Fotos: Staatstheater am Gärtnerplatz
Federico
Figueroa
Esta
ópera de Rossini permite a los directores de escena, por el argumento y la
chispeante música, dar rienda suelta a su imaginación. Esta nueva producción
del Staatstheater am Gärtnerplatz lleva la firma de la Brigitte Fassbaender (mezzosoprano
con una gran carrera profesional a cuestas) y un equipo de creadores que no
tuvieron que ir muy lejos para encontrar la inspiración para situar este
“cuento de hadas”. La escenografía y el vestuario (Dietrich von Grebner) situaron la acción un lugar y tiempo no muy lejano: la del
excéntrico Luis II de Baviera. La entrada en el escenario de Dandini
caracterizado como aquel provocó las primeras carcajadas de la noche. Desde la
subida del telón se pudo apreciar el ingenio en la solución escénica. En el
preludio nos mostraron el salón de clase donde un grupo de niños hacen rabiar a
su professor (Don Magnifico). Después descubrimos que los armarios para la ropa
son las apostentos de las hermanas “malas”, Clorinda y Tisbe, mientras que
Angelina ocupa el armario-cocina. Más tarde volvieron a sorprender al público
con saltos temporales (la inclusión de un flamante coche deportivo, por
ejemplo) y con el estrambótico diseño y color del vesturario. La iluminación (Wieland Müller-Haslinger) fue de no poca ayuda en el mejor desarrollo de la
representación. La dirección de actores también estuvo a la altura, casi
siempre apegada a las indicaciones del libreto. Las funciones se han realizado
en el precioso teatro rococó conocido como “de Cuvilliés” porque la sede
oficial de la compañía, que cumplió ciento cincuenta años de vida, se encuentra
en rehabilitación. La orquesta y coro masculino del Staatstheater am
Gärtnerplatz están bien engrasados y fueron un sólido soporte a la dirección
acertada de Michael
Brandstätter que buscó en la ligereza y en los tiempos
ligeramente rápidos el motor de su lectura. El sobresaliente elenco estuvo
capitaneado por Tamara Gura, una mezzosoprano de timbre aterciopelado y sobrado caudal
vocal para el personaje de Angelina. Las agilidades en su sitio, el sonido bien
proyectado y cubierto. Un poco más de entrega a la vertiente escénica y podría
convertirse en una de las grandes Cenicientas del momento. El tenor ligero Miloš Bulajić exhibió
un bonito instrumento canoro de menor caudal sonoro que el de su compañera. Su
lado histriónico le empujó a cosechar nutridos aplausos al final dela
representación. El baritono rumano Alexandre Aghenie fue un
Dandini fanfarrón, de canto certero aunque poco refinado. El bajo-barítono Luciano Di Pasquale dió buena
cuenta del de Don Magnifico. Perfiló el bufonesco personaje con pinceladas
precisas y supo mostrar el lado más oscuro (malos tratos a sus hijas) sin dejar
de ser el “gracioso” del imaginario colectivo. Brillantes las dos hermanas de
Angelina, la mezzosoprano Dorothea Spilger(Tisbe) con timbre oscuro pero bien diferenciado del de
aquella y especialmente la soprano argentina Mercedes Arcuri (Clorinda)
que exprimió hasta la última nota de su aria “Sventurata mi credea” y consiguió
una gran ovación. Su magnífico desarrollo como cantante es paralelo a sus
avances como actriz. Menos alegrías nos aportó el bajo Holger Ohlmann como
Alidoro, con voz de escaso volúmen y opacidades en la zona media del registro. La Cenerentola en Múnich
tiene una nueva y divertida propuesta, muy diferente de la ya clásica propuesta
de Ponnelle que atesora la Bayerische Staatsoper. Si pasa por la ciudad bávara
y la ve en cartel, no lo piense dos veces y pase a disfrutarla.
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