Foto
de Karina Canellakis/ Crédito de Masataka Suemitsu
Ramón Jacques
La
actividad musical del 2016 inició en San Diego California con la primera edición
del festival “Upright and Grand” dedicado
al piano y a la interpretación de algunas de las piezas más representativas compuestas
para este instrumento. A esta iniciativa, que se espera se pueda realizar cada año,
con la participación de diversas entidades culturales y musicales de la ciudad,
se unió la Sinfónica de San Diego que
compaginó su temporada de conciertos con esta celebración. Un interesante
programa fue el que dirigió la joven directora estadounidense Karina Canellakis, actualmente directora
asistente de la Sinfónica de Dallas cuyo director titular es el holandés Jaap Van Zweden. Además, este nuevo
valor de la dirección orquestal, forma parte de la lista de candidatos para
asumir la titularidad de esta agrupación californiana, en el 2017, que requiere
una pronta renovación en su dirección y en su repertorio para seguir atrayendo
y creando nuevo público. En esta ocasión, se escucharon dos obras poco conocidas,
escritas para piano, en sus respectivas transcripciones para orquesta como la
breve pero dinámica L’Isle joyeuse de
Claude Debussy pieza cargada de
diversas tonalidades y animación que cierra con un sonoro y exitoso final. Mas sentimental e intima fue la ejecución de
los Cinq
Études-tableaux de Sergei Rachmaninov, en la versión orquestada por Ottorino Respighi,
con brillantes solos de violín y el toque dado por las violas solistas a cada
uno de los cinco movimientos. Karina Canellakis demostró ser una dinámica, pero
meticulosa y precisa conductora, que derrochó elegancia y seguridad, a pesar de
su juventud. La orquesta tuvo en términos generales un buen desempeño en cada
una de sus secciones, resaltando la homogeneidad de los metales. El plato
fuerte del concierto fue la emocionante ejecución de la Rapsodia en Azul de George Gershwin, el seductor clásico estadounidense
que la orquesta tocó con naturalidad e intuición generando una tumultuosa ovación
al finalizar. El solista invitado fue el pianista quebequense Marc-André Hamelin, quien además de su buen desempeño en la pieza de Gershwin, regaló
habilidad y destreza en el Concierto para la mano
izquierda en re mayor de Maurice Ravel. Como un detalle curioso y poco habitual, se colocó
una cámara en el teclado del piano que transmitía sobre una pantalla colocada
arriba del escenario imágenes en las que se podían apreciar a detalle los
movimientos de los dedos y manos del pianista.
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