Thursday, July 10, 2025

Idomeneo de Mozart en San Francisco

Foto: Cory Weaver / San Francisco Opera

Ramón Jacques 

Aunque Idomeneo, la ópera seria en tres actos de Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791) tuvo su estreno estadounidense el 4 de agosto de 1947, en el festival Berkshire Music at Tanglewood en Massachusetts (hoy sede de verano de la Orquesta Sinfónica de Boston) fue en realidad la Ópera de San Francisco quien catapultó e introdujo esta obra al repertorio de los importantes escenarios de este país donde ha sido vista, por ejemplo, los teatros de: Chicago, Nueva York, Los Ángeles, Houston; y es a la compañía de San Francisco a la que se le atribuye la relación más cercana con el título, desde que fue estrenada aquí el 10 de septiembre de 1977, con la producción del director y diseñador francés Jean Pierre Ponelle -que aún sigue vigente-, y la conducción musical del maestro inglés Sir John Pritchard, oficialmente, primer director musical de la orquesta del teatro y un ferviente y devoto defensor no solo de Idomeneo, sino también  reconocido por su cualidad para conducir las óperas del compositor austriaco.  El elenco de ese estreno en la ciudad junto a la bahía (City by the Bay), contó con la presencia del tenor suizo Éric Tappy en el papel principal (quien curiosamente falleció el 11 de junio del año pasado, casi coincidiendo con esta noche de estreno), de la mezzosoprano Maria Ewing como Idamante, la soprano francesa Christiane Edda Pierre como Ilia, y la soprano Carol Neblett quien interpretó el papel de Elettra.  Posteriormente en la temporada 1989, Pritchard repuso Idomeneo, en esta ocasión con la revisión hecha por Mozart, en la que el papel de Idamante debía ser cantado por un tenor (cuyo intérprete fue el tenor alemán Hans Peter Blochwitz).  Como anécdota y curiosa casualidad a propósito de aquellas funciones, pocas horas antes de la función del 17 de octubre ocurrió el tremendo terremoto en la zona de la bahía (conocido como Loma Prieta, por su epicentro) que causó daños en diversas estructuras de la ciudad, por lo que la función tuvo que ser cancelada y días después se hizo en versión semi escénica en el teatro Masonic Auditorium de la ciudad. Inmediatamente después de la última función de  Idomeneo, y de vuelta en el War Memorial Opera House, el maestro Pritchard inesperadamente falleció; por lo que en la última producción de la temporada (Die Frau ohne Schatten) la orquesta tocó en su honor la “marcha de los sacerdotes” de propio Idomeneo.  Por último, cabría mencionar el elenco de la producción de 1999 en este teatro, en funciones que aún son muy recordadas, como lo serán en la posteridad (la compañía utilizó fragmentos grabados en esas funciones para promocionar el espectáculo) que tuvo al tenor sueco Gösta Winbergh (Idomeneo), a Vesselina Kasarova (Idamante), Barbara Bonney y Anna Netrebko alternándose como (Ilia) y  a Carol Vaness (Elettra), bajo la conducción musical de Donald Runnicles.  La trama de la ópera inicia durante una terrible tormenta en la que Idomeneo, le promete al dios Neptuno que sacrificará a la primera persona con quien se encuentre, si él y su tripulación sobreviven a las aguas tempestuosas. Al llegar a la costa, su alivio se transforma en horror al ver encontrarse con su propio hijo, Idamante. Idomeneo agoniza por la adversidad que debe enfrentar, mientras Idamante corteja a la princesa Ilia, y a la vez es perseguido por la celosa y voluble Elettra; por lo que en la trama destaca la tensión entre los personajes y su entorno, y sobre todo con las fuerzas de la naturaleza, que son cada vez insostenibles, cuanto más tiempo demora Idomeneo en cumplir su promesa.  Así, la historia y la parte escénica del espectáculo de esta sublime ópera mozarteana llena de intensidad y vividas caracterizaciones, se llevó a cabo dentro de una novedosa idea escénica de la directora australiana Lindy Hume, quien situó la historia y la escena en la era actual en Tasmania, Australia, donde reside. Las escenografías diseñadas por Michael Yeargan, que fueron estrenadas en la Ópera de Australia en Melbourne en el 2023 y repuestas en Sydney en el 2024, son sencillas y austeras, porque encuadran el escenario dentro de una enorme habitación con muros blancos, y vistosas puertas estilo dórico al fondo y a los lados, aunque los muros eran en realidad pantallas donde se proyectaron imágenes visuales de las turbias aguas del mar,  la fauna, la vegetación y las rocosas costas, litorales y playas de esa isla australiana, así como intensas y estrelladas noches; y brillantes y sofocantes tonalidades azules y rojas, que acrecentaban las tensiones dramáticas de la historia, representando la furia de la naturaleza, creando además escenas de sosiego y quietud, en un buen trabajo realizado y curado por David Bergman y por la directora de fotografía Catherine Pettman fundadora de la compañía cinematográfica australiana Sheoak Films. La iluminación que aquí fue fundamental fue ideada por Verity Hampson, y correctos estuvieron los modernos vestuarios de Anna Cordingley, que tuvieron algunos inspirados en honor de los Pelawa Pakana, que fueron los primeros pobladores y custodios  de Lutruwita Tasmania (donde se realizaron las grabaciones vista aquí) con detalles como el plumaje en los hombros del abrigo negro que utiliza Idomeneo, y que al final le coloca en Idamante, como signo de majestad y grandiosidad, y en los oscuros vestuarios de los coristas, que en la escena final sostienen ramas de eucalipto. El trabajo de Hume fue interesante, y con conmovedora elocuencia excavó profundamente hasta llegar al alma de cada personaje a través de sus penas y alegrías, donde la constante era la música casi celestial de la brillante partitura de Mozart.  La única desventaja escénica, que empaño un poco el trabajo de Hume, fue la incesante y continua proyección de imágenes que, llegó a convertirse en una distracción y en una contrariedad para la visión y la concentración del espectador.  Además, la escena se cargó innecesariamente con la inexplicable adición de sillas que durante parte de la función las reacomodaban los coristas a los lados de la escena o en el centro, como en auditorio, sobre un escenario que giraba contantemente en manera circular.  Detalles, aparentemente innecesarios, y que iban en sentido opuesto a la historia, a la que no servían mucho, ni al cuidadoso trabajo de la directora de escena. El elenco vocal, con buenos cantantes, tuvo ciertos altibajo e irregulares cometidos, comenzando con el tenor Matthew Polenzani, quien demostró indudable presencia y dominio del personaje de Idomeneo, papel que ha interpretado en incontables ocasiones en importantes escenarios, y para el cual posee la voz y la densidad necesaria, sin embargo, a lo largo de la función se fue evidenciando cierta perdida en la elasticidad y el color, especialmente en el registro agudo, que su importante aria Fuor del Mar -en su versión más extensa y sin cortes- se escuchó estrangulada y poco refinada. Polenzani es un cantante notable, pero parecería estar frente a un papel que podría estar ya fuera de sus posibilidades.  La mezzosoprano Daniela Mack, a pesar de una indisposición anunciada por el teatro, sacó adelante el papel con intensidad, elasticidad y agradables colores en su oscuro instrumento, en lo único que se vio penalizado su desempeño fue en la proyección de su voz.  El tenor Alek Shrader personificó a un creíble Arbace, con apariencia de filosofo más que de confidente, con un timbre claro, elegante a pesar de que la emisión de sus notas agudas no fue muy pulida o pulcra, especialmente en su aria Se il tuo duol, normalmente eliminada, pero incluida en esta versión.  En su debut local, la soprano china Ying Fang, estuvo asombrosa actuando y cantando al personaje de Ilia.  Conmovedora, apasionante y enternecedora en escena, dándole el carácter amoroso y delicado con el que se asocia el papel.  Vocalmente estuvo notable por la dulzura y la musicalidad que imprimió a su canto, con su ligera pero sutil y distinguida coloración en su timbre, como por dicción y expresión. Intensa, penetrante, perspicaz, pero convincente estuvo la Elettra que caracterizó la soprano Elza van der Heever, quien infundió a su canto el dramatismo, la emoción y la fuerza necesarias, con su voz uniforme, lustrosa y dotada de belleza.  El elenco fue completado con las intervenciones de cantantes pertenecientes al estudio del teatro, como el bajo barítono Jongwon Han, imponente como la voz del oráculo, las sopranos Georgiana Adams y Mary Hoskins como las mujeres cretenses; el tenor lirico Samuel White como el Sumo sacerdote y de Neptuno y un troyano, y el barítono Olivier Zerouali como otro troyano.  Muy activo y participativo estuvo en escena el coro del teatro, dirigido por el maestro John Keene, demostrando ser una agrupación homogénea, profesional y competente en sus relevantes intervenciones en esta obra. Por su parte la orquesta sonó bien bajo la conducción de su titular la maestra Eun Sun Kim quien logró encontrar cohesión con los instrumentistas, para resaltar la musicalidad característicamente mozarteana, con pausa, seguridad, libertad y ligereza; y radiante se escuchó  el clavecín del continuo.  A pesar de que se eliminaron prácticamente todos los recitativos y la música de ballet, la maratónica función superó las tres horas y media de duración; aun así, el público presente premio el espectáculo y a sus actores con entusiasmo. Después de una pausa, la San Francisco Opera retomará sus actividades en septiembre, con una nueva temporada en la que destaca la reposición, a 25 años de su estreno mundial en este escenario, de la ópera Dead Man Walking de Jake Heggie y Terrence McNally, Parsifal de Wagner, y el estreno mundial de la ópera The Monkey King, del compositor chino Huang Ruo.





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