Por José Noé Mercado
Publicado por cortesía del periódico El Financiero, donde se publicó originalmente el 15 de mayo del 2013
“Un pueblo
desprovisto de Estado busca salvación
en los símbolos”
El Imperio
Ryszard Kapuscinski
1: Buenas intenciones
En la historia operística reciente de nuestro país, el público
lírico escucha cada cierto tiempo las nuevas ideas y planes de acción que los
directivos de la Compañía Nacional de Ópera en turno se esmerarán en llevar al
cabo a través de su gestión para así revitalizar un sistema casi siempre a
punto de caer en coma y aprovechar no sólo la infraestructura cultural de
México, sino también los valiosos talentos nacionales que surgen de manera
feliz y constante.
En anuncios oficiales, declaraciones y entrevistas de prensa, esos
directivos, con cierto mesianismo tropicalizado y no hay duda de que con buena
fe, han enunciado en su momento pretensiones como priorizar la calidad por
encima de la cantidad; dar el paso hacia producciones más contemporáneas;
renovar el repertorio trillado; no olvidar los títulos clásicos; revivir el
concepto de un Taller o Academia de la Ópera; “importar” mexicanos radicados en
el extranjero para enriquecer las temporadas nacionales; intentar coproducir
con otras compañías del mundo o traer sus puestas en escena por un precio
asequible; acabar con los elencos repetitivos del pasado; impulsar a los
jóvenes valores; utilizar la experiencia de los artistas ya maduros; programar
una cuota de óperas mexicanas; recurrir únicamente a los cantantes con carrera
consolidada; incluir una mayoría de extranjeros para dar brillo a nuestros
escenarios; paliar la falta de funciones con puesta en escena con galas;
presentar cada título con dos o tres elencos distintos, y otra serie de medidas
que terminan como ocurrencias no porque en sí mismas sean desdeñables, sino
porque están desarticuladas en el tiempo y, más en el fondo, de un plan
integral de cultura de la nación. Por ello su vigencia es perentoria en un
escenario cuando mucho sexenal y cada nuevo funcionario las desecha y aporta
sus propios entendidos de política cultural.
No obstante, es este catálogo de buenas intenciones y, de nuevo,
la riqueza de talento lírico y creativo mexicano del que puede echarse mano y
que a veces logra concretar funciones de admirable calidad, lo que alimenta y
mantiene caminando el cadáver en que durante los últimos sexenios se ha
convertido la ópera oficial de México. La paradoja sobreviene porque estos
esfuerzos no parecen dirigirse a puerto alguno y se mantiene una desesperante
inercia. El zombie deambula sin encontrar la cura ni el descanso eterno.
2: El anuncio
La Ópera de Bellas Artes (¿ya no Compañía Nacional de Ópera?)
tendrá una “nueva época” encabezada por el tenor Ramón Vargas, quien a partir
del 1 de mayo se convirtió en su director artístico. Así lo anunciaron
conjuntamente en conferencia de prensa el pasado 23 de abril Rafael Tovar y de
Teresa, presidente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, y María
Cristina García Cepeda, directora del Instituto Nacional de Bellas Artes. Con este “ambicioso proyecto renovador”, expresó Tovar y de
Teresa, “se dan condiciones únicas que no tendrán ningún otro beneficiario que
la ópera en México”. Para ello, el Conaculta directamente duplicará el
presupuesto asignado a la institución lírica para que en 2013 cuente con un
total de 50 millones de pesos. Vargas expresó que “éste es un momento único e
histórico” que buscará la excelencia en Bellas Artes.
El nuevo funcionario público y tenor en activo anunció la creación
del Estudio de la Ópera de Bellas Artes, con sede en el Teatro Regina y con
operaciones a partir de septiembre, en el que se desarrollará a unos 12 o 15
cantantes jóvenes profesionales (“no alumnos de canto”) y que será coordinado
operativamente por José Octavio Sosa (hasta entonces director de la CNO) y
artísticamente por el barítono Jesús Suaste. Tendrán a los mejores maestros, coaches e incluso a médicos que les
enseñen a comer porque “los cantantes somos los atletas de la voz”, expresó
Vargas, quien contará en su equipo con el también tenor Octavio Arévalo en el
puesto de subdirector artístico y con Jaime Ruiz Lobera en la dirección
ejecutiva.
Ramón Vargas también dijo que se hará más ópera y que se tendrá
una estrecha vinculación con los estados de manera que la labor tenga una
expresión realmente nacional en los 33 teatros de la república (con la
preparación de los elencos para las coproducciones a cargo también de Suaste);
habrá igualmente producciones adaptadas para el público infantil; traerá a una
pianista repasadora de la Scala de Milán que enseñe a los pianistas que laboran
en la Ópera de Bellas Artes, porque “no puede ser posible que sigan siendo
ciegos guiando a otros ciegos”.
“Debe quedar claro que esto no será una agencia de colocación de
empleos”, advirtió el tenor. “No se trata de que ahora todo mundo piense que
encontrará trabajo en este proyecto, porque lo único que buscaremos será la
excelencia”.
Luego vinieron preguntas de los periodistas presentes en el evento
celebrado en la cafetería del Palacio de Bellas Artes. Los nuevos funcionarios
contestaron cada una de ellas, pero no dejaron la impresión de ser respuestas
concretas. Por ejemplo, no especificaron cuál es el diagnóstico o estudio del
cual partieron para la puesta en marcha de este proyecto, más allá de subrayar
que no son ocurrencias, que todos los que han cantado ahí por más de 30 años
saben lo que se necesita y se ha reflexionado en ello a lo largo del tiempo en
reuniones y charlas de café. Tampoco pudieron ofrecer más programación de
temporadas o elencos que la hecha por Sosa para 2013 antes de dejar el puesto: El trovador de Giuseppe Verdi en junio
con Ramón Vargas en el rol principal, El
holandés errante de Richard Wagner en octubre en conjunto con el Festival
Internacional Cervatino, quizás alguna gala por los 75 años del Coro del Teatro
de Bellas Artes y tal vez Un baile de
máscaras de Verdi para cerrar el año.
Sintomáticamente, nadie habló de la ópera mexicana ni de planes
que contemplen a los compositores nacionales o a la creación como vertiente del
género lírico. Tampoco de reformas fiscales, normativas, de logística y
operación o del papel que podría tener la iniciativa privada en esta nueva
época. Cuando le preguntaron a Ramón Vargas sobre la transparencia en la
futura integración de elencos y en los seleccionados para el Estudio,
respondió: “No queda otra más que tener fe en mí, como se tiene fe en el amor.
Sin fe, sin creer, nada en el mundo puede lograrse y entonces no haríamos
nada”.
3: Sí se puede
Las reacciones al anuncio de la nueva época de la Ópera de Bellas
Artes y del equipo directivo que buscará concretarla han sido numerosas, de
varios sectores y contrapuestas. Algunos medios impresos y digitales, así como
las redes sociales han servido para esta discusión que involucra el estado y
acaso el futuro lírico de nuestro país. El nombramiento del tenor Ramón Vargas y en menor medida el de su
equipo es uno de los factores que han detonado la lluvia de opiniones y
pareceres. Desde hacía mucho tiempo no se tenía en ese puesto a una
personalidad reconocida en el medio lírico internacional y eso deja en claro
que los jerarcas de la cultura de México desean atender el rubro operístico.
Eso es para celebrarse.
Porque, sin duda, Ramón Vargas es un admirable símbolo del canto
operístico para la comunidad de nuestro país, ya que cuenta con una carrera
prestigiada que rebasa las tres décadas, desarrollada en los escenarios más
respetados del orbe y acreedora de incontables reconocimientos. Es también no sólo el símbolo del cantante que emigra (porque su
talento no tiene fronteras pero también porque las condiciones líricas de
México no le dejaban otra opción a sus ambiciones), sino del migrante que
triunfa, del paisano que logra su cometido y ascenso profesional. Es símbolo
del sí se pudo, del otros podrían lograrlo. Del cangrejo que
se salió de la cubeta y adquirió mundo. Del que se siente envidiado (y quizás
lo sea) porque ya la hizo y como pocos.
Es símbolo provocador del me siento su
amigo porque me da prestigio, del hablo
bien de él a ver qué saco, del en una
de ésas me presenta con alguien y me ayuda a ser lo que creo que es él.
Pero ahora, aún gran cantante en activo, mentor generoso de
algunos becarios, también puede ser símbolo de la esperanza o del que antes
criticaba lo que hoy dirige.
4: Impresiones
Entre las percepciones más valoradas en el nombramiento de Ramón
Vargas como director artístico de la OBA resalta justamente su prestigio
internacional. La soprano mexicana más destacada en la actualidad
internacional, María Alejandres, lo dice así: “Puedo expresar de manera
totalmente objetiva que considero muy acertado que alguien de la talla del
maestro Ramón Vargas esté a cargo de tan importante puesto en la Compañía
Nacional de Ópera, ya que se necesita esa visión, experiencia y sensibilidad
para formar elencos e impulsar y guiar a nuestros jóvenes cantantes mexicanos
formando un estudio de ópera, el cual no se había considerado en los años
anteriores. Yo aplaudo y apoyo esta nueva etapa de la CNO”.
Por otra parte, el tenor René Velázquez asegura que un escenario
así siempre había sido buscado por los cantantes: “Celebro que ahora la ópera
esté en manos de artistas y no sólo de diletantes o melómanos. Creo que es un
buen proyecto con personas experimentadas y dando a cada quien un lugar en lo
administrativo, ejecutivo y artístico; aunque pienso que no debe dejarse de
lado el que no se puede ser juez y parte; no sería ético que los compañeros que
forman parte de la dirección o el liderazgo del proyecto, o su grupo de amigos,
sean los primeros o los únicos en cantar, porque eso sólo sería otra vez pan
con lo mismo”.
En esa inquietud coincide el también tenor Rafael Álvarez Nava:
“Veo aquí dos problemas. Uno: ¿los elencos y la formación de temporadas y del
estudio se harán de forma imparcial y justa o seguirán las mafias para el
control o manejo del poder? Dos: ¿se fomentará principalmente el apoyo al
talento mexicano? En mi punto de vista alguien debería por fin juntar a todos
aquellos mexicanos que tenemos éxito en el extranjero y no somos conocidos en México.
A mí me han aplaudido más en Grecia o Alemania que en mi propio país, donde ni
siquiera me ubican. Ojalá Ramón Vargas vea más allá de lo que una persona
aparenta y no sólo se guíe por simpatía o preferencia. En mi caso, sé de
antemano, por serle una persona non grata,
que jamás pisaré Bellas artes para cantar ópera. Sin embargo, deseo que el arte
lírico que es llevado por cientos de mexicanos por el mundo sea visto en
México”.
Por otra parte, el crítico musical de la revista Proceso, Mauricio Rábago Palafox pone
sobre la mesa de discusión el que Ramón Vargas sea un cantante en activo, que
no radica en nuestro país y que no pondrá todo su tiempo y empeño en atender la
compleja problemática de la ópera en México. Además, asegura, “los cambios
anunciados son de nombres. Un enfermo grave no mejora porque le cambies la
camisa, eso es estético; si no extirpas su mal y lo curas de fondo no habrá
mejora. Acallar a los que hace poco criticaban no mejorará nada. Todo lo
contrario. El que Vargas sea un gran cantante no lo convierte en automático en
un buen director artístico. Son habilidades muy distintas. Claro que habrá
quienes digan que hay que darle el beneficio de la duda, pero en todo caso
habría que preguntar por qué el INBA no llama a gente de destreza probada en
vez de pensar en alguien que tiene fama canora pero que no ha mostrado un
perfil de administrativo artístico. Y lo mismo aplica a Suaste y Arévalo. ¿Al
ser cantantes en activo, ¿se podrán autocontratar? ¿Quién fijará el monto de
sus honorarios?”
Para Iván Martínez, editor de la revista musical L’Orfeo, “resulta sorprendente, viendo
cuán atinada fue la administración de Tovar y de Teresa en la década de los
noventa y cuán cuidadoso ha sido el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto en
cada nombramiento y en cada acto mediático, que se recurra al menos cuidadoso
de los personajes operísticos, Ramón Vargas, cuyo desdén a la ópera de México
es abierto. Sus múltiples declaraciones contra el público, los grupos artísticos
y la prensa mexicana, y ahora la súper frase de un ‘único e histórico momento
para la ópera de México’ (¡por supuesto no podría ser de otra manera cuando él
la encabezará!), demuestran el nivel de autocrítica que tendremos. No auguro
una ‘nueva época’ de mucha brillantez, aunque espero que en alguien quepa la
decencia y no se llenen las producciones con este tenor y con Octavio Arévalo,
quien ha pasado más de una vergüenza en el Teatro de Bellas Artes, y que se
transparenten (como nunca ha pasado) los ingresos de Vargas en México y que
estos dos nuevos proyectos, el académico y el de vinculación con los estados,
tengan el mayor de los éxitos”.
El crítico de ópera y coordinador de la sección internacional de
diversas publicaciones especializadas, Ramón Jacques, suma su reflexión sobre el
anuncio de la nueva época de la Ópera de Bellas Artes, sintetizada en tres
puntos: “1) Fue vergonzoso que Ramón Vargas, que se precia de ser muy
profesional en lo suyo, no se haya preocupado por enterarse o empaparse un
poco, lo mínimo (una milésima) sobre la compañía que ahora va a dirigir y de la
que seguramente cobrará muy bien como funcionario publico. 2) A partir de ahora
será una compañía de ópera tan única en el mundo, como irreal; porque sus
proyectos están sustentados en ánimo, entusiasmo, ganas, fe, amor y mucho
trabajo. No habrá problemas de burocratismo, sindicalismo, o con los cuerpos
estables. No se aportó ningún tipo de dato (estadístico, normativo, planes
presupuestados) que haga pensar que las cosas se harán diferente de como se
vienen haciendo hasta ahora. 3) La nueva época de la Ópera me parece que será
discriminatoria para muchos mexicanos, porque Bellas Artes, que no es ni será
más una agencia de colocación de empleos, cito a Vargas, sólo estará disponible
para cantantes con carreras consolidadas. Yo me pregunto: ¿cuántos cantantes
tenemos en México que en verdad cumplan esa condición?”
5: Grupos Artísticos
Para el tenor Luis Alberto Sánchez, representante de los Grupos
Artísticos del INBA (D-III-188, Sec. XI del SNTE), los planes anunciados por el
nuevo director artístico de la Ópera de Bellas Artes son “un rosario de buenas
intenciones, porque ni siquiera creo que existan las condiciones legales y
administrativas dentro del Instituto o de la organización administrativa
pública para que pueda plantearse de manera tan maravillosa, como lo hicieron,
una nueva etapa de la Compañía Nacional de Ópera. Por ejemplo, si Ramón Vargas
viene y gracias a su fama y trayectoria como cantante pudiera conseguir un
mecenas para la Ópera no va a tener manera de meter esos recursos al
Instituto”. El representante de los grupos que, entre otros, incluyen a la
Orquesta y al Coro del Teatro de Bellas Artes, asegura que ya están
acostumbrados a este tipo de anuncios espectaculares que luego se diluyen. El
problema de la Ópera desde el punto de vista administrativo, considera Sánchez,
es que “no hay un plan de largo plazo. Cada quien llega y hace lo que puede, lo
que cree que valdría la pena; y trae a personas que considera que le ayudarán a
hacer funciones de calidad, aunque muchas veces no sea así, o han traído
también a gente contratada por compromiso. Son muchas cuestiones a resolver,
pero no se ha logrado porque siempre es a partir de cada nuevo directivo, que
tiene o ha tenido sólo planes personales y no de largo plazo”.
El apoyo mostrado por parte de los titulares del Conaculta y del
INBA para que Ramón Vargas encabece esta nueva etapa operística en el país es
significativa, en apreciación de Luis Alberto Sánchez. Pero mientras no se
resuelva a fondo su problemática, “el riesgo de siempre es que si por alguna
razón política, ni siquiera de desempeño, esos funcionarios se van y se corta
el apoyo, todos, incluido Ramón, nos vamos a quedar colgados de la brocha”. Sánchez recuerda que Ramón Vargas ha dicho públicamente que lo
peor que hay en la ópera en México son los sindicatos, pero asegura que él y
los Grupos Artísticos ni siquiera se sienten agraviados, porque saben que lo
dicho fue a través del filtro de Alonso Escalante (otrora representante en
México del tenor) quien como director de la Compañía Nacional de Ópera cometió
muchos errores (como poner de segundo de abordo en su gestión a Daniel Elizondo
Ferrigno) y ellos se los echaron puntualmente en cara.
Asimismo, el representante sindical estima que Vargas no conoce a
fondo la situación de la Ópera de Bellas Artes ni sus propias atribuciones en
el cargo: “Por ejemplo, dijo que en el Palacio se hacen hasta primeras
comuniones, pero que ya no va a permitirlo. Y uno puede preguntarse: ¿será
director de la Ópera o Gerente del Palacio o Subdirector del Instituto?, porque
todo eso no depende de él ni del director de la Compañía. Creo que en ese
sentido ha visto la película pero tendría que leer el libro para saber los
detalles”. De hecho, expresa Sánchez, “no sabemos todavía si su nombramiento
es honorario o político para presentar esta nueva era o de qué tipo. Porque si
es así, él podrá dar ideas de proyectos pero el poder recaería en quien tenga
la autoridad de firmar un cheque o un contrato. Si es realmente un director de
área es problemático, porque entiendo que tendría que estar en su oficina o la
Función Pública podría hacerle recomendaciones por no atender su trabajo, así
sea Ramón Vargas. ¿Cómo piensan resolver esto si Vargas es el director titular?
¿Va a cobrar nada más los días que despache en la calle de 5 de mayo? Los días
que tenga que cumplir contratos como cantante por todo el mundo, ¿no va a
cobrar? Esto lo digo porque me parece que hay muchos huecos en este anuncio. Me
parece que primero hicieron el anuncio y después verán lo que van a hacer”.
De cualquier manera, concluye Sánchez, “aunque desconozco cuál sea
la experiencia administrativa de Ramón, tendría la esperanza de que aporte su
conocimiento y prestigio como cantante para hacer ver a los directivos y
administrativos del Instituto todo aquello que se requiere para que podamos
hacer un buen trabajo. Porque, aunque a veces nos tachan de ser los malos de la
película, lo cierto es que nosotros, los Grupos Artísticos, somos los que nos
quedamos, mientras que los directivos se van. En ese sentido, a nosotros nos
beneficia que las actividades tengan calidad y marchen de la mejor manera”.
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