Massimo Viazzo
La
ópera La Dama de Picas (o Píkovaya dama en ruso) de Piotr Ilich Tchaikovsky
(1840-1893) no se representaba en el Teatro Regio de Turín desde hace dieciséis
años, precisamente con la afortunada producción del 2009 dirigida por Gianandrea
Noseda con un notable elenco conformado por da Svetla Vassileva, Maksim
Aksënov, Anja Silja, Vladimir Vaneev, Dalibor Jenis y Julia Gersteva. El espectáculo propuesto en esta ocasión provino
de la Deutsche Oper de Berlín (en coproducción) donde fue montada en marzo del
2024. La puesta de esta ópera estaba
proyectada por Graham Vick, poco tiempo antes de que estallara la
pandemia, quien por cierto falleció a causa de un contagio de Covid 19, por lo
que su reposición fue repuesta y desarrollada por Sam Brown. La Dama de Picas es una de las grandes obras
maestras del teatro de ópera ruso, que tuvo su estreno en el Teatro Mariinski
de San Petersburgo el 19 de diciembre de 1890, y fue recibida de manera exitosa
por la crítica y el público. La ópera se
basa en un breve recuento de Aleksander Pushkin (1799-1837), que Tchaikovsky amplió
y modificó enriqueciéndolo de detalles aún en desacuerdo con Modest el hermano,
coautor del libreto. La historia de Hermann, oficial sin un centavo atormentado
entre el amor apasionado por la noble Liza, la obsesión por los juegos de azar,
la ambición por pertenecer a un mundo aristocrático claramente ajeno a él, y la
atracción por la esfera de lo sobrenatural fue narrada por el director ingles
Sam Brown con originalidad, siguiendo una vía no convencional, por momentos
desorientada, pero suficientemente coherente. Hermann y Liza son marginados, y
esto ya queda claro durante el coro inicial (aquí claramente pensado como un
flashback de eventos futuros), durante el cual el pequeño Hermann sufre el
acoso y bulliing de sus compañeros de clase y rechaza el osito que le
ofreció la pequeña Liza que intentaba acercarse para darle consuelo. Es una
atracción que nació entre los dos en su juventud pero que probablemente nunca
se concretizó hasta la época en la que se desarrolla la historia del
libreto. Ambos desean huir de su propio
mundo: Hermann es atraído por la riqueza, por una vida fácil y frívola,
mientras que Liza quisiera dejar atrás justo la vacuidad, o aquella
superficialidad que, a su vez, parece representar al final el último de los
deseos de Hermann. En definitiva, el
juego de azar, o mejor dicho la victoria en el juego, se convierte en una
verdadera obsesión para el protagonista, y la historia no puede más que
concluir en un modo trágico. El espectáculo firmado por Sam Brown y repuesto aquí
en Turín por Sebastian Häupler, presentaba un sistema escénico
caracterizado por paneles giratorios que mostraban al fondo amplios cielos
coloridos, a ello se agregaron plataformas, bastidores semi-movientes y luces
de neón que delimitaban los espacios escénicos. Las habitaciones, bastante
suntuosas también se descomponían y se recomponían
con el uso de cortinas y escalinatas. La actuación, también presentó momentos
de discontinuidad y desorientación para los espectadores, pero en general
resultó ser bastante eficaz. Se debe
mencionar positivamente el uso de las proyecciones de viejas películas mudas en
blanco y negro para enfatizar algunos momentos de la ópera como, por ejemplo,
durante la historia de Tomskij, en el primer acto. Sin embargo, se observa con
pesar de que se eliminó la escena pastoril del segundo acto. El responsable de
la dramaturgia del espectáculo Kostantin Parnian, quizás debió haber considerado
soluciones alternativas para no sacrificarla completamente. Pero la elección actoral más audaz fue la de torcer
la relación entre Hermann y la Condesa, una elección muy discutible, pero en
realidad de impacto. En esta producción, la Condesa, una mujer agradable que
sabe y quiere tomar la iniciativa con los hombres, y no se muere del susto
causado por la pistola apuntada por Hermann, sino por exceso de libido. Es ella
quien se ofrece sexualmente al protagonista, probablemente para revivir una vez
más los instantes de su juventud, de los cuales no quiere despegarse, como
demostraron las viejas imágenes proyectadas de modo obsesivo en el interior de
su estancia. Un verdadero vuelco de perspectivas que no convenció porque
distorsionaba el potente dramatismo de la escena descrita por el libreto. En
esta puesta, la Condesa puede recordar, en ciertos versos, la figura de Norma
Desmond (interpretada por Gloria Swanson) en la película “Sunset Boulevard”
Otro momento que no convenció fue el baile al inicio del segundo acto:
ambientado en una especie de discoteca psicodélica, que pareció de excesivo trash,
y por tanto estuvo fuera de contexto. La baqueta le fue confiada e Valentin
Urypin. El director ruso ofreció una lectura tensa y dramática, pero en
conjunto fue un poco genérica, careciendo un poco de atmosfera y una mayor profundización
de los timbres orquestales. Se deben señalar también algunos desfases entre el
foso y el escenario sobre todo en presencia del coro. El Hermann de Mikhail
Pigorov agradó por seguridad y semblante. Con su voz de tenor lirico-spinto
supo ser incisivo como también delicado. Aunque quizás careció un poco de la carga
visionaria que es característica de su personaje. Zarina Abaeva ofreció
una interpretación de una Liza desenvuelta y de carácter. Su voz de bello timbre en el registro medio
mostró una línea de canto menos encendida en la zona más aguda de la tesitura. Jennifer
Larmore interpretó con maestría el papel de la Condesa, ofreciendo una
magnética presencia escénica, seductora y al mismo tiempo inquietante. Cada
frase y cada palabra fue marcada con intención, manteniendo constante la
teatralidad, aunque su voz perdió un poco de su color natural en el registro más
grave. Aterciopelado y noble estuvo el canto de Vladimir Stoyanov quien
delineó un Principe Eleckij, humano y siempre aristocrático. Su magnífica aria
del segundo acto “Ya vas lyublyu, lyublyu bezmerno” fue indudablemente el
momento culminante de la velada. Elchin Azizov interpretó a un Tomskij
comunicativo y vocalmente generoso, mientras que Deniz Uzun, ofreció una
Polina apreciada por la musicalidad y el cálido color de su voz. El elenco entero brindó una interpretación
convincente, demostrando una notable capacidad de trabajo en equipo, en
particular: Alexey Dolgov (Čekalinskij), Vladimir Sazdovski
(Surin), Ksenia Chubunova (la gobernante), Joseph Dahdah
(Čaplickij y el maestro de ceremonias), Viktor Shevchenko (Narumov) e Irina
Bogdanova (Maša). Se debe señalar también el óptimo desempeño del Coro del
Teatro Regio dirigido por Ulisse Trabacchin y un convincente aplauso al
coro de niños (Coro delle Voci Bianche) dirigido por Claudio Fenoglio.
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