Ramón Jacques
Aunque Idomeneo, la ópera
seria en tres actos de Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791) tuvo su estreno estadounidense el 4 de agosto
de 1947, en el festival Berkshire Music at Tanglewood en Massachusetts (hoy
sede de verano de la Orquesta Sinfónica de Boston) fue en realidad la Ópera de
San Francisco quien catapultó e introdujo esta obra al repertorio de los importantes
escenarios de este país donde ha sido vista, por ejemplo, los teatros de:
Chicago, Nueva York, Los Ángeles, Houston; y es a la compañía de San Francisco a
la que se le atribuye la relación más cercana con el título, desde que fue
estrenada aquí el 10 de septiembre de 1977, con la producción del director y
diseñador francés Jean Pierre Ponelle -que aún sigue vigente-, y la
conducción musical del maestro inglés Sir John Pritchard, oficialmente, primer
director musical de la orquesta del teatro y un ferviente y devoto defensor no
solo de Idomeneo, sino también reconocido por su cualidad para conducir las óperas
del compositor austriaco. El elenco de
ese estreno en la ciudad junto a la bahía (City by the Bay), contó con la
presencia del tenor suizo Éric Tappy en el papel principal (quien curiosamente falleció
el 11 de junio del año pasado, casi coincidiendo con esta noche de estreno), de
la mezzosoprano Maria Ewing como Idamante, la soprano francesa Christiane Edda
Pierre como Ilia, y la soprano Carol Neblett quien interpretó el papel de
Elettra. Posteriormente en la temporada 1989,
Pritchard repuso Idomeneo, en esta ocasión con la revisión hecha por Mozart, en
la que el papel de Idamante debía ser cantado por un tenor (cuyo intérprete fue
el tenor alemán Hans Peter Blochwitz). Como
anécdota y curiosa casualidad a propósito de aquellas funciones, pocas horas
antes de la función del 17 de octubre ocurrió el tremendo terremoto en la zona
de la bahía (conocido como Loma Prieta, por su epicentro) que causó daños en
diversas estructuras de la ciudad, por lo que la función tuvo que ser cancelada
y días después se hizo en versión semi escénica en el teatro Masonic Auditorium
de la ciudad. Inmediatamente después de la última función de Idomeneo, y de vuelta en el War Memorial
Opera House, el maestro Pritchard inesperadamente falleció; por lo que en la
última producción de la temporada (Die Frau ohne Schatten) la orquesta tocó
en su honor la “marcha de los sacerdotes” de propio Idomeneo. Por último, cabría mencionar el elenco de la
producción de 1999 en este teatro, en funciones que aún son muy recordadas,
como lo serán en la posteridad (la compañía utilizó fragmentos grabados en esas
funciones para promocionar el espectáculo) que tuvo al tenor sueco Gösta
Winbergh (Idomeneo), a Vesselina Kasarova (Idamante), Barbara Bonney y Anna
Netrebko alternándose como (Ilia) y a Carol
Vaness (Elettra), bajo la conducción musical de Donald Runnicles. La trama de la ópera inicia durante una
terrible tormenta en la que Idomeneo, le promete al dios Neptuno que
sacrificará a la primera persona con quien se encuentre, si él y su tripulación
sobreviven a las aguas tempestuosas. Al llegar a la costa, su alivio se
transforma en horror al ver encontrarse con su propio hijo, Idamante. Idomeneo
agoniza por la adversidad que debe enfrentar, mientras Idamante corteja a la
princesa Ilia, y a la vez es perseguido por la celosa y voluble Elettra; por lo
que en la trama destaca la tensión entre los personajes y su entorno, y sobre
todo con las fuerzas de la naturaleza, que son cada vez insostenibles, cuanto más
tiempo demora Idomeneo en cumplir su promesa. Así, la historia y la parte escénica del
espectáculo de esta sublime ópera mozarteana llena de intensidad y vividas
caracterizaciones, se llevó a cabo dentro de una novedosa idea escénica de la
directora australiana Lindy Hume, quien situó la historia y la escena en
la era actual en Tasmania, Australia, donde reside. Las escenografías diseñadas
por Michael Yeargan, que fueron estrenadas en la Ópera de Australia en
Melbourne en el 2023 y repuestas en Sydney en el 2024, son sencillas y austeras,
porque encuadran el escenario dentro de una enorme habitación con muros blancos,
y vistosas puertas estilo dórico al fondo y a los lados, aunque los muros eran
en realidad pantallas donde se proyectaron imágenes visuales de las turbias aguas
del mar, la fauna, la vegetación y las
rocosas costas, litorales y playas de esa isla australiana, así como intensas y
estrelladas noches; y brillantes y sofocantes tonalidades azules y rojas, que acrecentaban
las tensiones dramáticas de la historia, representando la furia de la
naturaleza, creando además escenas de sosiego y quietud, en un buen trabajo
realizado y curado por David Bergman y por la directora de fotografía Catherine
Pettman fundadora de la compañía cinematográfica australiana Sheoak Films.
La iluminación que aquí fue fundamental fue ideada por Verity Hampson, y
correctos estuvieron los modernos vestuarios de Anna Cordingley, que
tuvieron algunos inspirados en honor de los Pelawa Pakana, que fueron los
primeros pobladores y custodios de Lutruwita
Tasmania (donde se realizaron las grabaciones vista aquí) con detalles como el
plumaje en los hombros del abrigo negro que utiliza Idomeneo, y que al final le
coloca en Idamante, como signo de majestad y grandiosidad, y en los oscuros
vestuarios de los coristas, que en la escena final sostienen ramas de
eucalipto. El trabajo de Hume fue interesante, y con conmovedora elocuencia excavó
profundamente hasta llegar al alma de cada personaje a través de sus penas y
alegrías, donde la constante era la música casi celestial de la brillante
partitura de Mozart. La única desventaja
escénica, que empaño un poco el trabajo de Hume, fue la incesante y continua proyección
de imágenes que, llegó a convertirse en una distracción y en una contrariedad
para la visión y la concentración del espectador. Además, la escena se cargó innecesariamente
con la inexplicable adición de sillas que durante parte de la función las reacomodaban
los coristas a los lados de la escena o en el centro, como en auditorio, sobre un
escenario que giraba contantemente en manera circular. Detalles, aparentemente innecesarios, y que iban
en sentido opuesto a la historia, a la que no servían mucho, ni al cuidadoso
trabajo de la directora de escena. El elenco vocal, con buenos cantantes, tuvo ciertos
altibajo e irregulares cometidos, comenzando con el tenor Matthew Polenzani,
quien demostró indudable presencia y dominio del personaje de Idomeneo, papel
que ha interpretado en incontables ocasiones en importantes escenarios, y para
el cual posee la voz y la densidad necesaria, sin embargo, a lo largo de la
función se fue evidenciando cierta perdida en la elasticidad y el color,
especialmente en el registro agudo, que su importante aria Fuor del Mar -en
su versión más extensa y sin cortes- se escuchó estrangulada y poco refinada.
Polenzani es un cantante notable, pero parecería estar frente a un papel que podría
estar ya fuera de sus posibilidades. La
mezzosoprano Daniela Mack, a pesar de una indisposición anunciada por el
teatro, sacó adelante el papel con intensidad, elasticidad y agradables colores
en su oscuro instrumento, en lo único que se vio penalizado su desempeño fue en
la proyección de su voz. El tenor Alek
Shrader personificó a un creíble Arbace, con apariencia de filosofo más que
de confidente, con un timbre claro, elegante a pesar de que la emisión de sus
notas agudas no fue muy pulida o pulcra,
especialmente en su aria Se il tuo duol, normalmente eliminada, pero
incluida en esta versión. En su debut
local, la soprano china Ying Fang, estuvo asombrosa actuando y cantando
al personaje de Ilia. Conmovedora,
apasionante y enternecedora en escena, dándole el carácter amoroso y delicado con
el que se asocia el papel. Vocalmente
estuvo notable por la dulzura y la musicalidad que imprimió a su canto, con su
ligera pero sutil y distinguida coloración en su timbre, como por dicción y expresión. Intensa, penetrante, perspicaz, pero
convincente estuvo la Elettra que caracterizó la soprano Elza van der Heever,
quien infundió a su canto el dramatismo, la emoción y la fuerza necesarias, con su voz uniforme,
lustrosa y dotada de belleza. El elenco
fue completado con las intervenciones de cantantes pertenecientes al estudio
del teatro, como el bajo barítono Jongwon Han, imponente como la voz del
oráculo, las sopranos Georgiana Adams y Mary Hoskins como las
mujeres cretenses; el tenor lirico Samuel White como el Sumo sacerdote y
de Neptuno y un troyano, y el barítono Olivier Zerouali como otro
troyano. Muy activo y participativo
estuvo en escena el coro del teatro, dirigido por el maestro John Keene,
demostrando ser una agrupación homogénea, profesional y competente en sus
relevantes intervenciones en esta obra. Por su parte la orquesta sonó bien bajo
la conducción de su titular la maestra Eun Sun Kim quien logró encontrar
cohesión con los instrumentistas, para resaltar la musicalidad
característicamente mozarteana, con pausa, seguridad, libertad y ligereza; y
radiante se escuchó el clavecín del
continuo. A pesar de que se eliminaron
prácticamente todos los recitativos y la música de ballet, la maratónica
función superó las tres horas y media de duración; aun así, el público presente
premio el espectáculo y a sus actores con entusiasmo. Después de una pausa, la
San Francisco Opera retomará sus actividades en septiembre, con una nueva
temporada en la que destaca la reposición, a 25 años de su estreno mundial en
este escenario, de la ópera Dead Man Walking de Jake Heggie y Terrence McNally,
Parsifal de Wagner, y el estreno mundial de la ópera The Monkey King, del
compositor chino Huang Ruo.






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