Foto: Andrea Kremper
Nicholas G. Philip
Veinte años después de Aix-en-Provence, Robert Carsen ofreció una nueva visión de Die Zauberflöte. Aquí, Tamino y Pamina son probados por los padres.
Sarastro y la Reina
de la Noche para ver si realmente pueden llegar al
matrimonio venciendo la muerte. Por un lado, la prometida luchará contra la
soledad, el desamor, la traición, el silencio, y por otro enfrentarian a la
oscuridad, los deseos suicidas, rodeados de tumbas aterradoras de Monastatos y
los sepultureros del cementerio. Para lograr esto, los jóvenes amantes están
rodeadas de "Knaben", la conciencia positiva, visto como una fuerza y
la música de Mozart. Carsen nos ha acostumbrado a buenos espectáculos y así fue.
Con sublime iluminación de Peter van Praet, inventivos decorados de Michael
Levine, complementados por proyecciones de video que transformaron la escena en
un cuento maravilloso un mundo imaginario donde los jóvenes enamorados se
pierden en un bosque lleno de peligros, donde evolucionan con ojos vendados para
acceder a una vida juntos.. Simone Kermes
la Reina de la Noche, canceló y fue
sustituida por Ana Durlovski quien llegó
precedido de una buena reputación, pero exhibió falta de proyección,
aunque las notas estuvieron ahí, y los agudos perfectamente en su lugar.
Asignar las tres damas a Annick Massis, Magdalena Kozená y Nathalie Stutzmann
parecía atractivo. La voz particular de cada una, mezclada con una entonación a
veces al azar lo que no fue muy fructifero. Como una fresca y juvenil Pamina,
Kate Royal, tuvo fraseos inestables y pocos agudos. El veterano José Van Dam
ofreció una lección con un canto grande y estable, con precisión rítmica, y
gran alcance. Pavol Breslik hizo un Tamino valiente, con brillantez y dulce
musicalidad. Michael Nagy, fue un Papageno, divertido, amable, con un hermoso
tono cálido y una línea vocal suave. Dimitry Ivashchenko encarnó un Sarastro
muy humano y James Elliott como Monostatos mostró una voz joven y brillante. Excelentes
los demas pequeños papeles masculinos, y el. Rundfunkchor Berlín es digno de elogio. La profundidad
del sonido producido por la Berliner Philharmoniquer fue casi distante y
apagada. Simon Rattle eligió tempos
lentos y golpeados. Pero el triunfó es que comenzó aquí una nueva era bajo el
más universal de Salzburgo, Mozart. El final fue cantado por todo el elenco, con
una flauta mano de oro, y donde música y amor han triunfado!
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