Foto: Brescia&Amisano
Massimo Viazzo
A cinco años de la muerte de Claudio
Abbado, la Scala decidió recordarlo recuperando uno de sus espectáculos más célebres.
Así, como tercera ópera de la temporada se puso en escena La Cenerentola de
Rossini con la histórica producción de Jean-Pierre Ponnelle. Han pasado mas de cuarenta
años desde que Ponnelle y Abbado revolucionaron la manera de entender la música
rossiniana, toda construida sobre una geometría perfecta, con elementos de relojería,
listos para crear situaciones de marionetas como también surrealistas. Se trataba
del inicio de un “Rossini Renaissance” del que no se podía dar marcha atrás, y
desde entonces el espectáculo de Ponnelle (cuyo estreno absoluto no fue en Milán
sino en el Maggio Musicale Fiorentino) fue prácticamente saqueado por todos los
directores de escena, con la consecuencia de que muchas situaciones escénicas se
convirtieron tan familiares que fueron perdiendo poco a poco su arrebatadora
fuerza. De cualquier manera, La Cenerentola de Ponnelle permanece como piedra
angular del teatro rossiniano y esta nueva reposición, encargada a Grischa
Asagaroff, ha confirmado su importancia histórica. La dirección orquestal fue
de Ottavio Dantone quien encontró particularidades interesantes en la partitura,
aunque por momentos pareció estar más atento al detalle que a su misma estructura
en conjunto Marianne Crebassa, como la protagonista Angelina, gustó por la
belleza de su timbre bronceado, la precisión de la coloratura, y la melancolía que
supo infundir a las partes más intimas. Le faltó quizás un poco de electricidad
en la ejecución del vertiginoso virtuosismo rossiniano. A pesar de una disminución
en la voz anunciada desde el inicio, Maxim Mironov, dotó de elegancia y gracia
al canto del príncipe Ramiro, aun con un volumen reducido. Carlos Chausson interpretó
un Don Magnifico cargado un poco por aquí y por allá en sus intenciones, pero
siempre bien cantado con voz segura y timbrada. Divertido estuvo el Dandini de
Nicola Alaimo a sus anchas en cada situación vocal y escénica. Respetable el desempeño
de Erwin Schrott como Alidoro. Como las hermanastras, ambas alumnas de la
Accademia del Teatro alla Scala, Anna-Doris Capitelli fue una apreciable Tisbe,
mientras que Tsisana Giorgadze interpretó a Clorinda de un modo algo caricaturesco,
con una línea de canto que por momentos se confundía con el parlato. El coro siempre en gran forma con mucho éxito
al final.
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