Foto: Teatro Colón de Buenos Aires
Gustavo Gabriel Otero
Buenos Aires, 13/08/2008. Teatro Colón. Wolfgang A. Mozart: Las Bodas de Fígaro (Le nozze di Figaro). Ópera en 4 actos. Libreto de Lorenzo Da Ponte, inspirado en la comedia homónima de Beaumarchais. Davide Livermore y Alfonso Antoniozzi, dirección escénica. Davide Livermore, escenografía. Mariana Fracasso, vestuario. Vladi Spigarolo, Iluminación. D-Wok, diseño de vídeo. Mathias Hausmann (Conde de Almaviva), Maija Kovalevska (Condesa), Julia Novikova (Susanna), Erwin Schrott (Fígaro), Serena Malfi (Cherubino), Guadalupe Barrientos (Marcellina), Sergio Spina (Don Basilio), Luis Gaeta (Don Bartolo), Gabriel Centeno (Don Curzio), Emiliano Bulacios (Antonio), Oriana Favaro (Barbarina), Jaquelina Livieri y Cecilia Pastawski (Aldeanas). Orquesta y Coro Estable del Teatro Colón. Director del Coro: Miguel Martínez Dirección Musical: Roberto Paternostro.
La vuelta
al escenario del Colón de Las bodas de
Fígaro deparó una nueva puesta escénica ambientada en los primeros años del
siglo XX con graves problemas en la construcción de los personajes y en la
marcación actoral. Los aspectos musicales funcionaron mejor pero, con todo, la
versión no termina de convencer y no está a la altura de la tímida recuperación
de la excelencia que el Colón viene transitando. La visión
de Davide Livermore y Alfonso Antoniozzi resulta plana y
aburrida, los cantantes parecen librados a su suerte actoral y sin una
marcación precisa. Fígaro denota mayor autoridad que el Conde, los criados se
enfrentan a sus empleadores sin una causa aparente, Susanna y la Condesa parecen
amigas, el cambio de época hace ridícula
la discusión y las constantes menciones al abolido 'ius primae noctis’ o
derecho de pernada y se diluye el trasfondo de crítica social. El diseño
escenográfico también de Davide
Livermore es un gran espacio interior, construido en falsa escuadra, y con
una gran balaustrada que permite realizar algunas acciones. Los cuatro actos
tienen la misma escenografía que se vuelve con el tiempo tediosa. Además de las
puertas de la casa hay cuatro espacios con cuadros que mutan durante toda la
obra y que permiten ver proyecciones. También se proyectan imágenes en parte
del techo. Las imágenes -fruto del trabajo de D-Wok- manifiestan una palmaria falta de creatividad y buen gusto. Razonable
la iluminación de Vladi Spigarolo y
muy bueno el vestuario de Mariana
Fracasso. Roberto Paternostro al frente
de la Orquesta Estable
realizó una lectura correcta. Seguramente faltó brillo, más ensayos, menos
pifias y tiempos vivaces acordes a los parámetros interpretativos actuales de
las obras del gran genio de Salzburgo. El elenco
resultó solvente y homogéneo. Así el uruguayo Erwin Schrott compuso un Fígaro de voz potente, de excelente
proyección y bien trabajada, con hermoso color y gran intencionalidad en los
recitativos. Quizás fue algo personal en su interpretación mozartiana y su
magnética presencia escénica opacó a la autoridad que debe tener el Conde de
Almaviva. No
desentonaron a su lado la
Condesa de Maija
Kovalevska con una composición más que interesante y la Susanna de Julia Novikova que, con una voz pequeña
pero bien trabajada, logró dar realce vocal al rol a medida que avanzó la
representación. Serena Malfi puso al
servicio de Cherubino su bella voz y su buena línea de canto mientras que Mathias Hausmann vocalmente un adecuado
Conde fue opacado en lo escénico ante el arrollador Fígaro de Schrott. El resto
del elenco se manejó con corrección, así como el Coro Estable en su breve intervención.
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