Foto: Teatro Regio di Torino / Andrea Macchia
Ramón Jacques
Después es un periodo de casi dos años de permanecer cerrado, primero por cancelaciones forzadas y después por remodelaciones, el Teatro Regio de Turín reabrió sus puertas este 2022 y lo hizo con una obra emblemática como lo es: La Bohème de Giacomo Puccini, ya que fue precisamente en este escenario donde se llevó a cabo su estreno absoluto, en el año de 1896, bajo la dirección musical de Arturo Toscanini, quien entonces dirigió 23 funciones. A lo largo del tiempo el teatro ha sufrido diferentes cambios, y un incendio hizo que el interior de la sala fuera reconstruida en 1973, y aunque no sean los mismos muros del teatro original, si es el mismo especio físico y el mismo aire, por llamarlo así, donde se escucharon las primeras notas de uno de las títulos más conocidos y apreciados del repertorio operístico. Evidentemente, que se ha convertido en un titulo que aquí se repone con regularidad, con diversos elencos y todo tipo de producciones, como la del 2016, para celebrar el 150 aniversario de la obra, recordada por su originalidad, modernidad y diseño, encargada a La Fura dels Baus. En esta ocasión, la obra se ofreció con en una nueva producción del teatro, tradicional, si se considera que esta basado en los bocetos originales utilizados en el estreno de la obra, de Adolf Hohenstein; que se apega a la historia y a la época que indica el libreto, con adecuados vestuarios e iluminación. De la dirección escénica se encargó Leila Fteita, y de la brillante iluminación Andrea Anfossi.Musicalmente, la función fue satisfactoria gracias a la segura conducción de Pier Giorgi Morandi, quien extrajo la musicalidad de la partitura con fluidez y buena dinámica, y brillo de una orquesta que parece conocer bien estas paginas. Vocalmente la soprano Francesca Sassu, agradó con su sensibilidad y compenetración con Mimi. Su timbre se escuchó nítido y colorido, logrando conmover con la suavidad de su canto, por momentos susurrado, con el que dotó al personaje. Matteo Lippi mostró calidez en su timbre y una adecuada personificación de Rodolfo. Cristin Arsenova, dio vida a una caprichosa Musetta, dejando constancia de buena capacidad vocal y actoral. El barítono Ilya Kutyukhin cantó con un robusto timbre, aunque no estuvo exento de la sobreactuación en la que se incurre frecuentemente, en el papel de Marcello. Cumplieron satisfactoriamente Jan Antem como Schaunard, Bozhidar Bozhkilov como Colline, asi como el experimentado Matteo Peirone como Benoit y Alcindoro, asi como el resto de cantantes comparsas, coro de niños, y el Coro del Regio por su conjunción y entusiasmo.
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