Suzanne Daumann
En el tiempo que Schubert vivió, tanto el cómo sus amigos realizaban
encuentros musicales de manera informal que llamaron Schubertiads. Por ello, el nombre Schubertiade fue la
elección obvia para crear un festival dedicado a este compositor. Fundado en
1976 por Hermann Prey, el festival atrajó a los mejores intérpretes de lied y músicos
de cámara de ese tiempo. Después de realizarse en diversas localidades,
festival cuenta ahora con dos perfectas salas: el Markus-Sittukus-Saal en Hohenems
y la Angelika-Kauffmann-Saal en Schwarzenberg. La segunda es un salón renovado
y construido de madera cuya ubicación permite un magnifico panorama de montañas
y pastizales, en un exuberante valle verde. Su cálida e íntima atmosfera crea
una verdadera sensación de Schubertiade, de amigos que se reúnen para celebrar
la vida y la música. La sala cuenta con una maravillosa acústica, aire
acondicionado, acceso para gente deshabilitada, brillantes y limpios asientos
de madera, y está considerado como uno de las mejores salas para recitales. Christoph Prégardien y Michael Gees inauguraron el festival de
este año con un recital de baladas de varios poetas y compositores. Los
compositores incluyeron al propio Gees, cuya composición de “Zauberlehrling” de
Goethe no tiene nada que envidiarle a las de Lachner, Wolf o Loewe. Comenzaron con “Der Nöck” de Loewe, y después
de unas notas tenebrosas, ambos ingresaron a un mundo de magia y cuentos de
hadas, de drama y de risa, con el público acompañándolos. La tersa y dulce voz
tenoril de Christoph Prégardien, y la
sutil presencia al piano de Michael Gees, dieron vida a cada uno de los
personajes de las obras y a su ambiente y atmosfera. Una tormenta de rayos en
el exterior, añadió un poco de drama a la velada y mientras los rayos se podían
ver desde la sala de conciertos. Para mí el arte de las canciones de lied es el
arte de entender e interpretar la poesía. Las baladas fueron una forma original
de canciones de baile, antes que el nombre fuera utilizado para poemas de
extensa narrativa, particularmente en la literatura alemana del siglo 18 en
adelante, por ello es lógico que aquellos poemas hayan sido musicalizados. Cada
balada es en sí un drama real que requiere de mucha habilidad para hacer
resaltar cada detalle, cada matiz del texto y su tratamiento musical. Gees y Prégardien poseen esa habilidad y nos transportaron
a través de una velada musical tecnicolor. Sentimos escalofríos mientras “Zwerg”
de Schubert, asesinaba a su aristocrática amante, y contuvimos la respiración en
“Bürgschaft” de Schiller, el héroe que atraviesa diversos obstáculos para
mantener su promesa de salvar a su amigo de la cruz. Suspiramos con el amor imposible de
“Meerfrau” de Heine, compuesta por Franz Lachner, y reímos con el aprendiz de
brujo y su desobediente escoba – una vez más bravo para Michael Gees! En “Ritter
Kurt’s Brautfahrt” de Goethe y de Wolf reímos a carcajadas con la irónica descripción de los problemas de los
caballeros con sus amantes, sus luchas y con usureros; y temblamos nuevamente
con “Feuerreiter” de Wolf y “Traumbild” de Heine, con música de Franz Lachner. El público ovacionó a los artistas con fuertes
aplausos, por ello se ofreció una propina. Pero ¿A quién que no fuera Prégardien
se le ocurriría interpretar “Erlkönig”
como la pieza apropiada para el momento? Al retirarnos de la sala, la tormenta había
menguado, media luna brillaba en un mundo mágico y muchas historias y melodías aún
permanecían en nuestros pensamientos. ¡Así
es como debe ser una noche de Scubertiade!
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