© Teatro del Maggio Musicale Fiorentino - Foto Gianluca Moggi, New Press Photo Firenze
Massimo Crispi
Quinta
y ultima opera del 76° festival del Maggio Musicale Fiorentino 2013, se hizo en
forma de concierto al Teatro Comunale “Maria Stuarda” de Gaetano Donizetti. Y
quien sabe no sea la ultima de verdad hasta siempre, por como la crisis afectó
esa Fundación (y otras). Porvenir muy nebuloso rodea por Italia… Maria
Stuarda es una opera atada al Maggio y debe al mismo Maggio su presencia con
derecho pleno en el repertorio de las temporadas de los teatros planetarios.
Después de mas que un siglo de silencio y una historia muy compleja, hecha de
censuras, caprichos de primadonnas, oportunidades canceladas, estuvo una
primera re-descubierta de esa obra en Bergamo, ciudad natal de Donizetti, en
1958. Pues fue en mayo 1967, en Florencia, por una puesta en escena histórica
con dirección de Giorgio De Lullo y escenario y vestuario de Pier Luigi Pizzi,
con artistas como Verrett, Gencer, Tagliavini, Ferrin y Molinari Pradelli al
podio, que esa opera tuvo su éxito manifestando toda su riqueza dramática y
musical. Ademas con dos reinas como Verrett e Gencer la escena se volvió en un
ring para dos tigresas, preparando el camino para parejas celebres como Turangeau-Sutherland,
Cortez-Caballé, Baltsa-Gruberova, Farrell-Sills, Dupuy-Miricioiu hacia llegar a
Antonacci-Devia y Ganassi-Gruberova. Dos figuras regales en perpetua
competición, con su peso vocal y un temperamento hasta el final, dos
primadonnas “soprano” aunque en la tradición moderna hay la tendencia a darle
el papel de Elsabetta a una mezzosoprano. En
esta edición florentina de 2013 Maria Stuarda la cantó Mariella Devia y Elisabetta
fue Laura Polverelli. En mayo 2011 ya hicimos una reseña del magnifico
concierto final del Maggio Musicale que ofreció Mariella Devia, con un programa
de las grandes reinas de Donizetti y la Anna Bolena del año pasado. El
milagro que Devia cumple cada vez, con sesenta y cinco años, tiene algo de
sobrenatural. Su Maria Stuarda es un compendio de belcanto, de técnica
inalcanzable,una técnica que le permite de enfrentarse a las mas complejas
texturas y coloraturas sin el mínimo hundimiento y con una conciente y madura
expresividad. Pues no se apercibe solamente la técnica vocal. La voz de la
artista tiene un velo de melancolía. Algo de inaprensible, un color special:
Malinconia, Ninfa Gentile, decía el poeta Ippolito Pindemonte… O quizás
nosotros cogemos esa melancolía porque escuchamos a la Devia al final de su
carrera estelar y querríamos que su magia nunca terminara. La
doliente, enamorada per caprichosa y orgullosa reina de Escocia tuvo aquí en
Florencia una de sus interpretes mas apropiadas, que en su madurez artística
enriquece ese papel, ambicionado por muchas sopranos belcantistas, de acentos
conmovedores y íntimos. Escuchando a
Devia había una vital desesperación pues no patetismo, había la dignidad de la
reina pues también la mortificación de esa dignidad por amor de Leicester. La
famosa escena de los insultos, censurada a la época de Donizetti porque tampoco
una reina podía decir de “meretriz” a otra reina (y la Maria Malibran, en Milán,
decidió de cantar la palabra prohibida, sin curar de la censuras), aquí estaba
mas profunda que mas. Quizás menos fiera y vulgar de la interpretación de otras
sopranos, pues en la celebre frase "Figlia impura di Bolena, etc.", dicha
por Devia, había toda cansancio de Maria para ser provocada y humillada, además
que detenida, públicamente, por su prima Isabel I, a la cual, además, Maria
pido ayuda. Isabel
de Inglaterra fue Laura Polverelli, una de las mezzosopranos mas calificadas
hoy en día, que con su bella voz, sombrosa y ágil, nos ofreció una Tudor elegante
(apreciable su primer aria "Ah! Quando all'ara scorgemi") aunque
quizás apareció un poco contenida y menos agresiva como el papel querría. Sin duda
habían acentos fuertes y desdeñosos de una mujer usuaria de un poder absoluto y
celosa del amor de Roberto Leicester, compartiendo con su prima (pues no fue
así en la realidad), y estuvieron también momentos musicales sublimes. Pues
enfrentando las dos primadonnas, faltaba en Isabel la arrogancia que solo
detiene quien está cierto de su poder sin limites, y de quien tiene la rabia de
gobernar Inglaterra solamente después de la muerte y las desgracias de hermanos
y hermanas, viviendo antes como prisionera, siempre sola con si misma.
Detalles, de todas formas. Fueron
dignas de notas las arias de las dos reinas y los ensambles. Sin iguales fue el
arrepentimiento de Maria confesando a Talbot, que fue interpretado por un
Gianluca Buratto de esplendida voz sombrosa, rica y sonora pues capaz de
inesperadas suavidades, en todas sus intervenciones. Devia fue conmovedora en
sus frases de desesperación, nunca excesiva, como si esa incomparable artista
acompañara con una mano invisible cada sonido saliendo de su boca, soportándolo
hacia lo inverosímil con alientos infinitos, casi teniendo una reserva de aire
de nadador de profundidad dentro de si misma. Leicester,
el tenor, en esta lucha perenne de dos sopranos dramáticas de coloratura, acaba
por brillar indirectamente , aun porque su papel es subordinado a los de las
sopranos: no tiene arias inolvidables ni la identidad dramática del héroe
romántico de las otras operas de Donizetti. Quien daba vida al personaje era Shalva
Mukeria, conduciendo el papel como un “cavalier servente” de las dos damas, sin
evidencia particular pues tampoco infamias. Podemos decir que tímbricamente no
se impuso sobre el resto del reparto aun cantando con propiedad. El pérfido
Cecil fue el barítono Vittorio Prato, voz educada, sin duda, pues no bastante
incisiva ni voluminosa para sobrepasar la cumbre de los dos personajes tan
fuertes de las dos sopranos y como ese papel querría. En el trio Elisabetta-Cecil-Leicester
faltaba esa rabia que siempre, en toda opera, aparece por encima, esa codicia
de sangre muy típica del periodo Tudor, donde todos los que eran incomodos los
mataban en un pestañear. La brava Diana Milan cantó Anna Kennedy, la dama de
Maria, voz interesante cuyo camino nos interesará. Alain
Guingal condujo los soberbios ensambles del Maggio con limpieza, sin
particularmente escurrirse con ritmos ni interpretaciones magistrales pues
acompañando las voces sin infortunios. Apreciamos el sonido terciopelado de las
cuerdas y el brillo de los vientos, y el coro muy compuesto y perfeccionado por
el maestro Lorenzo Fratini. Nos
damos cuenta que lo que vimos fue un evento histórico porque, aun solamente
para razones cronológicas se puede considerar como una de las ultimas
apariciones de Mariella Devia, al final de su carrera aunque en perfecta forma
vocal. Por supuesto le deseamos que siga hacia que pueda y hacia que su voz nos
diera otros momentos mágicos. Su interpretación quedará como referencia, de
cualquier manera. Vimos unos micrófonos. Esperamos que cada su suspiro se quedó
grabado para futura memoria.
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