Thursday, August 22, 2013

Ramon Vargas: el trono vacio


Xalapa, Ver. / José Manuel Recillas / El Imparcial de Veracruz) Si como dice el proverbio bíblico, “por sus frutos los conoceréis”, la Era dorada de la ópera en México tan aplaudida por la prensa servil y vendida, anunciada y festejada por la llegada del tenor Ramón Vargas al frente de la Ópera de Bellas Artes (OBA), parece que ya no llegará. No sólo no se ha visto en su Administración el menor rasgo de organización, sino siquiera de sentido común. Vamos, ni siquiera ha mostrado el más mínimo asomo de respeto hacia quienes en este país han hecho y hacen ópera. Su desprecio por los nacionales muestra a ‘Don Titino’, como le decía Eduardo Mata cuando lo conoció hace más de tres décadas, como un funcionario público poco capaz, sin ideas originales, y con delirios de grandeza salidos de algún libreto en que él fuera el héroe que debe redimir a un pueblo ignaro y despreciable. Para él, al parecer, México es, como aquel poema de Othón, “el desierto, el desierto, el desierto”. Dos recientes desaguisados, uno, rueda de prensa de por medio, fue adjudicarse el esfuerzo y logros de terceros, como propios, al anunciar que la producción del Teatro del Bicentenario del “Rigoletto” recién estrenada, es fruto de su brillante idea de co-producir ópera con los estados de la República, sin haber llegado a un acuerdo previo con los encargados de esta puesta en escena. Y la prensa arrastrada y servil repite como perico de tienda barata el mismo desatino, repitiendo no sólo la mentira del director de la OBA, sino insultando y faltando al respeto a quienes desde hace más de un año vienen trabajando en esta magna producción. Ignorante como ella sola, la escasa prensa “especializada” (con muy pocas excepciones) no ha dudado en aplaudir a quien nada tuvo que ver con su realización, y, tal como en los tiempos de Luis XVI, acuden en tropel, babeantes, boletos, estancia y alimentación cortesía del contribuyente, a demostrar que como buenos lacayos está dispuesta a aplaudir acríticamente lo que sea, con tal de ganarse las migajas que el emperador de la ópera tiene a bien ofrecerles. Curiosamente, en Calderones, cerca de Silao –no muy lejos de donde se estrenó este “Rigoletto”– se filmó “Heli”, la película de Amat Escalante, en lo que son dos realidades contrastadas: por un lado, el Teatro del Bicentenario y los wannabes y believers presos de un furor enloquecido, y por el otro el México vejado, violento y sin salida, al que prefieren no prestar atención. Son más importantes sus sueños de burgueses y la limosna que el emperador les arroja con abierto desdén desde esa mesa a la que nunca serán invitados porque el hedor los muestra como los plebeyos que en realidad son que hablar con un mínimo sentido crítico. Así, la “prensa especializada” muestra su carácter refractario, acrítico, a la realidad y a los hechos: que el emperador, como un caballo desbocado, defeca cada vez que da un paso y protege la ineptitud y la holgazanería de sus subalternos. Y para muestra, basta un botón. A una semana de haber salido de su cargo Octavio Arévalo, ni la OBA, ni el INBA ni Conaculta han oficializado nada, y su sustituta, la también cantante Encarnación Vázquez, no se ha presentado a su oficina a trabajar.  Y cómo habría de hacerlo si no hay quien la supervise, si el emperador anda en el exilio conquistando teatros, públicos, y haciendo acuerdos estratégicos con sus cotlapaches europeos para traerlos a México, y organizando una cortina de humo llamada “audiciones”, que no servirán ni para elegir elencos –el rey ya tiene a sus elegidos en esta farsa pública; Olivia Gorra, por ejemplo, ya anuncia en su página oficial que cantará “La flauta mágica” para el próximo año, sin que haya audicionado ni ella ni nadie más… Y mientras el trono de “Don Titino I” está vacío, y todas las oficinas cerradas a piedra y lodo, Encarnación Vázquez se dedica a haraganear a pierna suelta y a mostrar que también para ella hay cosas más importantes que organizar algo en la OBA. Uno puede toparse en su muro de Facebook no con ideas o planes a desarrollar para el proyecto de su Alteza Serenísima, sino a compartir estos bellos pensamientos con quien inopinadamente se tropiece con éste: “Salen y llegan. Ideas. Tareas. Historias y poemas. La vida es un libro abierto a través del cual aprendo. En él escribo notas entrelazadas con la realidad. Vivo a diario una experiencia que se va en cuanto llega pero que deja su imagen en un libro ya de muchas hojas. Casi me desprendo y vuelo con ellas.” Un segundo desaguisado, que ya ha levantado ámpula y enojo, es el de la famosa Cacademia donde jóvenes voces recibirán un jugoso estipendio, cortesía del contribuyente, mientras aprenden, ganando más ingresos como estudiantes de esta nueva escuela de la cual nadie sabe todavía nada, nin sus planes de estudio, ni su plantilla docente ni estructura académica ni si se les otorgará un título ni qué lugar ocupará entre las escuelas y conservatorias ya existentes ni cuál será su presupuesto, ni nada de nada. Así de organizada tiene las cosas nuestro emperador, que como decía Pito Pérez, “nunca se equivoca y siempre tiene la razón”. Así, nuestro Maximiliano de petatiux de la OBA funda su escuelita de canto con cargo al erario, compitiendo con el Conaculta en el obsequio de dinero de todos y de paso, compitiendo también con los conservatorios y escuelas de música del país, en tanto los cantantes profesionales y el Coro de Bellas Artes verán cómo es más provechoso ser alumno de esa escuela que dedicarse al canto de manera profesional. Por otro lado, es interesante observar cómo el “gremio” de cantantes actúa como niños esperando el recreo y mostrando, igual que su líder espiritual, no son interlocutores dignos de ser tomados en cuenta en un mundo de adultos. Uno de estos acólitos defiende la ignorancia como método de vida al decir que “Placido Domingo estudió hasta segundo de secundaria y siempre la ha querido terminar pero no ha parado de cantar y se lo agradecemos y si quiere enseñar o dar un discurso le escucharemos por su experiencia de vida”. ¿De verdad alguien piensa que semejante triunfo intelectual merece comentario? En una nota de hace tiempo, leíase que “la actual situación del ambiente operístico en México es como la de una familia disfuncional que se niega a hablar de sus problemas para resolverlos. O para determinar que ya no es posible. Es mejor callar. Al menos en lo público. Evocar las buenas conciencias, aunque algo deforme hieda en ellas. En lo privado, entre cantantes, directores, creativos, abunda la frustración de talentos, amarguras, rencores, envidias, suspiros y sueños húmedos por el extranjero desde donde, a veces, algunos de los que llegan miran en menos a sus pares cuya condición les recuerda lo que ellos mismos eran. Grillas, cotilleos. Que dañan. Que fracturan. Pero pocos se atreven a decirlo en voz alta, porque esperan a Godot. Aguardan el llamado de la CNO que no sólo implique un contrato que alivie las penurias financieras personales, sino sobre todo las del alma, las del reconocimiento artístico, las del exitismo que, paradoja terminal, casi nunca les llegará en un sistema en estado vegetativo como éste que consienten. El silencio de otros no es iluso, sino convenenciero. Para no perder la plaza o el sueldo por conciertos casi fantasmales en su público y calidad. Por ganarse el favor del funcionario en turno, por ser parte de la camarilla”. Pareciera haber sido escrito hace cinco minutos. Ese “gremio” no existe porque, con contadas excepciones –quiero, por un instante, ser optimista–, a nadie le importa la comunidad, y es un hecho que como tal, el de los cantantes es un crupo que se rige por la ley del “yo primero”, y sólo desean el aplauso. Por eso no saben dialogar con el poder ni lo cuestionan, y por eso en la vida pública del país, para fines prácticos, simplemente no existen, no son sujetos de interlocución porque para serlo hay que ser adulto y ganarse ese derecho. Y siendo condescendientes con el “gremio”, se basa en un esfuerzo puramente individual, solos contra el mundo, deben triunfar, como Araiza y Vargas, por ellos mismos y los logros y triunfos que tenga son sólo de ellos, no de México ni los mexicanos,m por más que sea políticamente correcto dedicarle el triunfo “a mi mánager y a la virgencita del Tepeyac”.  No sorprende, entonces, que don Titino I de México actúe sin consciencia gremial, sin consultar a nadie, imponiendo sus brillantes ideas, actuando como nuestro Presidente al promover el remate de la riqueza nacional, dando un discurso hacia el interior de su imperio, pero actuando con los foráneos con otro discurso. Así, el que decía sería distinto a sus predecesores, el que le daría una lección a todos de lo que ha aprendido en los mejores teatros del mundo, resulta que no parece haber aprendido nada, porque no hay libreto para lo que está haciendo. Por eso, cada vez que se mueve…

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