Suzanne Daumann
¿Como se
representa una opera que ya ha sido montada de tantas maneras? ¿Cómo se evita caer en la trampa de la
originalidad a cualquier precio? En esta
producción del Théâtre National de Lorraine presentada en Rennes Jean Liernier encontró una respuesta que
fue simple, elegante y funcional. Su propuesta simplemente se apegó al libreto
sin innecesarias gesticulaciones, acrobacias o streap tease. Creó un ambiente en los años veintes en el
que el conde y la condesa son jóvenes, elegantes y glamorosos y Fígaro y
Susanna son sirvientes en vestidos clásicos. Los vestuarios de Werner Strub claramente mostraban las
diferencias sociales que marca la historia.
Raffaela Milanesi, interpretó
a la condesa, una orgullosa y lastimada mujer, con pasión y dignidad. Siempre
elegante hasta el pianissimo más alto que sorprendió, mostró emociones que la
hicieron ser conmovedora. En una simple
bata de seda, no perdió su aplomo ni tomó los efectos cómicos del formidable
final. La obra se interpretó con los
correctos tiempos con gags que causaron risa y divirtieron, y que conmovieron,
a la vez que se admiró la sutileza de la composición que la Orchestre de
Bretagne ejecutó fielmente. Conducida con profundidad y espíritu por Ernesto Martínez Izquierdo la orquesta
se convirtió en un personaje, dando una dimensión especial a la obra que tanto
gusta. Caterina di Tonno con voz cristalina y felixle dio vida a Susanna,
una mujer simple, optimista y divertida. Cherubino fue la mezzosoprano Hélène Delalande
quien con rica voz de un cierto
metal masculino y su delgada figura de niño hizo un creíble personaje. Hubiese gustado escuchar mas la voz rica y
llena de Kathleen Wilkinson pero su aria de Marcellina fue cortada. El
conde Almavida fue un elegante y simple hombre, como un niño que quiere lo que
ve, así Kevin Greewlaw dio profundidad y credibilidad a su personaje y
cantó con espíritu y sutileza. Youri Kissin fue Fígaro cuyo talento cómico
supero su talento como cantante, su arias fueron forzadas y secas, y palideció
ante su enérgica Susanna. Los escenarios de Phillipe Miesch fueron una variación
más en el tema de la elegante simplicidad, brillante. El final estuvo lleno de
juegos pirotécnicos que hicieron que el publico se retirara contento después de
esta función.
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