Fotos: Cory Weaver / San Francisco Opera
Ramón Jacques
Rusalka ingresó al repertorio del teatro de San
Francisco en la temporada de 1995 con Renée Fleming, para quien este personaje
fue uno de los más emblemáticos en gran parte de su carrera. La reposición de esta prodigiosa creación
musical de Dvořák, ofrecida 25 años después, es una de las mejores puestas
escénico-musicales vistas en este escenario en mucho tiempo, gracias a la
meticulosa producción del David McVicar, con las destacadas
escenografías y decorados de Leah Hausman, estrenadas en la ópera lirica
de Chicago hace algunas temporadas. Aquí, Mcvicar imprimió el sello del misterio supernatural, fantasioso de
la historia, delineando claramente la diferencia entre el mundo de los humanos
y el de las ninfas que habitan en el bosque.
Particularmente, la escena inicial del oscuro bosque con la laguna en el
centro y la opulenta sala de un palacio vista en perspectiva, son las imágenes
preconcebidas quien conoce la historia antes de abrirse el telón. Una merece
los vestuarios de Moritz Junge, que mostraron a Vodnik y a Ježibaba, como lo que son, personajes extraídos de un
cuento de hadas. Le elección del reparto
vocal fue un acierto del teatro, comenzando por la soprano Rachel
Willis-Sørensen quien dio vida a una digna Rusalka, por la presencia y
elegancia escénica que aportó al papel, y por un canto fluido con su colorido
timbre claro, amalgamado al estilo musical de la obra. La famosa canción de la luna
fue, sin caer en clichés, uno de los puntos más predominantes de su desempeño
en escena. Brandon Jovanovich, el
mejor tenor estadounidense en la actualidad mostró solidez en su timbre con
buena proyección e infalible actuación como el Príncipe. La voz de la
mezzosoprano Jamie Barton, aquí como Ježibaba, ha crecido con el tiempo
hasta adquirir un brillo y una tonalidad dramática de interprete segura y
convincente. Kristinn Sugmundsson, tuvo buen desempeño como Vodnik. La
soprano Sarah Cambridge, sorprendió gratamente como la Princesa Extrajera,
con el desparpajo e inesperada soltura escénica con la que se presentó, y por
su atractiva vocalidad. A la directora
coreana Eun Sun Kim, no se le puede reprochar el entusiasmo y la buena
mano que tuvo con la orquesta para resaltar la influencia y folclor esclavo que
revisten la partitura y sus texturas orquestales, como si por los momentos de
fuerza desmedida en la música proveniente del foso; que de ninguna manera incidieron
en el resultado de un espectáculo que superó expectativas, incluso del
espectador más suspicaz.
No comments:
Post a Comment
Note: Only a member of this blog may post a comment.