Monday, April 12, 2010

Semana de Musica Sacra del Mundo 2010 en Florencia

Foto: © 2007 Tamsin Waley-Cohen, CHIESA di S. Stefano al Ponte- Firenze

Esteban von Mecher.

En el ámbito de la cita anual de la Semana de Música Sacra del Mondo, organizada por la Accademia San Felice de Florencia, siempre plena de propuestas curiosas y sorprendentes, se realizaron dos conciertos con programas conformados por obras populares, no por ello menos interesantes. Ambos conciertos tuvieron la participación de la orquesta Polska Iuventus Orchestra, dirigida por Andrea Fornaciari y del Coro Harmonía Cantata, dirigido por Rafaelle Puccianti. El primer concierto estuvo consagrado al Requiem en re menor KV 626 de W. A. Mozart, y contó con la participación de un excelente cuarteto de solistas: Erika Colon, soprano; Lucia Sciannimanico, contralto; Massimo Crispi, tenor, y Antonio Marani, bajo. De inicio a fin, Fornaciari, dio una lectura austera pero no grave, casi operística por momentos, de la última e incompleta obra mozartiana, privilegiando la sonoridad oscura y misteriosa de los clarinetes, mientras la argentina voz de Colon declamaba con elegancia el celebre Te decet hymnus, magia repetida al final. No obstante que la sección de cuerdas no estuvo muy amplia las intenciones musicales de Fornaciari, que estuvieron bien acentuadas, pudieron dar una ejecución eficaz y plena de las partes Dies Irae y Confutatis, donde también el coro dio un buena prueba de si mismo con hermosas frases, muy entonadas y perfectamente pronunciadas, y donde la articulación resultó basta clara. No sucede frecuentemente escuchar una dicción tan puntual de coros italianos. El cuarteto vocal, en su primera intervención del Tuba mirum, presentado con autoridad por Marani en dialogo con el trombón, fue seguido por el explosivo y doliente Mors stupebit del tenor Crispi, el deciso Judex ergo de Sciannimanico, y la dulzura contemplativa del Quid sum miser de Colon, así como en el sucesivo Recordare, en donde se dio una optima prueba de fusión y dialogo entre ellos mismos y los instrumentos de viento. El mismo equilibrio apareció en el espurio Benedictur, donde más que nunca la compensación de la imitación, exposición, y la respuesta homo rítmica de las cuatro voces fue alcanzada por las cuatro voces bajo el control de Fornaciari. Un pequeño elogio adicional al tenor Massimo Crispi, que exhibió por momentos un fraseo un poco mas variado y pertinente respecto a lo demás (exhibió también un optimo trino), aunque por su parte los demas ofrecieron una prestación mas que digna. Muy bien también estuvieron los otras partes Domine lesu, Lacrymosa y la fuga final Cum Santis tuis.

El segundo concierto de la Semana de la Música Sacra del Mundo en Florencia, siempre en la marco de la Iglesia de S. Stefano en el Ponte Vecchio, comprendió un programa enteramente de Vivaldi, con las Cuatro Estaciones en la primera parte, y el Gloria en la segunda, con la participación del Coro Harmonia Cantata y de dos buenas voces de las solistas: la soprano Giulia Peri y de la contralto Patrizia Scivoletto. Tamsin Waley-Cohen, violín solista de las estaciones, que parece estar ya en casa en Florencia (para nuestra fortuna), nos impresionó, con una lectura melancolía y participativa de la partitura vivaldiana: los miles de colores y frases requeridos al violín, fueron por momentos elegiacos, tempestuosos, virtuosos o populares, parecieron formar parte natural del código genético de la joven artista inglesa y de su superlativo instrumento, perfectamente secundada y apoyada por Andrea Fornaciari y por la joven orquesta polaca. La tempestad que cubre siempre al sombrío Verano, afloró en pequeños momento que rompieron la monotonía de la calor y del zumbido de las moscas, y se convirtió al final en el huracán Tamsin, absolutamente envolvente por los tiempos elegidos y por las diversas expresiones de Waley Cohen. El dulcísimo movimiento central del invierno, fue uno de los movimientos más conmovedores de estas estaciones, y en el que la gracia pareció haber afianzado antes de dirigirse hacia otras metas. En el Gloria se aprecio, como en el Requiem de Mozart, el buen coro, además de la intensa participación y virtuosidad de Peri y de Scivoleto, subrayando la intensidad de esta ultima en su fascinante aria acompañada del coro. También aquí, la Polska Iuventus Orchestra y Fornaciari, ofrecieron una notable ejecución, sentida y plena de sutilezas. Muchos aplausos para todos los intérpretes en ambos conciertos, con un público que no quería retirarse porque quizás esperaba un bis que nunca llegó

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