Foto: Patricio Melo
Joel Poblete
Aunque en las funciones de estreno de
cada uno de los dos repartos con los que se programó uno de sus
protagonistas cantó enfermo, el regreso al Teatro Municipal de Santiago de
la ópera I due Foscari de Verdi, luego de más de tres décadas
de su última presentación en ese escenario (en 1982, cuando fue protagonizada
por Renato Bruson y Vicente Sardinero en las que además fueron sus únicas
funciones en Chile en el siglo XX), ha sido muy bien recibido por el
público.
Esta buena recepción se debe, de
partida y en buena medida, por supuesto gracias a su música. Estrenada en 1844,
injustamente subvalorada y escasamente representada durante buena parte del
siglo XX, la sexta ópera del compositor italiano ha vuelto a ser considerada
por los teatros en las últimas décadas, y aún más en los años recientes, desde
que Plácido Domingo incluyera el rol protagónico en su discutible nueva faceta
como "barítono". En el elenco internacional, el director titular
de la Orquesta Filarmónica de Santiago, el ruso Konstantin Chudovsky, se mostró
mucho más sutil y acertado que en sus otras dos incursiones líricas de este año
-Rusalka y Madama Butterfly-, en especial en el
equilibrio entre las voces solistas y la orquesta; y en el segundo reparto, el
llamado elenco estelar, el maestro chileno Pedro-Pablo Prudencio fue incluso
más incisivo en su acercamiento a la música verdiana, transitando sólidamente
entre los vigorosos, enérgicos y contagiosos ritmos de algunos momentos con los
pasajes más líricos y dramáticos de otros.
Además de la maestría de las melodías
verdianas a las que es difícil resistirse, este regreso de I due
Foscari también brilló gracias a su estupenda puesta en escena, a
cargo de talentosos artistas argentinos. El director teatral Pablo Maritano,
quien ya había destacado en ese escenario con sus propuestas para El
trovador en 2013 y el año pasado en Otello, ofreció otro
buen acercamiento a Verdi con una propuesta fluida, sutil y atenta a las
situaciones dramáticas; su decisión de trasladar la acción desde mediados del
siglo XV hasta la década del 30 en el siglo XX, funcionó muy bien y se hizo más
coherente gracias a la bella y sobria escenografía de Nicolás Boni, de cuidada
recreación de la arquitectura veneciana, y el lucido vestuario de Sofía Di
Nunzio. La iluminación, a cargo del chileno Ricardo Castro, ayudó a reforzar
los matices dramáticos y subrayar los claroscuros en los decorados y el
argumento mismo.
Y el elemento decisivo que terminó de
entusiasmar en este montaje fueron los cantantes. Y eso que como ya se dijo, en
ambos repartos hubo notorios problemas con alguno de los solistas.
Originalmente cuando se anunció la temporada lírica de este año, el elenco
internacional estaría encabezado por el barítono ucraniano Vitaliy Bilyy, quien
ya ha destacado anteriormente en actuaciones en roles de Verdi en el Municipal,
pero posteriormente se anunció que quien vendría sería el polaco Andrzej Dobber
(quien protagonizara Rigoletto en ese teatro en 2010), y
finalmente el dux Foscari fue cantado por el rumano Sebastian Catana, quien
debutaba en Chile. En el estreno del elenco internacional, el lunes 21 de
septiembre, Catana tosió no muy disimuladamente durante buena parte de la
función, y aunque de todos modos cantó con buen volumen, su voz demostró no
estar en las condiciones ideales, lo que de seguro incidió en una entrega
teatral discreta e incluso distraída, lo que restó fuerza y dramatismo a la
conmovedora escena final; una lástima, considerando su buen curriculum como
cantante verdiano.
Afortunadamente, a pesar del regular
desempeño de Catana, el elenco internacional salió adelante y cosechó aplausos,
en especial gracias a una de las sopranos que están destacando más a nivel
internacional en el repertorio verdiano, la estadounidense Tamara Wilson, quien
brilló especialmente en su regreso al Municipal, donde debutó en 2011
protagonizando Aida; merecidamente ovacionada por el público, su
Lucrezia fue adecuadamente intensa y dramática, y en lo vocal lució un material
poderoso y atractivo, de contundente volumen y cómodo en los distintos
registros, capaz de sutilezas en sus momentos elegíacos, pero también de
aportar la fiereza de los episodios más enérgicos. ¡Un gran acierto! A su lado,
el tenor coreano Alfred Kim, quien ya ha interpretado en el Municipal El
trovador, Cavalleria rusticana, Tosca y Carmen,
cantó por primera vez en su carrera el rol de Jacopo y volvió a causar una
sólida impresión por su potente voz y comprometida interpretación, destacando
especialmente en el aria y cabaletta de su primera aparición, pero también en
el dramatismo de las escenas posteriores.
Y en el elenco estelar también uno de
los dos Foscari estuvo enfermo. En el estreno de este segundo reparto, el
martes 22, interpretando a Jacopo el tenor chileno Gonzalo Tomckowiack partió
menos cómodo y seguro que en otras presentaciones suyas, situación que se fue
acentuando durante la función y afectando notoriamente todo su desempeño,
aunque de manera profesional intentó cantar hasta el final; a su favor hay que
decir que por lo que se pudo apreciar en la transmisión por televisión abierta
de este elenco en el marco de la gala presidencial de Chile el 18 de septiembre,
el tenor había cantado bien y en mejores condiciones de salud. Lo bueno es que
a pesar de esta notoria falencia, el reparto logró salir adelante gracias a dos
artistas argentinos que ya han dejado buena impresión cantando previamente
Verdi en el Municipal: el barítono Omar Carrión fue un buen dux Foscari, noble,
convincente y sereno en lo actoral, y de competente entrega vocal, en especial
en la última escena, y la soprano Mónica Ferracani actuó creíblemente y
resolvió bien las arduas exigencias vocales del rol de Lucrezia, aunque en
algunas notas o ciertos pasajes su emisión tuviera ocasionales deslices.
En ambos repartos estuvieron muy bien
los intérpretes de los roles secundarios, cantados por los chilenos Patricio
Sabaté y Sergio Gallardo en el papel del implacable villano Loredano, las
sopranos Paola Rodríguez y Yeanethe Münzenmayer como Pisana, los tenores Luis
Rivas y Claudio Fernández como Barbarigo, el bajo Augusto de la Maza como un
sirviente y el tenor Claudio Esteban Cerda como un oficial. Y el Coro del
teatro, dirigido por el uruguayo Jorge Klastornik, volvió a lucirse, en
particular en las impactantes escenas de conjunto.
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