Wednesday, November 18, 2015

Julie de Philippe Boesmans en Toronto

Foto: Cylla Von Tiedemann

Giuliana Dal Piaz

Muchos "estrenos" en la ópera de cámara Julie de Philippe Boesmans, en cartelera en el Bluma Appel Theatre de Toronto desde el 17 al 29 de noviembre: la primera vez que una ópera entra en el programa de una temporada de la importante compañía teatral CanadianStage; la primera vez que CanadianStage co-produce con la compañía de música contemporánea Soundstreams; la primera vez que Julie de Boesmans es representada en Norteamérica, pero también la primera vez que se ejecuta en Norteamérica la música de Philippe Boesmans. Este importante compositor belga es de hecho casi desconocido en Canadá y tuvo que darse la combinación que el productor y director teatral canadiense Matthew Jocelyn volviera a su tierra en calidad de director artístico de CanadianStage, después de treinta años de exitosa actividad en Europa, y especialmente en Francia, para que por fin la música de Boesmans resonara sobre los Grandes Lagos.  La ópera, estrenada en Bélgica, en La Monnaie de Bruselas, en 2005, está basada en el drama Miss Julie del sueco August Strindberg. Hábilmente reducida a sólo 70 minutos de espectáculo por el libreto (originariamente en alemán) de Luc Bondy y Marie-Louise Bischofberger, Julie condensa en los tres personajes en escena dos distintos conflictos, que están sólo en parte pasados de moda: el conflicto de clase entre la "hija del patrón" y un miembro de la servidumbre, por un lado, y el eterno desencuentro hombre-mujer y la disparidad de juicio sobre su respectiva libertad sexual, por el otro.  Estamos a finales de junio, es la noche de San Juan, la noche que, a las latitudes suecas, parece no llegar nunca, y también la noche en que fuerzas misteriosas agitan el alma: en un contado no mejor identificado, Julie, la hija del Conde, que vio anulado hace poco su programado matrimonio, baila al rededor del fuego con los campesinos y los sirvientes de la casa. Atraída por el rudo encanto del valet de su padre, Jean, Julie se empeña en seducirlo, sin tomar en cuenta la sensibilidad de la cocinera Christine, prometida de Jean. Segura de su influencia y ayudada por el alcool, Julie logra seducir a Jean y pasar la noche con él. El nuevo día encuentra a los tres personajes totalmente alterados: Christine, que no le había dado importancia al acoso de Juan de parte de la patrona viéndolo sólo como un capricho de momento, está chocada por el hecho que los dos se hayan vuelto amantes. Ante el cambio sufrido por su relación, Jean reacciona de manera superficial y provocadora, Julie es presa de vergüenza y humillación: para lograr que Jean se fugue con ella, saca incluso dinero de la cajafuerte de su padre. Mientras tanto, aprendemos que el Conde ha vuelto y llama a la servidumbre a sus tareas acostumbradas. Arrollada por la culpa y la insensibilidad de Jean, Julie deja la escena para (presumiblemente) suicidarse. La música de Boesmans es bellísima, sofisticada, llena de sugestión, de pathos y de magia (recuerdo una espléndida puesta en escena de Cristina Alaimo en Bolzano que lograba traducir plásticamente en imágenes la atmósfera embrujada que las notas sugieren). Los diecinueve instrumentistas dirigidos por Leslie Dala dan una interpretación orquestal de altísimo nivel. Buenas las voces de los cantantes Lucia Cervoni, mezzosoprano, como Julie; Clarence Frazer, barítono, como Jean, y Sharleen Joynt, soprano, como Christine, aunque por momentos el registro de la soprano es demasiado alto.  Lo que ocurre en el escenario, sin embargo, no alcanza el corazón del espectador: faltan los matices, no se percibe el desarrollo del drama en la sicología de los personajes, los artistas en escena no logran mostrar - y dejar oir - cómo el despreocupado buen mozo, Jean, se transforme en un amante brutal y despectivo; cómo la altanera Julie, que andaba buscando a "aquél que sabe bailar mejor que nadie", se vuelva la pobre mujer turbada y humillada dispuesta a la huída, incluso la extrema, y cómo Christine, que se atareaba alegremente en la cocina para la familia del Conde, pero sobre todo para su amado, se vuelva la despiadada puritana que espera el regreso del patrón para que castigue a los infieles. A pesar de las indudables fallas del enfoque actorial, JULIE sigue siendo sin embargo un espectáculo que merece verse y, sobre todo, escucharse.

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