Renzo Bellardone
La lectura tradicional única y la
simplicidad constructiva, han hecho que
esta opera italiana, que es muy representada, haya encontrado su hábitat
natural en el escenario del Teatro Regio de Turín, con la dirección de Vittorio Borrelli, la clásica y arabesca
escenografía de Claudia Boasso,
correctos vestuarios diseñados por Santuzza
Calì, y mucho movimiento en escena así como ideas resolutivas en vez de
gags convencionales fueron el punto de fuerza de esta producción que divirtió
mucho. La conducción confiada al joven Daniele Rustioni pareció puntual y
rica, y subrayando las evidencias de la
elegía y la ironía rossiniana, fue vigorosa y atenta, y desde la sinfonía
delineó el diseño arquitectónico de todo el conjunto. Con un parpadeo
fantasioso, la obra bien podría ser una historia de amor, infidelidad o
reflexión en la que domina la gracia y la seducción femenina. Daniela
Pini es una contralto de bellas y bronceadas coloraturas y facilidad en los
agudos, que prestó su voz a la bella italiana Isabella. “Per lui che adoro” se convirtió en un aria
rica de poesía. Su fiel enamorado Lindoro vivió gracias al a aguda voz de Antonino Siragusa, bien adaptado al
papel por ductilidad vocal como por comicidad actoral. Linda
Campanella soprano de tonos mórbidos pero vibrantes fue la mujer de Mustafá
que fue interpretado por el bajo Simone
Alberghini quien ofreció colores oscuros y tonos profundos unidos a una
divertida gestualidad y acción. El bajo Marco Filippo Romano interpretó a
Taddeo con una mímica sorprendente y con dotes vocales apreciables por
extensión y por tonalidades de colores que valorizaron su interpretación. Alessia
Nadin fue una simpática Zulma y aunque es breve el papel lo delineó muy
bien. Haly interpretado por Federico Longhi fue apreciado por su
profundidad y rotundidad. El coro
dirigido por el Claudio Fenoglio
representó un componente de valor. La música vence siempre
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