Foto: Sondra Radvanovsky - copyright Robert Millard / LA Opera
Ramón Jacques
Como ya ha sucedido en diversas ocasiones en el
pasado la Los Ángeles
Opera vuelve a encomendar una producción escénica a un director de escena ajeno
al mundo de la opera. El resultado de invitar directores cinematográficos de
Hollywood o de otro tipo de espectáculos ajenos al mundo de la opera, no siempre
ha sido positivo, y en esta nueva producción no encontramos ante una poco
atractiva y convincente idea del director ingles John Caird (mejor conocido por su éxitos montaje del musical Les Misérables), que situó la trama de
Tosca en un tiempo cercano a la primera guerra mundial, desvirtuándola con
excesiva y superflua violencia, ejecuciones y sangre en escena. En una iglesia
semi destruida con una enorme pintura y andamios, una bodega abandona con obras de arte, y en vez de
prisión, en un campo de concentración con cuerpos ahorcados colgando del techo,
transcurrió la opera. Los vestuarios fueron adecuados al periodo, pero la iluminación,
que hizo más oscura y lúgubre la escena, y la sobreactuación de la mayoría de
los personajes creó una imagen errónea de lo que Tosca es. Lo que sobresalió
y dejó una huella indeleble en el público presente fue la presencia de Sondra Radanosky por su admirable
interpretación del papel principal. Con radiante presencia, mesura y elegancia
sobre la escena, la soprano estadounidense desplegó una voz de amplia de oscura
coloración, homogénea y segura con la que emitió conmovedores pianos. A su lado,
el resto del reparto palideció en su desempeño con un Marco Berti, que aportó temperamento al papel de Cavaradossi pero apostó
por la fuerza de su instrumento y cantó de sus arias de manera poco sutil y
destemplada. El barítono Lado Ataneli
exageró dando vida a un perverso y violento Scarpia, cantando con potencia
desmedida. El resto del los interpretes solo cumplió de manera discreta en cada
uno de sus papeles y el coro dejo una grata impresión. En el podio, el actual
director de la compañía, Plácido Domingo
se encargó de dirigir a la orquesta con seguridad y convicción, a pesar de
algunos altibajos en los tiempos y la dinámica que causaron algunos desfases
con el escenario.
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