Fotos: Richard Termine / Met Opera 2022
Ramón
Jacques
Madama Butterfly de Puccini,
uno de los títulos más conocidos y celebres del repertorio operístico, se
repuso en el escenario del Metropolitan dentro de la presente temporada, y con
la producción escénica del cineasta ingles Anthony
Minghella (1954-2008), que es considerada ya como un montaje clásico en
este teatro, donde fue visto por primera vez en la inauguración de la temporada
del 2006. Se trata de un brillante y colorido escenario, dentro de un imponente
rectángulo. que capta la influencia oriental de la trama, la brillante
iluminación de Peter Mumford, algunas
ideas conceptuales, como unos cuadros que se mueven, o unas puertas corredizas,
que representan una casa japonesa, muy cerca del proscenio, y enormes espejos
en la parte alta del escenario que magnifican la accion sobre el escenario,
concebidos por el propio Minghella y por el diseñador canadiense Michael Levine, más la aparición de
unas marionetas –del teatro tradicional japonés conocido como Bunraku- que
representan al hijo de Cio-Cio San y a la propia geisha durante sus sueños,
además de los elegantes vestuarios y uniformes , en línea con la producción,
son elementos adicionales que suman a hacer que el espectáculo sea atractivo
para el espectador. Sin embargo, el paso del tiempo y cierta rigidez comienzan
a hacerse evidentes. La parte vocal fue bien llevada por un elenco encabezado
por la soprano Eleonora Buratto,
quien agradó con su interpretación vocal y escénica del personaje central. Su
voz ha adquirido mayor cuerpo, sin perder la brillantez en el color del timbre
y la elasticidad, mostrando elegancia, adecuada proyección y clara dicción. Su
caracterización escénica fue la de una ingenua y conmovedora Cio-Cio San, que
se movió con seguridad y dignidad cuando el papel se lo requirió. En el papel
de Suzuki, sobresalió la mezzosoprano estadounidense Elizabeth DeShong, una interprete muy completa, que exhibió una
profunda y oscura tonalidad vocal, y una convincente actuación, cambiando un
poco el paradigma de que su personaje debe ser sumiso e insustancial. Por su
parte el tenor Brian Jadge, fue un
correcto Pinkerton, algo sobreactuado, pero con una voz cálida, pujante y con
buen porte escénico; y el barítono David
Bizic, personificó un afable Sharpless, si bien es un artista que cumplió
con su cometido y su papel, no ofreció algo más que resaltar. Correcto estuvo
el desempeño del resto de los cantantes del elenco que cumplieron en sus
respectivas intervenciones, y en el que el papel de Bonzo fue encomendado al
experimentado bajo Raymond Aceto, un
seguro y experimentado interprete, de respetable trayectoria, sobretodo en
escenarios de Norteamérica, como correcto estuvo también el coro. El director inglés Alexander Soddy, mostró buen pulso y afinidad por la partitura, y
obtuvo buena respuesta de la orquesta de la que extrajo brillantes matices,
imprimiéndole fluidez y emoción a la partitura.
No cabe duda que la orquesta es y será siempre una de las fortalezas de
este teatro. Una novedad con la que me encontré es que esta función se llevó a cabo
a medida del domingo, que es algo que no ocurría en el pasado.
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