Foto: Brescia&Amisano - Teatro alla Scala
Massimo Viazzo
Un enorme aparto radiofónico al estilo Secesión vienesa
dominaba la escena. Estamos en el inicio
de los años 30 del siglo XX, la época en la que fue compuesta Die Ägyptische
Helena, la ópera de Richard Strauss que cerró la temporada 2018/2019 del máximo
teatro italiano. Justo dentro de este enorme radio es donde se desarrollan las
acciones conyugales de Elena y de Menelao, escenas dramáticas y rocambolescas, mágicas
e irónicas, en el más puro estilo ligero y alusivo típico de Hugo von
Hofmansthal, el autor del libreto, en su última colaboración con el compositor bávaro,
libreto en el que una conocida historia mitológica sirve de prueba de fuego psicológica
para tratar de manera lúdica una historia humana que es per se dramática, la
crisis de la pareja. Es la primera ocasión
que la obra maestra straussiana se presentaba en el Teatro alla Scala (aunque también
en los teatros internacionales este titulo se programa de manera muy esporádica). La dirección escénica le fue confiada a Sven-Erich
Bechtolf que transformó a Elena en una estrella de radio y logró abordar el
desarrollo de la trama-no-trama de esta ópera con extrema coherencia,
sin mencionar también las exageraciones con la inserción de elementos kitsch
ciertamente apropiados en esta lectura. Franz
Welser-Möst dirigió la orquesta del teatro cuidando particularmente la
partes más ardientes y dramáticas de la partitura. Los aspectos de magia y fabula
pasaron casi a un segundo término en una ejecución orquestal que sin embargo fue
siempre compacta y homogénea. También los
dos protagonistas, Ricarda Merbeth en el papel de Helena y Andreas
Schagen como Ménelas convencieron, sobre todo en el canto mas heroico y spinto,
aunque carecieron por momentos de un pliegue más íntimo y secreto. En
particular Merberth demostró solidez en todo su instrumento vocal, aunque su
timbre lució poco seductor. Schager también con un acento un poco estentóreo impresionó
por la altivez de su canto, por la facilidad para desenmarañar una tesitura en
verdad ardua sobre todo en el registro de passaggi. Eva Mei dio voz a una maga Aithra de gran clase, el verdadero motor
de la historia. Agradó, sobre todo en
las partes en la que pudo demostrar agilidad y seguridad en su registro más
agudo. Rasposo y un poco áspero estuvo el Altair de Thomas Hampson, quien
tuvo dificultad con los agudos, no estuvo siempre a punto, pero el artista
posee gran carisma y así le salió un personaje del todo convincente. Muy bien
estuvo también el segundo tenor de la ópera, Attilio Glaser, en el papel
de Da-Ud, un cantante de voz bien emitida y agradable fraseo, como también Claudia
Huckle una Muschel cantada con timbre oscuro y aterciopelado. De manera óptima
se presentaron también todos los cantantes de los papeles menores provenientes
de la Academia del teatro, una verdadera cantera de talento.
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