Sunday, April 7, 2024

Madama Butterfly en Niza

Fotos: Opéra de Nice

Ramón Jacques

La amplia oferta lirica y carteleras repletas de interesantes títulos operísticos que existe en Francia no se limita solamente a los teatros de las capitales importantes, si no que existe una cantidad de teatros de mucha tradición por todo el país como lo es la situada Opéra de Nice Côte d'Azur en el sur, en la costa azul y justo frente al mar. Como no podía faltar en el presente curso, y en la ocasión de centésimo aniversario de la muerte del compositor Giacomo Puccini (1858-1924) se programó la que quizás sea su ópera más conocida y gustada: Madama Butterfly. Puccini fue un gran compositor de su época y sobre todo del repertorio lirico italiano y su música fue un punto de encuentro entre la era romántica y la era verista por lo que se le reconoce por su innegable talento para orquestar sus opera. El nuevo exotismo que quiso explorar Puccini, y su libretista David Belasco, que resaltan la intensidad de sus personajes como  la cruel verdad de las situaciones expuestas en la historia, con Cio Cio San que da la vida enamorándose apasionadamente de Pinkerton yendo contra todas las convenciones sociales, y al punto de relegar a su familia y su religión ancestral; ese es el punto en el que se basó el director de escena francés Daniel Benoin, quien se encargó de la puesta en escena y la iluminación, con escenografías de Jean-Pierre Laponte, los adecuados vestuarios de Nathalie Bérard-Benoin, y las video proyecciones de Paolo Correa.  Benoin situó la escena en los días posteriores al bombardeo atómico de Japón, y al fondo en una pantalla circular se proyectaban escenas de la destrucción, una visión novedosa pero cruda.  En escena colocó la casa derruida de Cio Cio San, y dentro de esa escena es donde se lleva a cabo la historia, con Pinkerton vestido de soldado, y la presencia del coro y figurantes con notables y auténticos vestuarios japonés. En la segunda parte, después del intermedio, nos encontramos con un nuevo Japón reconstruido y moderno, como se observa en los videos, la casa de Cio Cio San reconstruida, así como una serie de transmisiones de videos del arte cinematográfico en especial de películas como Come morì Butterfly del cineasta Emilio Graziani-Walter de 1917 y Harakiri de 1919 del cineasta Fritz Langa, además de escenas grabadas ex profeso con los protagonistas de esta función, se nota que ha pasado el tiempo, y Pinkerton ha sido ascendido a oficial de la marina, y Cio Cio San, renegando de su origen japones luce vestidos y una apariencia más occidentalizada. La puesta expone también algunas protestas de las geishas japonesas, quizás un guiño al actual clima bélico y político. La idea de la puesta es distinta, no exenta de cierta rigidez, pero que funciona con relación a la trama.  El elenco de cantantes fue encabezado por la soprano Corinne Winters, una cantante de buenas cualidades vocales como el brillo, la musicalidad, el despliegue fluido y fácil de agudos, y adecuada proyección.  La mezzosoprano Manuel Custer dio relevancia e intensidad al papel de Susuki, por la suntuosidad de su timbre oscuro y nítido, como por la experiencia y dignidad que aportó al desarrollo de un personaje en ocasiones se sitúa en un segundo plano.  En la idea de Benoin, Susuki, muere en la misma escena que Cio Cio San con un brillante fondo rojo. El tenor Antonio Corianò tuvo un desempeño adecuado en el papel de Pinkerton, su canto es viril de grato timbre y buena actuación.  Relevante fue la presencia del bajo Àngel Òdena en el papel de Sharpless. Un artista que mostró porte, personalidad y elegancia en escena, además de que supo darle sentido y sensibilidad a su canto profundo e intenso. Correctos y participativos estuvieron el resto de los personajes, destacando la presencia del legendario tenor Luca Lombardo como el Principe Yamadori, la mezzosoprano Valentine Lemercier como Kate Pinkerton, Josep Fadó como Goro, Mattia Denti como el tio Bonzo y Mickaël Guedj como Yakuside. Muy bien estuvo el coro de la ópera de Niza que dirige el maestro Giulio Magnanini, así como la Orchestre Philharmonique de Nice, que es una de esas orquestas musicalmente afinadas por la temporada de música sinfónica que realizan de manera paralela, y que explotó los momentos más sutiles de la música de Puccini. Al frente estuvo el maestro Andriy Yurkevych cuya lectura por momentos se escuchó algo rutinaria y de tiempos largos, pero que no desmereció el desempeño de los instrumentistas de la orquesta.



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