Ramón Jacques
Anna Bolena, es el último
título visto en este escenario del proyecto llamado ‘Tres reinas por una escena” que consistió en la escenificación, en
temporadas anteriores de la trilogía tudor de Donizetti, y que comenzó con
Roberto Devereux, y continuó con Maria Stuarda. Se trata de una coproducción
entre el Teatro Carlo Felice de Génova y el Teatro Regio de Parma, encargada al
director de escena, y en su momento destacado barítono Alfonso Antoniozzi, cuya idea se centró en los actores en escena, más
que en la trama misma, colocando, como el mismo lo describiera, un ‘lente
teatral’ que magnificó’ la conciencia, los sentimientos y estados de anima de
los personajes. Se trató de un trabajo de mucha actuación y gestualidad
escénica. Con transmisiones al fondo del escenario, una enorme tarima fija en
el centro, estática y rígida, de Monica
Manganelli, en un ambiente de iluminación oscura y lúgubre de Luciano Novelli, y una debatible
elección de atuendos de diferentes épocas, de Gianluca Falaschi, donde solo Anna Bolena vestía acorde al tiempo
que indica el libreto, así fue el marco escénico, en el que lució más la parte
musical de Donizetti. El día del estreno, hubo un destacado elenco, encabezado
por la soprano estadounidense Angela
Meade, consagrada interprete belcantista, muy apreciada en Italia, quien
dio un manejo fulgurante a su voz, con uniformidad, grato color de timbre,
elegancia, dicción, y agudos, para un desempeño muy completo y sobresaliente.
También el Lord Percy de John Osborn,
sobresalió. Es un intérprete todo terreno, casi infalible, que canta siempre
con certeza y dominio cada papel que tiene enfrente. Sonia Ganassi en el papel de Seymour dejó constancia de porque sigue
vigente como gran cantante. Bien estuvieron el Enrique VIII del bajo Nicola Ulivieri, y el Smeton de Marina Comparato. En la matiné del día
después, le tocó su turno al elenco alternativo, término a mi entender erróneo porque
hace pensar que tiene cantantes menos experimentados, cuando en realidad, en
obras como estas, los retos y dificultades por afrontar son los mismos. Los
cambios inesperados, hicieron que Angela Meade, cantará el papel principal
menos de veinticuatro horas después del estreno, y lo hizo con compromiso y
seguridad, y las cualidades ya señaladas. Una labor encomiable, por no decir
asombrosa. El papel de Giovanna Seymour, fue interpretado por la mezzosoprano Raffaella Lupinacci, un nombre en el
panorama italiano lirico, y belcantista, quien cantó con precisión, colorida
musicalidad, un matizado timbre oscuro, bien manejado, y al servicio del
personaje, en el que logró meterse en su piel, logrando una personificación
completa y convincente del mismo. El Lord Percy de Antonino Siragusa, agradó por la calidez que imprimió a su canto, con
un timbre claro y voz flexible. Sofía
Koberidze, fue un grato descubrimiento como Smeton, por sus buenas
cualidades vocales, y el bajo Alessio
Cacciamani cantó y actuó con aplomo a Enrique VIII. Roberto Maietta como Lord Rochefort y Manuel Pieratelli, como Sir Harvey, cumplieron de manera correcta
en ambas funciones. Un punto de fortaleza del teatro es su coro, que ofreció
certeras y seguras intervenciones, a pesar de que su ubicación sobre el escenario
no fue siempre la ideal; y sobre todo la orquesta, que mostró consistencia en
cada una de sus secciones, creando un adecuado marco musical, bajo la
conducción del maestro Sesto Quatrini,
quien con mano segura y una constante búsqueda de los timbres y dinámicas elevo
a un primer plano la lucida partitura.
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