Foto: Fabio Parenzan / Teatro Verdi Trieste
Rossana Poletti
El
Castillo de San Giusto. no es la Arena de Verona ni mucho menos el Castillo de
Sant'Ángel, pero las gradas de San Giusto, las piedras antiguas que rodean la
gran plaza de las Milicias suscitan en la Tosca de Giacomo Puccini, en escena
en Trieste, el sentido de inminencia del peligro, de la muerte que la música
del gran compositor regala al público, que acudió numeroso en una noche
abrasada por el gran calor y por la ausencia de un mínimo soplo de viento. Las
escenografías estuvieron necesariamente contenidas en el gran escenario
construido en la esquina más despojada de la gran plaza, edificada en el siglo
XVI para la defensa militar de la ciudad. En el fondo, dos telas aparecen entre
el primer y el segundo acto: la Madonna que Cavaradossi está pintando y luego
un detalle de los frescos presentes en el Palacio Farnese. La dirección
escénica de Stefania Panighini, lleva el arte de los Carracci a San
Giusto como clave para interpretar la poderosa feminidad de la protagonista. El
director imagina el lienzo y las figuras frente a él imitando a los
protagonistas, luego en el primer acto las mujeres se muestran como en la
pintura a los pies de la Virgen María, en particular el parecido de la marquesa
Attavanti, que producirá en Floria Tosca los celos desenfrenados, y que es la
base de la ruina de los dos amantes. En
el segundo acto, la noticia de la victoria de Napoleón en Marengo está
representada por la imagen gloriosa y las figuras se visten como los antiguos
romanos. A decir verdad, en la escena del "duelo" verbal y físico
entre Tosca y Scarpia, estas coreografías parecen superfluas, incluso negativas.
El paño negro del tercer acto recuerda las telas moradas en las iglesias
durante la cuaresma. La orquesta del Teatro Verdi, situada debajo del escenario
y dirigida por Enrico Calesso, subrayó con maestría los momentos casi silentes y realzó
con el correcto énfasis los pasajes
tumultuosos de la ópera, las inquietudes y las pasiones. Los celos, la maldad,
el amor perseguido le interesaban evidentemente a Puccini más que el gran
fresco histórico de la novela de Victorien Sardou de 1887 (de la cual Giuseppe
Giacosa y Luigi Illica tomaron el libreto), que estaba empapada de crímenes y
de sangre, con abundantes detalles del marco histórico realista y repleto de
personajes secundarios. Tosca debutó el 14 de enero de 1900 en el Teatro
Costanzi de Roma, recibiendo críticas no muy positivas, pero en poco tiempo
entró en el repertorio de todos los teatros líricos del mundo. Los
protagonistas dejaron al público satisfecho: Tosca, fue interpretada por Elena
Pankratova, quien se destacó por la buena identificación con el papel y por
sus capacidades vocales, mostrando volumen y un notable temperamento, sobre
todo en la escena en la que asesina a Scarpia. En “Vissi d’arte” se mostró enamorada y sufriente por su funesta suerte y
no decepcionó en las expectativas. El Mario Cavaradossi de Fabio Sartori
fue fuerte, potente y vigoroso, también en la figura lo es. Esperado el final
en la famosa romanza “E lucevan le stelle”, desgarrador grito de dolor por la
vida que se va agotando trágicamente, Sartori se expresó con sincera
emotividad, de la que quizás careció un poco en el primer acto. El sádico Barón
Scarpia es el personaje que encarna el mal absoluto, la hipocresía y la
falsedad más brutales, usa el poder solo y exclusivamente para su propio
beneficio; verlo autoflagelarse en escena, para ahuyentar los demonios de su
maldad, dejó cierta perplejidad. La voz de Ambrogio Maestri, que lo interpretó,
sigue siendo potente, y superó con
facilidad el estruendo de la orquesta, aunque quizás le faltó resaltar un poco la perversidad de Scarpia en ese
segundo acto, centrado en la evolución del drama que más tarde se representaría:
el asesinato de Cavaradossi y el suicidio de Tosca. El reparto lo completaron
el joven bajo-barítono William Corrò, que interpretó al fugitivo
Angelotti, el convincente bajo Abramo Rosalen (el sacristán), el tenor Andrea
Schifaudo (Spoletta), el bajo Francesco Auriemma (Sciarrone), Damiano
Locatelli (el carcelero) y Sophie Emilie Bernstein (el pastor). En
el primer acto el coro del Teatro Verdi, dirigido por Paolo Longo, y el
coro infantil: Piccoli Cantori della Città di Trieste dirigidos por Cristina
Semeraro llenaron el escenario y fueron los fieles que poblaron la iglesia
cantando el "Te Deum" para celebrar la derrota de Napoleón, mientras
Scarpia ya imagina con feroz alegría el ahorcamiento de Cavaradossi y soñaba
tener entre sus brazos a Tosca, Los decorados fueron de Nicolò Cristiano,
el vestuario de Chiara Barichello, las luces de Emanuele Agliati,
los efectos sonoros de Luca Bimbi. Al final, hubo un éxito descontado
por la participación y cálida aprobación público.
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