, los cuales, como corresponde en una opéra-comique,
deben saber sobresalir también en la actuación teatral. Además, quedó en evidencia la contribución de
Agathe Mélinard, quien reelaboró los diálogos a fin de hacerlos más dinámicos y
envolventes para un público contemporáneo. Sobre el escenario se colocaron los
elementos esenciales para la compresión de la obra, con los cantantes que movían
sobre un enorme mapa geográfico extendido sobre el escenario, una clara
alegoría de la naturaleza generalizada del conflicto bélico, tema que desafortunadamente,
pertenece aun a la trágica actualidad. La
Fille du régiment, ópera construida enteramente con elementos cómicos y
sentimentales, encontró en la lectura de Evelino Pidò una figura
estilísticamente apropiada. El director turinés, experto frecuentador de este
repertorio, guio a la orquesta del
Teatro alla Scala con vigor y dinamismo, sin buscar particulares refinamientos. Aun así, mantuvo un constante dialogo con los
cantantes, respirando con ellos, y concentrándose en hacer una narración linear
y comunicativa que hizo resaltar la potencialidad expresiva de la partitura. El
elenco presentado por el Teatro alla Scala ofreció un desempeño de alto nivel.
Los protagonistas Julie Fuchs (Marie) y Juan Diego Flórez (Tonio)
interpretaron con bravura los papeles de los dos jóvenes enamorados, desde el
punto de vista vocal como en el actoral.
Julie Fuchs evidenció una extraordinaria capacidad en las coloraturas,
empleándolas con eficacia, también con fines expresivos, a través de un
asombroso virtuosismo y acrobacias vocales de todo género. Pero también la soprano francesa supo
conquistar al público en las dimensiones más íntimas y sentimentales, de gracia
a intensidad y lirismo. Su interpretación de “Il faut partir” suscitó
una emoción palpable. Por su parte, Juan Diego Flórez, en uno de los papeles
que han contribuido a su fama, mostró su refinada musicalidad, la capacidad de
frasear con expresión, de pulir las frases musicales y de controlar con
precisión el fiato. De rara
intensidad, y muy elegante, fue su interpretación de “Pour me rapprocher de
Marie”. Asimismo, Flórez confirmó su habitual desenvoltura en el registro
agudo, tanto así que en la celebérrima aria de los nueve dos (Ah! mes amis…
pourmon âme) recibió el más fragoroso aplauso de la velada. El Sulpice de Pietro
Spagnoli huraño y expansivo conquistó al público con su timbre franco y
viril, y con una sincera carga de humanidad. Géraldine Chauvet prestó su
voz a una Marquesa de Berkenfield, espontánea y de pastosa voz. Hay que destacar
el hecho que, durante la escena de la lección, la propia Chauvet tocó
personalmente el piano. Un aplauso también para Barbara Frittoli, que se
vistió perfectamente en el papel de la Duquesa de Crakentorp, personaje solo
actuado, así como a todos los papeles acompañantes entre los que estuvo el
divertido Pierre Doyen (Hortensius), así como Emilio Guidotti
(Caporal), Aldo Sartori (un campesino) y Federico Vazzola (el
notario). Finalmente, el Coro del Teatro alla Scala, dirigido por Alberto
Malazzi, confirmó una vez más su bravura.


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