Foto: Christina Gapic
Giuliana Dal Piaz
De jueves 4 a domingo 7 de febero, la Tafelmusik
Baroque Orchestra ha ejecutado la Novena Sinfonía de Beethoven en
la Koerner Hall de Toronto, dirigida por el director alemán, Mº Bruno
Weil. La sinfonía fue grabada en vivo durante el estreno, completando
así el ciclo de las sinfonías beethovenianas bajo la batuta de Weil con la
Tafelmusik. Es la primera vez en NorteAmérica que esto ocurre con una orquesta
barroca que toca con instrumentos de época lo cual explica también - entre
otras razones - la reciente "nomination" de la Tafelmusik Baroque
Orchestra (con otro grupo canadiense sobre un total de 30 candidatos) al Premio
2016 de CLASSICAL: NEXT, el foro internacional profesional con sede en Berlín,
que otorga reconocimientos a nuevas tendencias, experimentaciones y enfoques
futuristas por conjuntos de música clásica. Auditorio lleno por el evento, una tarea
titánica y muy valiente para una orquesta de época relativamente
"pequeña" (sólo 50 elementos cuando una normal orquesta sinfónica
cuenta con 80-90 instrumentos) que se midió con Beethoven, el coloso de la
música, y al mismo tiempo autor de extraordinaria vanguarda en su época: debe
haber sido poco menos que imposible para una orquesta de 1824 tocar
correctamente una composición tan difícil y distinta al repertorio habitual, al
punto que - como señalaba el violista Stefano Marcocchi - sólo a partir de la
ejecución de 1840 en Londres, la Novena empezó a ser ejecutada de la manera
justa. En el concierto, la sinfonía de Beethoven fue precedida por tres
piezas para coro solo, la Abendlied compuesta por Joseph
Gabriel Rheinberger cuando apenas tenía 16 años; una pieza
contemporánea, Valediction, bonita música de Jeffrey Ryan sobre
un bonito poema de Norma West Linder, ambos canadienses; y el
motete de Johann Brahms Warum ist das Licht gegehen. La
selección de estas obras, que reflexionan cada una a su modo acerca de la
soledad del ser humano ante la muerte, quiso introducir a la atmósfera de la
Novena Sinfonía, con el Tafelmusik Chamber Choir, dirigido por Ivars
Taurins. En conjunto, se trató de un evento extraordinario: el Mº
Weil es un óptimo director, cuya larga carrera está marcada por éxitos y
premios, y que en los últimos tres años ha guiado la Tafelmusik en las nueve
sinfonías de Beethoven, llevando al límite sus brillantes instrumentistas. La
orquesta dio lo mejor de sí interpretando con gran fuerza y participación el
"viaje" del hombre hacia la luz, que la Novena representa: desde el
tormento interior del Allegro ma non troppo, a la valiente batalla
contra el mal y el destino del Molto vivace-Presto, a la conciencia
de la impotencia humana y el abandono al hado/Dios, en el Adagio del
Tercer Movimiento, hasta el resurgir del espíritu y de la esperanza en el
futuro de la humanidad, en el Himno a la Alegría. El coro -
perjudicado por el número reducido (sólo 32 cantantes, para una interpretación
que ocupa desde los 100 del Coro del Teatro a la Scala a los 150 de la Orquesta
Sinfónica de Chicago dirigida por Muti) - no logró transmitir la imponencia de
la inspiración beethoveniana. En cuanto a los solistas, los agudos de la
soprano Sigrid Plundrich fueron a ratos forzados, la voz del
tenor Colin Balzer resultó algo débil, mientras que la
mezzo-soprano Mary-Ellen Nesi y el bajo-barítono Simon
Tischler impostaron la voz de manera satisfactoria. Una vez más, la Tafelmusik Baroque Orchestra de
Toronto confirma ser una de las mejores orquestas de época que conozco.
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