Massimo Viazzo
En este nuevo montaje de Dama de Picas,
obra maestra total de Pyotr Ilyich Tchaikovsky, el director de escena Matthias Hartmann pensó en fijar la atención
sobre un personaje al que libreto alude solamente, pero que es el verdadero
propulsor mágico de la trama, ese es el Conde de Saint-Germain, el escurridizo
alquimista aventurero, ¿mago o fanfarrón? Que vivió en la corte de Francia en el siglo dieciocho
y que fuera citado por Pushkin en la novela de la cual tomó su inspiración la
trama de la ópera del compositor ruso, por ser el quien le revela a la Condesa
el secreto de las tres cartas. Siempre presente en escena, naturalmente mudo, siguió
los eventos de cerca casi plasmándolos o dirigiéndolos hacia el trágico final.
Sin dudas, una idea original, pero el espectáculo visualmente resultó, sumando
todas sus partes, anónimo y poco convincente. El primer cuadro ambientado en el
‘jardín de invierno’ en primavera, por ejemplo, se vio con instalaciones
luminosas de forma geométrica, un poco deslucidas. En cuanto se refiere a la conducción
musical, Timur Zangiev, sustituto de
Valeri Gergiev (separado del teatro por la conocida y dramática situación bélica)
que se había encargado de concertar la partitura durante los ensayos, dio lo
mejor de sí, pero el resultado pareció no estar a la altura, tanto por las obvias
dificultades, como para lograr crear una tensión dramática-teatral, como para
encontrar los justos equilibrios en los timbres entre las sesiones orquestales.
Mejor estuvo el elenco, dominado por la gentil Liza de Asmik Grigorian. La
soprano lituana con la brillantez de su timbre, su musicalidad, y su notable
carisma escénico, personificó una Liza enamorada, ansiosa, lírica y seductora
en el canto. ¡En verdad que es una gran
artista! A su lado estuvo el voluntarioso y fanático Hermann de Najmiddin Mavlyanov. El tenor de uzbeko
dejo en evidencia una voz robusta, por momentos un poco metálica y no carente
de esfuerzos, pero en general resistente, dando vida a un personaje en términos
generales creíble. Julia Gerstieva encontró
en la Condesa acentos de mudo terror con una presencia escénica menos desbordante,
de la que la tradición nos ha acostumbrado. El Tomskij de Roman Burdenko impresionó por la elasticidad y la proyección vocal,
la seguridad y rotundidad en la emisión; mientras que elegante se vio el
Principe Eleckij de Alexey Markov,
con timbre rico y noble. Optimas se vieron los dos intrigantes conspiradores,
el experto Evgenij Akimov
(Cekalinskij) y Alexei Botbarciuc
(Surin). En los papeles femeninos de acompañamiento agradó sobretodo Maria Nazarova, quien dio vida a dos
papeles, el de Maša y el de Prilepa. El Coro del Teatro alla Scala fue dirigido
por Alberto Malazzi con su
acostumbrada bravura.
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