© Opera di Roma /
Yasuko KAGEYAMA
Alberto Rosas
El Ángel de Fuego de Prokofiev es sin dudas una
las apuestas más atractivas, y a la vez más atrevidas que se incluyen en la
presente temporada en la ópera de Roma. El repertorio no-italiano suele ser una apuesta difícil para los teatros
italianos, considerando el amplio y vasto repertorio de sus propios
compositores y la reticencia de un público como el italiano que al parecer no
termina por aceptar completamente obras en lengua distinta a la suya. La destacada Emma Dante, ofreció una
lectura comprensible de la trama, que mezcla elementos de lo misterioso y la
brujería con la pasión e incluso con la locura. El ángel que forma parte de la
imaginación del personaje de Renata, qui fue representado por un bailarín, y sin
perder hilo conductor de espectáculo, Dante jugó de manera paralela con dos
mundos el de la realidad y lo oculto.
Diversos personajes aparecen en escena, con un montaje que es austero,
con elementos en escena como unos libros que representan una biblioteca o un
salón con un muro al fondo, donde interactúan, entrando y saliendo, diversos
personajes. Nada aquí fue exagerado,
solo se trató de ideas con ingenio que no fueron invasivas en una trama que
ocurre y se sitúa en la Alemania del siglo 16.
Al frente de la orquesta el director Alejo Pérez, condujo con
atención y detalle una partitura que es intensa, y que por momentos suena hosca,
belicosa, violenta y ardua para el espectador; pero el director argentino
ofreció una lectura donde resaltó matices, y realzó la escena de manera
enérgica, cuando le fue requerida. Ewa
Vesin, interpretó al personaje de Renata con convicción, con una voz
profunda y de buena proyección. De Leigh
Melrose como Ruprecht, se destaca una actuación aguda y penetrante y un
canto con empuje y vitalidad, no
precisamente refinado pero efectivo. El extenso elenco de personajes
secundarios, todos cantantes muy competentes, tuvo un desempeño sobresaliente.
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