Thursday, August 29, 2013

Un sueño de Hans Sachs: Die Meistersinger von Nürnberg en Salzburgo

© Salzburger Festspiele / Forster
 
Luis Gutiérrez
 
Salzburgo, 20/08/2013. Grosses Festspielhaus. Richard Wagner: Die Meistersinger von Nürnberg. Ópera en tres actos (21 de junio de 1868, Königliches Nationaltheater, Münich) con libreto del compositor. Stefan Herheim, puesta en escena. Heike Scheele, escenografía. Gesine Völlm, vestuario. Olaf Freese, iluminación. Martin Kern, video. Elenco: Michael Volle (Hans Sachs), Roberto Saccà (Walther von Stolzing), Anna Gabler (Eva), Peter Sonn (David), Georg Zeppenfeld (Veit Pogner), Monika Bohinec (Magdalene), Markus Werba (Sixtus Beckmesser), Thomas Ebenstein (Kunz Vogelgesang), Guido Jentjens (Konrad Nachtigall), Oliver Zwarg (Fritz Kothner), Benedikt Kobel (Balthasar Zorn), Franz Supper (Ulrich Eisslinger), Thorsten Scharnke (Augustin Moser), Karl Huml (Hermann Ortel), Dirk Aleschus (Hans Schwarz), Roman Astakhov (Hans Foltz), Tobias Kehrer (sereno). Miembros del programa de cantantes jóvenes del Festival de Salzburgo YSP (aprendices). Asociación de Conciertos del Coro de la Ópera de Viena. Orquesta Filarmónica de Viena. Director musical: Daniele Gatti. [Co–producción con la Opéra National de Paris.
 
Confieso que Wagner no es exactamente mi “cup of tea”, pero debo de decir que si hay una de las llamadas pomposamente por el mismo Wagner “Gesamkunstwerke” que me guste, y hasta disfrute, es precisamente Die Meistersinger von Nürnberg. Debo agregar que cuando asistí a un intento descarado de asesinato de Die Entführung aus dem Serail dije que jamás repetiría el nombre del ponedor de escena que protagonizó el desaguisado hace diez años. Por fortuna puedo decir que tengo que cambiar de opinión y nombrar a Stefan Herheim quien logró una de las mejores escenificaciones que he visto de esta ópera. El director de escena plantea la obra como un sueño de Hans Sachs, en el que los tres actos se desarrollan en diferentes áreas de la vivienda–taller del zapatero. La obra inicia aún antes de la obertura cuando vemos a Hans sentándose a su escritorio y escribir en un papel la letra de un poema a emplear en una canción. El Maestro cierra un telón de gasa sobre el que aparece una proyección de lo que veíamos en el proceso de la composición y es hasta ese momento que la orquesta ataca la formidable obertura de la ópera. El primer acto, que Wagner coloca en las últimas bancas de la iglesia de Santa Catalina en Nürnberg, sucede en un escenario que simula en enormes dimensiones el escritorio del poeta. La escenografía hace gala al duplicar detalladamente los cajones y adornos del mueble en el que el Maestro (Sachs, no Wagner) compone su música. El segundo acto se desarrolla no en el Nürnberg imaginado por el Maestro (Wagner, no Sachs)  sino en el también magnificado taller de zapatería de Hans, que por supuesto da a un espacio abierto cerrado por la casa de Veit Pogner que es el ropero de Sachs. El director enfatiza el erotismo entre el viudo zapatero y la joven hija del rico orfebre, respetando siempre la contención de Sachs y dando a entender que a Eva le cuesta mucho más el no pensar en la posibilidad de unirse al viejo mentor. La escena no termina en la batahola que vemos normalmente, sino en su sueño salvaje en el que de los libros de cuentos de hadas colocados en los libreros, brincan una multitud de personajes para unirse a una orgía de dimensiones mayúsculas en las que, por ejemplo, Caperucita Roja y el lobo feroz se divierten por su lado, Blanca Nieves persigue a los siete enanos, o bien el Gato con Botas intenta sodomizar a otro animal que no pude identificar. Esta escena no es gratuita en modo alguno, pues plantea la misma batahola imaginada por el Maestro (Wagner, no Sachs), inmersa en el sueño descontrolado del Maestro (Sachs, no Wagner). El tercer acto se desarrolla en todo el taller, no en el médano de las afueras de Nürnberg, de nuevo amplificando todos los muebles con un detalle muy cuidadoso.
Uno de los factores que hicieron que esta función fuese aún más disfrutable, al menos en mi caso, fue un corte importante posterior a la canción del premio y a la conminación de Sachs a Walther a aceptar la importancia del arte alemán, además de que darse con la hija de Pogner, que es el premio que suscita la entrada del caballero ajeno a los gremios. Al final de la obra, después de volver a cerrar y abrir el telón de gasa vemos en sus ropas de cama tanto a Sachs como a Beckmesser. ¿Fue un sueño o dos, y si fueron dos, fueron complementarios? Eso lo decide cada quien. Con independencia de lo que cada quien interprete, debo decir que el director de escena en todo momento se apegó estrictamente a la complicadísima partitura de Wagner.  La interpretación de Michael Volle como Hans Sachs fue estupenda, probablemente la mejor que he visto. Georg Zeppenfeld como Veit Pogner y Markus Werba como Beckmesser lucieron más jóvenes de lo normal, aunque en el caso del burócrata es justificable pues trata desesperadamente de conquistar a Eva. Por fortuna sus interpretaciones vocales fueron impecables, aunque no brillantes. Hubo quien protestase la actuación de Roberto Saccà como Von Stolzing, aunque en mi opinión fue más que correcta pues, pese a que el germano–italiano ya no se cueza al primer hervor, da una apariencia de caballero mucho mejor de los grandes toneles que cantan este papel. Su ejecución vocal fue estupenda al interpretar este heldentenor wagneriano, que sólo puede competir en longitud y dificultad musical con el de Siegfried. Peter Sonn fue un David ejemplar. En cambio quienes me parecieron muy por debajo de lo requerido fueron las mujeres, especialmente Anna Gabler como Eva. El resto de los maestros estuvo muy bien interpretado tanto vocal como histriónicamente. Daniele Gatti es de esos directores cuyo prestigio no entiendo. Por supuesto que dirigir esta ópera con una enorme orquesta, coro, solistas, y un mundo más de personas en el escenario en momentos, así como una longitud enorme, es  muy demandante, pero a decir verdad creo que en momentos dependía fundamentalmente de los maestros (no cantores) de la Filarmónica de Viena y de los maestros (cantores) de la Asociación de Concierto de la Ópera de Viena, quienes con su conocimiento y calidad le ayudaron a llevar las 5 horas y media (hubieran sido 6 sin el corte del himno al arte alemán) que dura esta obra a buen puerto. El sueño de Sachs fue una forma magnífica de disfrutar de esta obra y además entendí que no es tan malo olvidar el pizarrón donde marcamos los errores a medida que los vamos detectando.


 

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