Fotos: Theatro São Pedro
Fabiana Crepaldi
Cuando Felice Romani escribió
su libreto para Giulietta e Romeo de
Nicola Vaccaj en 1825, y cinco años más tarde lo modificó y adaptó para I Capuleti e I Montecchi de Vincenzo
Bellini, el tema de la unión política estaba en boga en la península itálica:
era la época del Risorgimento, de la
campaña para la creación de un solo estado, Italia. Era, por tanto, común el
uso de textos que trataban las trágicas consecuencias de la desunión de los
italianos y de los conflictos entre grupos políticos antagónicos, como los
ocurridos en los siglos XII y XIII entre los güelfos, partidarios del Papa, y
los gibelinos, que defendían los poderes del Sacro Imperio Romano. Felice
Romani abordó el tema más de una vez. Una de esas ocasiones se encuentra en los
citados libretos, al tratar las batallas que tuvieron lugar en Verona entre los
Capuleti y los Montecchi, familias que aparecían en el Capítulo VI del
Purgatorio de la Divina Comedia de Dante. La otra vez fue cuando escribía el
texto de Francesca da Rimini para Saverio Mercadante, en 1831.
Según su origen literario, con la publicación de Istoria novellamente ritrovata di due nobili amanti con la pietosa loro morte intervenuta già nella città di Verona nel tempo del signor Bartolomeo della Scala, de Luigi Da Porto, en 1530, la disputa entre los Capuleti y el Montecchi era precisamente porque los Capuleti eran güelfos y los Montecchi gibelinos. La alocución por la unión italiana no fue, sin embargo, la motivación de Da Porto: su historia, quizás por sus desengaños amorosos, termina por cuestionar si en su tiempo hubo también mujeres tan fieles y dispuestas a morir por sus seres queridos como Giulietta. Aun así, allí quedaron impresas las consecuencias de las disputas entre los italianos, y el rescate de la historia se adaptaba al gusto de principios del siglo XIX. Poco más de veinte años después de Da Porto, el escritor italiano Matteo Bandello, publicó su versión de la historia. En 1562, la obra de Bandello fue traducida al inglés, en forma de poema, por Arthur Brooke: The Tragical History of Romeus and Juliet. Esta fue la principal fuente de la célebre obra de Shakespeare. No es posible afirmar que Romani no haya leído la obra de Shakespeare, pero se sabe que Shakespeare no fue su fuente cuando escribió los dos libretos sobre la trama. Según Michael Collins en The Literary Background of Bellini's I Capuleti ed i Montecchi (1982), no es fácil determinar las fuentes de Romani. Sin embargo, algunas peculiaridades de su versión aparecen en obras anteriores, como el libreto de Giuseppe Maria Foppa para la ópera Giulietta e Romeo (1796), de Niccolò Zingarelli (que a su vez se habría basado en Da Porto y Bandello); en el libreto del ballet Le Tombe di Verona, ossia Giulietta e Romeo, (1820) de Antonio Cherubini; y también en la obra italiana Giulietta y Romeo (1818) de Luigi Scevola. Es por eso que las personas acostumbradas a la versión de Shakespeare notan diferencias importantes en algunos aspectos de la trama y los personajes. En Romaní, Tebaldo es el prometido de Giulietta, Lorenzo no es un fraile, sino un amigo y consejero de la familia, una especie de médico y, sobre todo, como ya hemos observado, el motivo de la riña entre las familias por el hecho de pertenecer a grupos políticos en guerra. La disputa se exacerbó porque Romeo mató al hermano de Giulietta durante una batalla entre güelfos y gibelinos. Además, el Romeo retratado no parece ser el joven de la obra de Shakespeare, ya que es el líder de los gibelinos. La conclusión a la que conduce el libreto es obvia: esta guerra, esta desunión entre los italianos, sólo produjo tragedia y muerte. El viernes 15 de abril, I Capuleti e I Montecchi se presentó en el siempre acogedor escenario del Theatro São Pedro después de 16 años – la producción anterior data de 2006 y fue la primera puesta en escena de la ópera en San Pablo. Como en nuestros teatros de ópera las producciones son desechables, la actual no aprovechó la anterior, de la que, dicho sea de paso, no habrá quedado nada. La dirección escénica estuvo a cargo de Antônio Araujo, director artístico del Teatro da Vertigem. Según el programa y las redes sociales del teatro, los Capuleti/Güelfos estaban asociados con milicianos y los Montecchi/gibelinos con narcotraficantes. Considerando, como ya hemos explicado, que la disputa entre clanes enemigos no está en juego, como en Shakespeare, sino entre grupos políticos, pregunto al lector: ¿es preferible que narcotraficantes y milicianos cesen en sus disputas, se unan y conquisten cada vez más territorio y poder político o que Romeo y Giulietta sean sacrificados? Mi respuesta seria como el título que daría a este texto ¡Que Romeo y Giulietta mueran! Por lo tanto, no me parece que tenga mucho sentido abogar contra las divisiones políticas utilizando a estos grupos. Con tantos pueblos en guerra en el mundo y tantos grupos políticos que necesitan unirse en todo Brasil, es posible imaginar innumerables ejemplos más adecuados para situar la trama. Otra característica de la época de Bellini fue el gusto por la mezzosoprano en papel travesti. De las tres óperas citadas que tienen a Romeo y Giulietta como protagonistas, Romeo es interpretado por una mezzo tanto en la de Vaccaj como en la de Bellini. En el de Zingarelli, un poco antes, fue un castrato. Por lo tanto, en los tres casos, el personaje fue concebido para una voz con características femeninas. La primera idea que se puede pensar es que el timbre femenino indica la juventud de Romeo, un joven enamorado. Tal vez, pero este es el Romeo de Shakespeare. El de Romani no es tan joven, pero es un guerrero, tiene su rasgo heroico, que desde el barroco es un papel típico de castrato. Incluso con el final de la era castrati, el gusto por el travestismo, que no era nuevo, se mantuvo en Italia. Para justificar este hecho, autores como Federico Fornoni, en Il canto en travesti nel primo Ottocento fra risvolti erotici e idealizzazione amorosa (La Fenice, 2015), apuntan a la sensualidad que despierta este tipo de voz y carácter y la ambigüedad casi hermafrodita que crea Esa sensualidad se ve reforzada por el efecto que provoca la combinación de las dos voces femeninas, muy bien exploradas por Bellini. En la ópera de Vaccaj, la madre de Julieta está presente, pero Romani la eliminó cuando revisó el libreto de Bellini. Así, en I Capuleti y I Montecchi las dos únicas voces femeninas son las de la pareja enamorada, que vive oprimida en un mundo poblado de tenores, barítonos y bajos. Es evidente que no se trata de una bandera feminista por parte de Bellini, sino de una forma de expresar musicalmente el antagonismo entre la pareja y el resto del mundo. Este efecto alcanza su cúspide al final del primer acto, en la stretta do concertato, cuando Romeo y Giulietta cantan al unísono, con un coro masculino en contrapunto. El compositor Héctor Berlioz, al ver la ópera en 1831, se quejó, en sus Mémoires, de la elección de la voz femenina: “Pour la troisième ou quatrième fois après Zingarelli et Vaccaï, écrire encore Roméo pour une femme!”. Sin embargo, quedó totalmente seducido por la stretta del concertato, que consideraba la situación principal de la ópera. Berlioz destaca la frase viva y apasionada creada por Bellini, cantada al unísono por los dos personajes: “Ces deux voix, vibrante ensemble comme une seule, symbole d’une union parfaite, donnent à la mélodie une force d’impulsion extraordinaire; et, soit par l'encadrement de la frase mélodique et la manière dont elle est ramenée, soit par l'étrangeté bien motivée de cet unisson auquel on est loin de s'attendre, soit enfin par la mélodie elle-même, j'avoue que j'ai été remué à l'improviste et que j'ai applaudi avec transport”.
Berlioz aplaudió con entusiasmo, y esa era la reacción que se esperaba del público del Theatro São Pedro tan pronto como la música dejó de sonar. Eso era lo que se merecían los cantantes, la orquesta y el director. Sin embargo, a medida que avanzaba la escena teatral, el público no siguió ese instinto natural, que se practica desde hace más de doscientos años, de aplaudir nada más terminar el concertato. Los aplausos llegaron, pero después de unos momentos de pesado silencio. Vale la pena recordar que, como gran parte de la ópera, esta stretta también proviene de Zaira, la ópera anterior de Bellini. Como disponía de menos de dos meses para componer la ópera, Bellini decidió adaptar buena parte de la música de Zaira para I Capuleti. En Zaira también tenemos, en la stretta, soprano y mezzo, en el caso de Zaira y su hermano Nerestano, respectivamente. De este modo, el origen del papel travesti en I Capuleti no viene solo de Vaccaj, sino también de la propia ópera, de la que Bellini reutilizó gran parte de la música. El uso de la música de Zaira no fue sin razón: Bellini estaba en Venecia, revisando su ópera Il Pirata para que la mezzosoprano Giudita Grisi interpretara a Imogene, y recibió el encargo de estrenar la nueva ópera en menos de dos meses. Bellini hizo buen uso de Zaira y Romani, de su Giulietta y Romeo. Bellini también recurrió a Grisi para crear el papel de Romeo. En la producción del São Pedro, Araujo hizo que la ambigüedad hermafrodita del Romeo de Bellini se inclinara hacia el lado femenino y lo transformó en mujer. Es una mujer con una buena dosis de masculinidad, pero mujer. En la época de Bellini, los intérpretes de los papeles de travestis no se preocupaban, como hoy, de adoptar actitudes masculinas para hacer más creíble su personaje: el disfraz era sólo a causa del vestuario. Es, pues, válida esta opción de Araujo, que trae a escena un tema relevante para nuestros días sin romper con la estructura creada por el compositor. La producción de Araujo, tan celebrada por unos y tan odiada por otros, tuvo sus méritos y sus problemas. Además de los puntos ya discutidos, el uso de todo el espacio del teatro, con el coro y los actores pasando por los pasillos de la platea, fue bastante eficiente y tuvo un excelente efecto. Sin embargo, no se puede decir lo mismo de la cerca con postes y alambres instalados en la audiencia. La idea de la valla puede haber sido interesante, pero la forma en que se hizo trajo un problema práctico: creó una gran cantidad de lugares con problemas de visión. Otro problema de producción fue el uso de subtítulos para dar sentido a lo que se veía en el escenario. En primer lugar, según tengo entendido, los subtítulos no forman parte del espectáculo, sino que son un elemento auxiliar para que el público entienda el texto cantado. Cualquiera que conozca el texto o entienda el idioma que se canta no tiene motivos para apartar la mirada del escenario y leer los subtítulos. Además, si los subtítulos no coinciden con lo que se está cantando, se está engañando a las personas que necesitan la traducción. Esto creó cierta confusión entre quienes no conocían la ópera, ya que escuché preguntas inesperadas sobre la trama en el descanso y a la salida. En las producciones modernas, es común que los textos se proyecten en el escenario. Esto es legítimo y bastante diferente de alterar la traducción del libreto.
No comments:
Post a Comment
Note: Only a member of this blog may post a comment.