Wednesday, December 28, 2022

Tristán e Isolda en Los Ángeles

Foto: Craig Mathew/ Mathew Imaging at the Walt Disney Concert Hall – courtesy of Los Angeles Philharmonic Association.

Ramón Jacques

The Tristan Project, estrenado en diciembre del 2004 bajo la conducción del entonces titular Esa Pekka-Saloneny ofrecida durante la presente temporada, es uno de los programas más exitosos y ambiciosos concebidos por la orquesta Los Angeles Philharmonic (LA Phil).  Se trata de la ejecución de la opera Tristán e Isolda de Richard Wagner en una versión semi-escénica, realizada sobre el escenario de la sala de conciertos Walt Disney Concert Hall, sede de la orquesta, con transmisiones multimedia proyectadas sobre una enorme pantalla colgante sobre los músicos. Esta es la tercera ocasión que la orquesta repone la ópera en Los Ángeles, ya que además del año de su estreno fue vista también en el 2007, y anteriormente, la ópera completa se había escuchado en versión de concierto en diciembre de 1987 con la dirección musical de Zubin Mehta. A diferencia de las ocasiones anteriores, donde se escuchaba la obra completa en una velada, se optó por separar sus tres actos para ofrecerlos en tres diferentes conciertos, en noches consecutivas, una idea poco acertada a mi parecer, ya que despojaron a la obra de unidad, y de la continuidad y fluidez que requiere, además de las evidentes complicaciones logísticas y monetarias, para el público que decidió y pudo asistir los tres días.  Hablando de la parte visual y escénica del espectáculo, el creador de las proyecciones multimedia ya mencionadas, fue el artista visual Bill Viola, quien de manera paralela a lo que se escuchaba en la sala proyectó una serie de escenas de la vida actual, una pareja que representa a los personajes principales, así como elementos tales como el agua, la tierra y un intenso fuego rojo, que intentaban ir mas allá de la trama para adentrar al espectador en un supuesto subconsciente de  ideas y filosofías que llevaron a Wagner a componer esta maravillosa obra. Sin duda, una secuencia de interesantes y brillantez imágenes para observar, pero que poco aportaron y por momentos distrajeron la atención de la parte musical y de la obra misma.  Además, el célebre director escénico Peter Sellars, se encargó de los movimientos de los cantantes, algo que distó de ser una verdadera concepción actoral, ya que los cantantes se desplazan lentamente por el escenario teniendo poca interacción o dialogo actoral entre ellos.  Si algo puede resaltarse de la mano de Sellars, fue el aprovechar los espacios que le permitió la sala de conciertos, colocando al coro y algunos instrumentistas en la parte más alta, y a los solistas, según el acto, a cantar desde los balcones laterales, entre el público, llenando la inmensidad de la sala y su buena acústica, de cierto misterio, quizás un guiño a cómo se pueden esperar los montajes a futuro, con la amplitud de las voces. La realidad es que al final, con elaboradas puestas escénicas o sin ellas, Tristán e Isolda brilla por si misma por la suntuosidad de su orquestación, que va labrando su intensidad hasta llegar al clímax, y por la destreza desplegada por los cantantes.  Cabe señalar que esta nueva edición, originalmente anunciada para octubre del 2020, y pospuesta por la pandemia, debió ser dirigida de nueva cuenta por Esa Pekka-Salonen, pero por cambios en la agenda del ahora director de la San Francisco Symphony, Gustavo Dudamel, director de la LA Phil, se hizo cargo del reto de dirigir su primer Tristán e Isolda, título que dirigirá también en la opera de Paris. Dudamel se mostró como una director mesurado, cuidadoso y atento a cada detalle, a diferencia de la explosividad y excesivo entusiasmo que mostrara al inicio de su gestión con esta orquesta. Fue haciendo un trabajo preciso, que fue cincelando lentamente, haciendo crecer la intensidad y los decibeles. Sus cambios de ritmo y dinámica, al igual que la fuerza instrumental, parecían salirse de control por momentos, cubriendo las voces, pero en términos de una obra tan grandiosa, no cambian el resultado y la explosión de júbilo que suscitó entre el público. La orquesta mostró cohesión aportando su valía al espectáculo. El elenco contó con la soprano finlandesa Miina-Liisa Värelä en el papel de Isolda, de voz amplia, potente, algo rígida en su registro agudo, pero una cantante solvente y segura. El tenor sueco Michael Weinius fue un expresivo Tristán, de grato timbre y color que supo administrar bien la voz y sacó provecho a los extensos descansos entre cada acto, para dar mayor intensidad e ímpetu en los actos subsecuentes. La mezzosoprano Okka von der Damerau, dio vida a una conmovedora y apasionante Brangäne, una voz oscura de natural dulzura y brillante musicalidad, cualidades que pocas veces he escuchado en este repertorio. El bajo-barítono Ryan Speedo Greene, agradó como Kurwenal, por la calidad de su amplia, y profunda voz. No se puede decir lo mismo del bajo barítono Eric Owens, como el Rey Markle, quien padeció un poco por las exigencias del papel y la orquestación. Mostraron un buen desempeño, en resto de los personajes del elenco, los tenores Robert Stahley (Merlot), Arnold Livingston Geis (Pastor) y el barítono Ryan Wolfe (Timonel). Una mención va para el coro Los Angeles Master Chorale, por sus seguras intervenciones.  Otro importante evento operístico programado por la orquesta en enero del 2023, reprogramado de febrero del 2021, será el estreno local de la ópera Girls of the Golden West,  del compositor John Adams, quien celebrando su cumpleaños 75, asumirá la dirección orquestal.



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