Fotos: Antoni Bofill
Gustavo Gabriel Otero
Barcelona, 01/02/2016.
Gran Teatre del Liceu. Giuseppe Verdi: Otello,
ópera en cuatro actos. Libreto de Arrigo Boito sobre la tragedia homónima de
Shakespeare. Andreas Kriegenburg, director escénico y coreógrafo. Harald Thor,
escenografía. Andrea Schraad, vestuario. Stefan Bolliger, iluminación. Claudia
Gotta, repositora. Producción original de la Deutsche Oper Berlín. José Cura
(Otello), Ermonela Jaho (Desdémona), Marco Vratogna (Iago), Alexey Dolgov (Cassio),
Roman Ialcic (Lodovico), Olesya Petrova (Emilia), Vivenç Esteve Madrid (Roderigo),
Damián del Castillo (Montano), Ivo Mischev (Un Heraldo). Orquesta Sinfónica y
Coro del Teatre del Liceu. Director
del Coro: Conxita Garcia. Cor Infantil Amics de la Unió. Director
del Coro de Niños: Josep Vila Jover. Dirección Musical: Philippe Auguin.
En febrero de 2006
fueron las últimas representaciones de ‘Otello’
de Verdi en el Teatro del Liceu de Barcelona, tras diez años era buena idea que
el moro de Venecia retorne al escenario. Pero estas representaciones tuvieron
importantes cancelaciones y sustituciones: el protagónico inicial estaba a
cargo de Alexsandrs Antonenko y en el segundo elenco se contaría con Stuar
Neil. Pero Antonenko canceló y fue sustituido por José Cura, en otras funciones
Carl Tanner y Marc Heller se hicieron cargo del rol y no apareció en la
cartelera el anunciado Neill. Carmen Giannattasio canceló su participación como
Desdémona y, entonces, Ermonela Jaho pasó del segundo al primer elenco y se llamó
a sustituirla a María Katzarava. Siempre las
cancelaciones son problema para un teatro lírico, pero mucho más en Otello,
obra en la que la cancelación del protagonista es una auténtica tragedia. Es
sabido que desde su estreno en 1887 el protagónico del Otello verdiano es monopolizado, en cada generación por no más de
tres intérpretes. Retirado Plácido Domingo de las lides tenoriles los
intérpretes actuales del moro de Venecia en el mundo son Johan Botha, Gregory
Kunde, Alexsandrs Antonenko, José Cura y alguno más. Kunde estaba programado
para el Otello de Rosini en la misma sala casi en paralelo con el verdiano,
Botha acaba de cancelar su participación en Salzburgo, Antonenko se retiró -como ya comentamos- y por lo tanto sólo quedaba
un protagonista de nivel internacional: José Cura. El argentino volvió a cantar
un Otello personal, entregado y convincente. Ya son conocidas sus formas de
emitir con frases habladas o recitadas, notas apenas tocadas,
sonidos nasales, engolamientos y fraseo errático. Pero el resultado
final es conmovedor. Marco Vratogna fue
un Iago de voz potente y línea de canto errática que cubre el rol con
profesionalismo. Ermonela Jaho ofreció
una Desdémona de primer nivel. Con excelente fraseo e intencionalidad, bellos
pianos, buen volumen y adecuada llegada al extremo agudo. El tenor Alexei
Dolgov fue un correcto Cassio y nada más. El bajo Ronman Ialcic fue un Ludovico
intrascendente mientras que Vincenç Esteve Madrid fue un muy buen Roderigo.
Olesya Petrova fue una Emilia más que interesante. Damián del Castillo fue
un discreto Montano mientras que cumplió con su pequeño rol Ivo Mischev como el
Heraldo.
Philippe Auguin
dirigió con conocimiento de la partitura redondeando una adecuada versión,
mientras que los Coros no pasaron de una profesional corrección sin vuelo. La producción
escénica que lleva la firma de Andreas Kriegenburg, procede de la Deutsche Oper
de Berlín, donde se estrenó en noviembre de 2013. La acción se sitúa en tiempos
actuales en un campo de refugiados, y Otello parece el encargado de
custodiarlos. La idea que intenta ser provocativa no es más que tediosa y por
momentos absurda. La tempestad es vista por los refugiados en televisores,
Otello llega con sus valijas de un viaje, Desdémona da de comer a los niños
refugiados cuando debe recibir el homenaje del pueblo, la llegada del Embajador
de Venecia es intrascendente, los coros vivan a Otello cuando éste es su custodio
u opresor pero nunca su líder, los niños rodean a Iago en el ‘Credo’ y éste les
da monedas al igual que en el tercer acto. Casi toda la acción tiene lugar a la
vista de todos los refugiados que no se mueven de sus sitios, sólo se mueven
los protagonistas principales y los niños. Risible es el escape de Iago en la última
escena y la muerte de Otello con todos los personajes mirando la pared. Si se abstrae la
ambientación general el juego actoral de los protagonistas en casi toda la obra
está bien resuelto, sin dejar de señalar los absurdos ya comentados. Quizás lo
mejor sea cuando Otello destroza el pañuelo en el tercer acto y luego lo ata
para reconstruirlo y la utilización de esos desechos para asesinar a Desdémona. La escenografía de Harald
Thor es casi única para toda la obra: ocho pisos de camastros situados de
arriba abajo en el fondo del escenario. Sólo cambia en el último acto y en el
final del primero, en los que se ve el cuarto de Otello y Desdemona: un gran
lecho en un espacio pequeño de paredes marrones. El vestuario de Andrea Schraad
es funcional a la idea de Kriegenburg y la iluminación de Stefan Bolliger no
aporta demasiado.
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