Fotos: Scott Suchman
Ramón Jacques
La
producción operística del prolífico compositor estadounidense Samuel Barber (1910-1981)
se limitó a tres títulos, de los cuales el más conocido es Vanessa ópera
en tres actos (originalmente cuatro) opus 32, con libreto en ingles del
compositor, libretista y director italoamericano Gian Carlo Menotti (1911-2007), creador el mismo de veinticinco óperas. Vanessa fue
compuesta entre 1956 y 1958, y tuvo su estreno absoluto el 15 de enero de 1958 en el Metropolitan de Nueva York, bajo la
conducción musical de Dimitri Mitropolous, con la dirección escénica de
Menotti, y un elenco que incluyó a la soprano Eleanor Steber en el papel principal,
a la mezzosoprano Rosalind Elias como Erika, a la contralto Regina Resnik como
la Baronesa, además del tenor Nicolai Gedda como Anatol y del barítono Giorgio
Tozzi como el viejo doctor. A pesar de
su apasionante trama, su brillante música que la convirtió en una verdadera grand
american opera, y de que Barber recibió un premio Pulitzer gracias a ella,
la pieza ha sido inexplicablemente olvidada y relegada a lo largo de su
historia, especialmente en Estados Unidos (donde se suele valorar el trabajo de
sus compositores), y ya que nunca se logró afianzar dentro del repertorio
operístico, las posibilidades de verla en escena son muy pocas. Su historia de
representaciones escénicas desde su estreno es también limitada, si bien hubo
algunas reposiciones en el escenario de su estreno; tuvo su debut europeo,
llevado a cabo también en 1958, en el Festival de Salzburgo; además de algunos
notables montajes realizados por las compañías Opera Theatre of St Louis en
1988, la coproducción realizada entre la Washington National y la Dallas Opera
en 1995, o sus funciones más recordadas, en las que Kiri Te Kanawa cantó el papel estelar,
en la Opéra de Monte-Carlo en el 2001, y en los escenarios de la Washington
National Opera y la Opera de Los Ángeles en el 2004, que marcaron el retiro de los escenarios de la soprano. Recientemente,
Vanessa fue vista en los escenarios del Festival de Glydebourne Inglaterra en el 2018, y en el Festival de Spoleto en
Carolina del Sur (fundado por Gian Carlo Menotti), en el 2023, donde fue vista
en una ocasión en 1978 bajo la conducción del propio Menotti. Por ello, el
anuncio de la programación de la ópera en este 2025, en versión de concierto, por
la National Symphony Orchestra de Washington D.C, llamó la atención y el interés de muchos
melómanos, incluido quien estas líneas escribe, quienes no habían tenido la
oportunidad de presenciar este título que combina el dramático libreto de
Menotti -ambientando la historia en un castillo en un país del norte de Europa
en 1905, con la clásica escritura musical de Barber, reminiscente de una banda
sonora que nos hace pensar en las películas de Hitchcock, por sus acertadas
melodías al estilo de los años 50 del siglo pasado. La trama de Vanessa nos
cuenta la historia de tres generaciones de mujeres cuyas vidas fueron alteradas
por la llegada de un misterioso extraño (Vanessa permanece recluida en su
mansión, con su madre y su sobrina Erika, después de que veinte años atrás su
amante Anatol la abandonara). Su historia trata sobre la búsqueda del anhelo y del
amor inmortal, en la que a medida que las pasiones se van encendiendo y los
secretos van saliendo a la luz, la partitura de Barber se carga de intensidad y
transmite sentimientos de deseo, de arrepentimiento y así como de esperanza por
la salvación. Cabe mencionar que menos de veinticuatro horas antes del primero
de dos los conciertos que realizó la orquesta (esta reseña corresponde a la
segunda función), ocurrió un trágico accidente aéreo sobre el rio Potomac, a pocos
kilómetros de distancia del Kennedy
Center, donde se encuentra la sala de conciertos de esta orquesta, por lo cual,
a manera de homenaje por el desafortunado infortunio, la orquesta ejecutó una
sentida versión del Adagio para cuerdas, la obra más celebre de Samuel
Barber, que es sin duda una pieza emblemática clásica del siglo XX. Como se tenía prevista la grabación de los
conciertos, para su posterior lanzamiento en el mercado discográfico y
plataformas digitales, inicialmente se eligió un elenco “All American” de
reconocidos cantantes estadounidenses, solo que desafortunadamente pocos días
antes Sondra Radvanovsky, se retiró del proyecto para ser sustituida por
la soprano Nicole Heaston (quien conocía bien el papel de Vanessa, por
haberlo cantado en las funciones del Festival de Spoleto en el 2023), como
también la inesperada baja de Matthew Polenzani (que había cantado la
primera función y debió retirarse en la segunda) para ser sustituido de último minuto por el tenor Ganson
Salmon, quien tuvo un decoroso y digno desempeño para sacar adelante el
personaje de Anatol – el joven que seduce a Vanessa y a Erika a la vez- y por
salvar esta función. Nicole Heaston
exhibió una voz saludable y de peso mediano, y lució más efectiva en el rango
agudo de la partitura, que, en el grave, teniendo poca claridad en la dicción, además
de que vocalmente fue afectada por la densa orquestación, con una interpretación
que en términos generales pareció carecer del delirio y la obsesión que definen
al personaje, aunque se pudieron escuchar algunas arias conocidas, generalmente interpretadas en
recitales como: “Do not utter a Word” y
las más dramática “Why most the great sorrows come” El formato de
ópera en concierto requiere comprometer ciertos aspectos de la obra, y un
escenario vacío con cantantes en atuendos de concierto, no lograron crear el
ambiente gótico que sugiere Vanessa, cuya historia indudablemente se presta
para ser apreciada de mejor manera en una versión escénica completa. El papel de
Erika, cantado por J’Nai Bridges, personaje que parece eclipsar al de la
protagonista, y aunque la mezzosoprano batalló al inicio con la proyección y
audición de su voz, su interpretación fue creciendo en intensidad a lo largo
del concierto, y su interpretación vocal ganó en peso, gravedad e intensidad en
el color, mientras su personaje se acercaba a su lamentable destino. Dos
distinguidos y experimentados interpretes estuvieron presentes aquí como el
barítono Thomas Hampson, quien interpreto al viejo doctor, con claridad,
buena proyección, con una voz robusta variada en los colores de su sonido
baritonal; y estuvo muy cómico y gracioso, en la parte de su personaje
alcoholizado, como emocionante en “Under the willow tree” evocando sus
coqueteos del pasado; y la mezzosoprano Susan Graham, prestó su voz e
interpreto en escena a la vieja condesa, madre de Vanessa, con un notable
desempeñó y dominio de sus partes cantadas y su expresión en inglés, con intención en cada
palabra y en su comportamiento escénico. Redondearon el elenco con sus
positivas aportaciones vocales el barítono Jonathan Bryan como el
Mayordomo, y el barítono Samuel Weiser como el lacayo. Muy buena fue la
aportación del coro University of Maryland Concert Choir en las partes
destinadas para la agrupación por Barber, bajo la Jason Max Ferdinand.
Este coro es un cómplice habitual de la
agrupación musical en las obras que requieren de su presencia. El iniciador y
promotor de la idea de ejecutar Vanessa es Gianandrea Noseda, quien la
considera una importante pieza de drama musical. Al frente de los músicos de la National
Symphony Orchestra, ofreció una lectura por momentos frenética, en la que aceleraba
los tiempos y la densidad musical desatendiendo a las voces, y aunque su manera
de conducir luce histriónica y gestualmente exagerada, en términos generales fue
eficiente para extraer la brillantez de la partitura, como en el valioso
preludio del Acto II, en una partitura que ofrece una amplia variedad en su
escritura para transmitir emociones, pasión, nostalgia, sosiego y cierto terror,
concluyendo con el clímax de la velada que es su quinteto final. Sin dudas, es una ópera que agradó y que merecería
salir de la oscuridad en la que se ha mantenido tanto tiempo.
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