© Silvia Lelli
Luis Gutiérrez
Un concierto que atesoraré el resto de mi vida
Salzburgo, 18/08/2013. Grosses Festpielhaus. Giuseppe Verdi: Messa da Requiem (22 de mayo de 1874, San Marco en Milán). Solistas: Krassimira Stoyanova (soprano), Elīna Garanča (mezzosoprano), Piotr Beczala (tenor) y Dmitry Belosselskiy (bajo). Asociación de Conciertos del Coro de la Ópera de Viena. Ernst Raffelsberger preparador del Coro. Orquesta Filarmónica de Viena. Riccardo Muti.
Tan sólo leer la ficha de este concierto estremece. Verdi y su Requiem, Salzburgo, un cuarteto impresionante de solistas, una de las mejores orquestas del mundo, de hecho la más brillante al afinar a 444 hertz (truquito interesante) junto a un coro que también es de los mejores del medio y todos dirigidos por alguien a quien La Scala debe extrañar: el gran Riccardo Muti. En 1869 se planeó una Messa per Rossini, muerto un año antes, a realizarse por 12 compositores de diversas regiones de Italia que representaban la unificación no sólo política del país, sino de los mundos de la ópera, la música de iglesia y de concierto de su tiempo. Verdi compuso para la ocasión el “Libera me”. Muy a la italiana, el proyecto se canceló nueve días antes de su primera ejecución (la obra se estrenó como curiosidad musicológica hasta 1988). Verdi retomó la idea y compuso el Requiem en honor del poeta y novelista Alessandro Manzoni, quien escribiese una de las novelas italianas más significativa del siglo 19, “I promessi sposi”. Verdi, como muchos intelectuales de su tiempo (y de hoy), era agnóstico y anticlerical, haciendo explícita su antipatía a la iglesia en Don Carlo, una de cuyas versiones incluye la melodía base (en el final del cuarto acto) del “Lacrimosa”. El Requiem ha sido acusado de ser muy “operístico”, especialmente al compararlo con el Ein Deutches Requiem de Brahms (1866) proveniente de la tradición luterana. Hans von Bülow se atrevió a decir en forma derogatoria que el Requiem de Verdi era una “ópera en sotana”. En mi opinión la música que Verdi compuso para esta ocasión simplemente proviene de Italia cuyo resplandor natural ilumina esta obra maestra. Creo que existen muy pocas descripciones musicales de la presencia infernal como la que transmite el “Diesi irae”. Es precisamente al inicio del “Diesi irae” cuando coro y orquesta dejaron una impronta indeleble en mi ser. El mal existe seguramente y lo que lo anuncia es el bombo tocado fortissimo. Todos los solistas estuvieron magníficos, especialmente las mujeres, la Krassimira Stoyanova cerró espectacularmente la obra al cantar el “Libera me” antes de la repetición, ya no tan estentórea, del coro cantando el “Diesi irae”. Debo decir que quien más me impresionó (por raro que parezca) fue Elīna Garanča cuyo “Lux aeterna” debió ser realmente eterno. La inyección hormonal masiva que genera un embarazo en una cantante de la calidad de Elina, no sólo hace que su belleza se intensifique (aunque no lo crean), sino su voz se ha hecho aún más dulce y potente a la vez. Al final sucedió algo que muy raras ocasiones sucede en Salzburgo; los 2179 asistentes al concierto ovacionaron de pie a los artistas por no menos de diez minutos. La función fue transmitida en vivo por la radio austriaca por lo que creo que en un futuro habrá un CD de este concierto. Si lo ven, no lo dejen ir.
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