Sunday, April 7, 2024

La Dama de Picas en Lyon

Fotos: Jean-Louis Fernández

Ramón Jacques

La Dama de Picas ópera en tres actos (cuyo título original en ruso es Píkovaya dama, Op. 68) con música del compositor ruso del periodo romántico Piotr Ilich Tchaikovsky (1840-1893), que se basa en el cuento homónimo de Aleksandr Pushkin (1799-1837) es una de las tres interesantes e intensas óperas que reunió  la Ópera Nacional de Lyon como parte de la edición 2024 de su festival de primavera que llamó  “Festival Rebattre les cartes”   porque sus historias giran en torno al tema las cartas,  una manera de decir que sus heroínas o protagonistas contradicen o rebaten los clichés de su tiempo, o quizás del tiempo actual; de títulos como: La Fanciulla del West de Puccini, el estreno mundial de Otages del compositor francés Sebastián Rivas, y de esta obra maestra del repertorio ruso. Hace tiempo que este teatro decidió enfocarse en títulos poco habituales, que tienen una temática similar que las agrupa, como en esta ocasión, y con montajes, poco tradicionales y novedosos.  Aunque la obra fue bien recibida en su estreno en el Teatro Mariinski de San Petersburgo, en diciembre de 1890, y es considerada como el mayor éxito en la carrera operística del compositor, lamentablemente no se programa con la frecuencia que merecería. En el escenario de Lyon se estrenó apenas en el año 2003, para y fue repuesta en el 2008 y el 2010 con la producción del director alemán Peter Stein, para después desaparecer de sus temporadas hasta este 2024, donde se revivió con un nuevo concepto confiado al director de escena ruso Timofeï Kouliabine, en su primer trabajo operístico en Francia; y con las sorprendentes escenografías de Oleg Golovko, los elegantes vestuarios de Vlada Pomirkovanaya y la iluminación de Oskars Pauliņš. La historia de la ópera transcurre a finales del siglo XVIII, pero Kouliabine decidió situarla en una época actual sacando a relucir su dimensión contemporánea de temas como el amor, la adicción, la locura, y lo hizo a través de escenas de inquietante expresionismo, ironía y sarcasmo, hasta llegar al oscuro y trágico destino de los protagonistas, pero siempre con apego a la dramaturgia de original. Las escenas y la acción transcurrieron en un cuarto aledaño al escenario de un teatro donde se presentan obras de ballet, de teatro, música; en la sala de un opulento palacio, que regaló escenas muy estéticas; en una estación donde muere trágicamente Liza, y con las proyecciones de Alexander Lovanov etc; en un montaje escénico que agradó por su cuidada realización.  Sobre el pequeño escenario, el director de escena plasmó su visión política: la del rechazo a la guerra, que lo llevó a dimitir a la dirección de un teatro en Rusia; y esto se hizo mediante pancartas y protestas que interrumpían los espectáculos que realizaban en ese pequeño escenario.  El elenco de cantantes y personajes, compuesto explícitamente por cantantes rusos, ucranianos y bielorrusos, con la intención, según afirmaron el teatro y el director de escena -de darle autenticidad idiomática y dicción al montaje y para utilizar el arte para unir lo que se encuentra desnudo- brilló  a lo largo  de la función,  comenzando con el tenor Dmitry Golovnin, quien personificó al intenso y neurasténico Hermann, personaje que llevó hasta al nivel de desenfrenada locura como lo requiere su parte con un convincente desempeño artístico.  A la par de su actuación, cantó con intensidad, ímpetu y arresto.  De igual manera, convenció en personificando a Lisa, la soprano Elena Guseva, recreando un personaje afligido y adolorido, con brillante coloración en su timbre al que supo impregnar de dramatismo y emoción.  La legendaria mezzosoprano rusa Elena Zaremba derrochó su experiencia en escena para darle lucimiento vocal y actoral al papel de la Condesa, y el Prince Yeletsky fue bien interpretado por el barítono Konstantin Shushakov así como al Conde Tomsky por el barítono Pavel Yankovsky dos personajes relevantes para la historia.  Agradó por la intensidad y el color en el canto de la mezzosoprano Olga Syniakova como Polina, y por su delicadeza como Masha y como Chlöe la soprano Giulia Scopelliti, solista del estudio de la ópera de Lyon.  Cabe mencionar el trabajo del tenor ruso Sergei Radchenko como Tchekalinski, de Alexei Botnarciuc Sourine y el resto de los papeles menores encomendados a cantantes del coro del teatro.  Valioso fue el aporte del coro y de los artistas que tomaron parte en la escena, y el éxito de la función lo redondeó la Orquesta de la ópera de Lyon que bajo la segura y expresiva conducción de su titular Daniele Rustioni, extrajo con pericia el sentido de lirismo, regalando pasajes de poesía y de fantasía que se desprenden de la rica y grata partitura dejando a todo el público satisfecho.





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