Tuesday, April 15, 2025

Così fan tutte en Los Ángeles

Foto: Cory Weaver

Ramón Jacques

Las nuevas y más dinámicas programaciones de los teatros estadounidenses, que apuntan hacia la escenificación de obras contemporáneos, principalmente de compositores estadounidenses, y algunos extranjeros (el siguiente título del teatro será  Ainadamar del compositor argentino Osvaldo Golijov -1960), así como de musicales, galas de ópera y recitales, con el fin de abarcar e interesar a la mayor cantidad posible de públicos, indudablemente han ido relegando paulatinamente títulos como Così fan tutte,  obra conocida por ser parte de la trilogía Mozart-Daponte, que, si bien no se consideraría como uno de los títulos más conocidos del repertorio operístico tradicional, si goza del interés del público y muchos teatros internacionales la  programan con regularidad. La ópera se había mantenido fuera del repertorio de la compañía Los Ángeles Opera, y su reposición es uno de los títulos elegidos y que ha querido dirigir el maestro James Conlon, quien el próximo año concluirá su gestión de veinte años como director musical del teatro, que además coincide con el 40 aniversario de la fundación de la compañía angelina, que inicialmente se llamó Los Ángeles Music Center Opera, ya que su sede, el vetusto teatro Dorothy Chandler Pavilion, al igual que la sala de conciertos Walt Disney Concert Hall, cruzando la calle,  y un par de teatros más, forman parte del complejo llamado Los Ángeles Music Center.  La última vez que se escucharon las notas de esta obra aquí fue cuando Così se programó para iniciar la temporada 2011/2012 con un elenco que incluyó a la entonces poco conocida Aleksandra Kurzak (Fiordiligi), Ruxandra Donose (Dorabella), Roxana Constantinescu (Despina), Ildebrando D’Arcangelo (Guglielmo), Lorenzo Regazzo (Don Alfonso) y el tenor Saimir Pirgu, literalmente un albano por nacionalidad y personaje, haciendo a Ferrando. En aquella ocasión dirigió también la orquesta el maestro Colon.  Trece años y medio después, y aunque la LA Philhamonic hizo su propia versión escénica en el 2014, vuelve la obra a escucharse en Los Ángeles, especialmente en el escenario del Dorothy Chandler. A lo largo de ese tiempo las cosas han cambiado y para esta nueva producción se recurrió a un buen elenco de cantantes que combinan la juventud y el talento de unos, con la experiencia y tablas de otros; comenzando por la presencia del tenor Anthony León, nativo de esta región, quien mostró cualidades interesantes desde sus días como miembro del estudio del teatro, especialmente hace dos temporadas en su primer estelar que fue Don Ottavio.  Considerado un óptimo tenore di grazia de voz dúctil y grata, León cantó el papel de Ferrando de manera entusiasmaste pintando su desempeño vocal con amplios colores y matices.  De igual manera, el barítono Justin Austin exhibió seguridad, claridad y elegancia escénica y vocal como Guglielmo; sin embargo, un detalle que les jugó en contra a ambos interpretes fue la falta de espesor y cuerpo en sus respectivas voces, lo que comprometió su proyección, que de no haber sido por la la pericia que le imprimió el maestro Conlon a su lectura, sus personajes hubiesen sido poco audibles durante diversos pasajes de la función.  Por su parte, la soprano Erica Petrocelli, también ex alumna del estudio del teatro agradó en el personaje de Fiordiligi. Su desenvolvimiento fue con naturalidad y franqueza en escena, sumado a su temple vocal, y a la nitidez y a la musicalidad de su voz, en sus arias, resaltó de manera positiva en escena. También la mezzosoprano canadiense Rihab Chaieb, personificó y dignificó al personaje de Dorabella, a la que prestó su voz oscura, afelpada, dulce y suave.  La experiencia la aportaron el barítono Rod Gilfry, con una buena encarnación del viejo Don Alfonso, y aunque su voz es firme y segura no sobresalió especialmente por ello, como si por su desempeño actoral, aunque por momentos parecía estar un poco hastiado; como también fue el caso de la soprano Ana María Martínez, que sacó adelante y de manera plausible su personaje por  las buenas cualidades canoras que aun posee, aunque por su repertorio, no es una cantante que haya desarrollado una verve cómica en su carrera, por lo que su Despina lució  algo acartonada y carente del espíritu de animación, vivacidad  y malicia que requiere el personaje.  Cabe señalar que en la versión escuchada en esta función, y por elección James Conlon, se restituyeron arias normalmente omitidas en escena, con el fin de presentar una versión más completa y fiel a la partitura: como el aria del segundo acto de Ferrando (Ah, Lo Veggio!) y (Tradito, schernito), el aria del segundo acto de Dorabella ('È amore un ladroncello') o la muy poco conocida aria de Guglielmo (“Rivolgete a lui lo sguardo”) que fueron bien interpretadas por sus respectivos personajes.  La parte escénica del espectáculo estuvo bien cubierta por la vistosa producción ideada por el director de escena canadiense Michael Cavanagh, quien falleciera inesperadamente el año pasado, y que por encargo de la Ópera de San Francisco ideó las puestas en escena para su trilogía Mozart-Da Ponte, inspirándose en la arquitectura colonial americana de la región noroeste de los Estados Unidos, y cuyo elemento principal, presente en las tres operas es la fachada de mármol de una casa que se adecuo a cada título. Cavanagh situó Le Nozze di Fígaro en la época de la revolución estadounidense; Don Giovanni en el mismo lugar, pero en un futuro distópico, mientras que Così fan tutte se ubicó en un periodo intermedio, en los años 30 del siglo pasado, en el lujoso Country Club Wolfbridge del cual Don Alfonso es el administrador, y los cuatro personajes principales son miembros, y hacen deporte, nadan, se asolean y juegan tenis y ping pong.  Opulentos jardines, albercas y salones, son parte de las escenografías, con imágenes de paisajes y bosques al fondo, o de atardeceres y amaneceres. Durante algunas escenas se bajaba la cortina, y los personajes quedaban entre el proscenio y la cortina, reflexionando y cantando sus arias de manera intima, mientras sobre la propia cortina se realizaban proyecciones de diseños arquitectónicos del club, o invitaciones a eventos. El encargado de la creación de las escenografías y las proyecciones, que fueron estrenadas en San Francisco en el 2021, es Erhard Horm; con los elegantes vestuarios alusivos a los años 30, y algunos algos, extravagantes, como los abrigos utilizados por los extraños jóvenes albaneses, creados por Constance Hoffmann; además de la buena iluminación – vital en este montaje- de Jane Cox.  De la dirección escénica se encargó Shawna Lacey, quien se basó en las directrices de Cavanagh, quien buscaba retratar una sociedad que acaba de atravesar por la gran depresión económica, su una visión actoral es directa, y los personajes son retratados como inexpertos, privilegiados, confiados, pero con defectos e inconscientes y aislados del mundo que los rodea, interesados solo en el materialismo y las apariencias, que los lleva a apostar, como si se tratase de un juego,  a generalizar y controlar el comportamiento de las mujeres.  En resumen, el montaje fue bien pensado, despertando interés y la reflexión sobre los temas mencionados y otros más, sin olvidar la habitual dosis de comicidad, por momentos justa y en otros exagerada, y sin duda, aludiendo a los usuales clichés, algunos ya vistos, de los que muchos títulos como este, parecen no poder alejarse o despojarse. El coro mostró su profesionalismo y participación, cuando fue requerido, en escena eran miembros del club que hacían uso de las instalaciones cuando debían cantar.  En el podio, el maestro James Conlon, dirigió con su entusiasmo, precisión, y consideración por las voces, como ya se mencionó. Al inicio de la ópera y desde la obertura, la sonoridad de la orquesta se escuchó errática, con notables desajustes y desfases, y cierta lentitud, que fue recomponiendo en el transcurso de la función, acercándose a ese sonido orquestal, tan característico y reconocible de las óperas de Mozart. En el balance, la función dejo muchas satisfacciones al público presente, a pesar de lo extensa que se hizo la función.





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