Massimo Viazzo
El Stabat Mater de Gioacchino Rossini (1792-1868) es junto a la Petite Mese Solennelle, la obra sacra más célebre del compositor de Pesaro. Compuesto entre 1831 y 1841, se basa en el texto medieval atribuido a Jacopone da Todi que refleja el dolor de la Virgen María a los pies de la cruz de cristo. Rossini unió su maestría operística a una profunda intensidad espiritual creando una partitura rica de emotivas melodías, solemnes harmonías y momentos de intensidad dramática. La estructura de la obra alterna arias solistas, duetos, coros y pasajes orquestales de gran impacto emocional, haciéndola un vértice absoluto de la música sacra del siglo XIX. Su primera ejecución tuvo lugar en el Théâtre-Italien de Paris el 7 de enero de 1842, después de que Rossini completó las partes inicialmente no musicalizadas. Grandes cantantes de la época participaron en el evento, como: Giulia Grisi, Emma Albertazzi, Mario de Candia y Antonio Tamburini. De particular relevancia, fue después su ejecución boloñesa del 18 de marzo del Archiginnasio (edificio sede de la universidad de Bolonia hasta 1803) dirigida por Gaetano Donizetti y supervisada por el propio compositor. Para el tradicional «Concerto di Pasqua», la Orchestra Sinfónica di Milano eligió este año interpretar esta obra maestra rossiniana. En el podio Emmanuel Tjeknavorian, el joven director musical de la agrupación milanesa y reciente ganador del Premio Abbiati (premio de la crítica italiana) como director de orquesta, quien dirigió con gran energía evidenciando los aspectos dramáticos y teatrales de la partitura. Su lectura rica de contrastes fue por momentos incandescente, culminando en un Amen final literalmente arrebatador. Tjeknavorian supo encontrar también acentos de intima conmoción, gracias a su capacidad de frasear con gusto y fantasía. El resultado fue una interpretación escultórica, marmórea, pero a la vez vital y dinámica. La Orchestra Sinfonica di Milano se distinguió por la exactitud, el rigor, la viveza rítmica como también por la delicadeza en los pianissimi. Además, Tjeknavorian demostró habilidad en el acompañamiento de los solistas, sin avasallarlos nunca, y creando un tejido sonoro eficaz y flexible para un elenco vocal que se mostró muy unido y amalgamado. En especial, Benedetta Torre (soprano) cantó con una emisión homogénea y cierto dominio de la parte. La mezzosoprano Martina Belli, de timbre bruñido y seductor, agradó por su acento incisivo y su esculpido fraseo. Juan Francisco Gatell (tenor) exhibió musicalidad, evidenciando una línea de canto elegante y facilidad en la agilidad, aunque en la zona más aguda de la tesitura pareció estar menos encendido. Nicola Ulivieri (bajo) quien estuvo sólido y vigoroso, se mostró elocuente mostrando un timbre rotundo y pleno. Otro protagonista indiscutible de la velada fue el Coro Sinfonico di Milano. Caracterizado por una óptima cohesión y un notable impacto fónico, el coro dirigido por Massimo Fiocchi Malaspina, se distinguió con los pasajes más intensos y vigorosos (escalofriante fue la frase “in die iudicii” collocata all’interno dell’Inflammatus et accensus), además de que supo expresar una profunda sensibilidad interpretativa (Quando corpus morietur). Al finalizar, el público que abarrotó el Auditorium de Milán, premió a todos los intérpretes con una meritoria ovación.



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