Foto: Crédito Máximo Parpagnoli / Gentileza: Teatro Colón.
Gustavo Gabriel Otero
Buenos
Aires, 3/11/2015. Teatro Colón. Serguei Prokofiev: El ángel de fuego. Ópera en cinco
actos. Libreto de Serguei Prokofiev, basado en la novela homónima de Valery
Briusov. Estreno argentino de la versión con texto original en ruso. Florencia
Sanguinetti, dirección escénica. Enrique Bordolini, escenografía e iluminación.
Imme Möller, vestuario. Elena Popovskaya (Renata), Vladimir Baykov (Ruprecht),
Román Sadnik (Agrippa von Nettelsheim / Mefistófeles), Ceceila díaz (Madres
superiora), Iván garcía (Inquisidor), Guadalupoe Barrientos (Posadera),
Alejandra malvino (Vidente), Hernán Iturralde (Fausto), Duilio Smiriglia (Jakob
Glock), Mario De salvo (Posadero), Víctor Castells (Mathias), Iván Maier (Doctor),
Gustavo Gibert (Camarero), Rocío Giordano y Victoria Gaeta (Novicias), Cristian
De Marco, Víctor Castells y Christian Maldonado (Clientes), Patricio Oliveira,
Román Modzelewski y Cristian De Marco (Cadáveres), Marisú Pavón, Oriana Favaro,
Marina Silva, Cecilia Pastawski, Adriana Mastrángelo y Cecilia Aguirre Paz
(Monjas). Orquesta y Coro Estables del Teatro Colón. Director del Coro: Miguel
Martínez. Dirección Musical: Ira Levin.
El ángel de fuego de Prokofiev llegó a Buenos
Aires en la Temporada 1966 en ‘versión
rítmica italiana’ de Mario Nordio, la obra se volvió a ofrecer en 1971 y
ahora, luego de cuarenta y un años de silencio, volvió al escenario del Teatro
Colón en su versión original en ruso, en carácter de estreno argentino. La
versión, sin ser memorable, resultó sólida, con buen nivel musical, adecuado
elenco y puesta razonable. Ira Levin al frente de la Orquesta Estable
ofreció una lectura prolija, sin mayores desbordes y con adecuado balance entre
el foso y la escena. Algunas sonoridades desmedidas se deben más a la compleja
escritura orquestal de Prokofiev que a la batuta del maestro. El momento más
complicado -el final del segundo acto- fue salvado amplificando levemente al
cantante a cargo del rol de Agrippa, lo que le dio a la voz un carácter
extraterrenal muy en sintonía con la obra. Naturalmente que esta fue una
decisión de Ira Levin para la polémica, pero que no fue cuestionada por el
ambiente musical ni por el público. No
hay Ángel de fuego sin una gran
protagonista, y el Colón acertó con Elena
Popovskaya, quien como Renata exhibió compenetración, adecuado volumen y
buena línea de canto. El tenor
Román Sadnik, fue impecable en el
doble papel del hechicero Agrippa von Nettelsheim y de Mefistófeles, mientras
que Vladimir Baykov fue un torturado
y convincente Ruprecht. Iván García como el Inquisidor cumplió sin descollar ya que le faltó
la autoridad en el decir y el peso vocal que la parte requiere. En
los roles de mediana extensión se destacaron Hernán Iturralde (Fausto), Guadalupe
Barrientos (posadera), Alejandra Malvino (vidente) y Cecilia Díaz (madre
superiora). Mientras que el resto del elenco mostró solvencia y perfección y
nuevamente se evidenció el cuidado que están poniendo las autoridades del Colón
en la elección de los artistas argentinos que asumen los papeles de flanco. Preparado
por Miguel Martínez, el Coro Estable cumplió con creces su cometido. Quizás
la parte escénica fue la que menos entusiasmo despertó.
La resolución visual adoptada
por Florencia Sanguinetti no
desentonó pero no logro levantar el vuelo necesario. Los movimientos escénicos
fueron prolijos, pero en una obra de estas características es dable esperar
más. Quizás hubo demasiadas ideas pero no siempre coherentes entre sí. Fue
interesante la resolución de ‘desdoblar’ a la protagonista en algunos momentos
de la obra así como comenzar la acción utilizando muy poco lugar de la parte
derecha del escenario para ir abarcándolo poco a poco hasta llegar a la
utilización plena en el último cuadro. Pueril
la utilización recurrente de una calesita y absolutamente mal echo el truco
cuando Mefistófeles se come al ayudante del camarero en la posada. La
ambientación vagamente contemporánea no ayudó -imposible pensar en hechiceros,
posesiones demoníacas, inquisidores y hogueras cristianas en este contexto- y
el final con el Inquisidor llevando de la mano a Renata niña poco comprensible. La
escenografía diseñada por Enrique
Bordolini consistió en sintéticas estructuras levemente góticas iguales en
los cinco actos, que cambiaban ligeramente de aspecto por la iluminación y las
proyecciones ideadas, también, por Bordolini. Correcto el vestuario, tenuemente
contemporáneo, creado por Imme Möller.
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