Gustavo Gabriel Otero
Buenos Aires, 17/07/2015. Teatro Colón. Cavalleria Rusticana y
Pagliacci en Caminito (Homenaje a la inmigración italiana del 900). Espectáculo
ideado por José Cura. Integrado por el tango-canción ‘Caminito’ de Juan de Dios
Filiberto (música) y Gabino Coria Peñaloza (letra) y las óperas Cavalleria
Rusticana, de Pietro Mascagni y Pagliacci, de Ruggero Leoncavallo. Dirección
escénica, diseño de escenografía y diseño de iluminación: José Cura. Vestuario:
Fernando Ruiz. Producción Original de la Ópera Real de Valonia, Lieja. Pietro
Mascagni: Cavalleria Rusticana, ópera en un acto con libreto de Giovanni
Targioni-Tozetti y Guido Menasci basado en la obra homónima de Giovanni Verga. Guadalupe
Barrientos (Santuzza), Enrique Folger (Turiddu), Leonardo Estévez (Alfio), Mariana
Rewerski (Lola) y Laura Dominguez(Lucia). Ruggero Leoncavallo, Pagliacci,
drama en un acto con libreto del propio Leoncavallo. José Cura (Canio/Pagliaccio),
Mónica Ferracani (Nedda/Colombina), Fabián Veloz (Prólogo/Tonio/Taddeo), Gustavo
Ahualli (Silvio), Sergio Spina (Beppe/Arlecchino), Reinaldo Samaniego y
Grabriel Vacas (Paisanos). Juan Kujta, bandoneón. Orquesta, Coro de Niños y
Coro Estables del Teatro Colón. Director del Coro Estable: Miguel Fabián
Martínez. Director del Coro de Niños: César Bustamante. Dirección Musical:
Roberto Paternostro.
El Teatro Colón presentó un espectáculo ideado por el
polifacético José Cura denominado ‘Cavalleria
Rusticana y Pagliacci en Caminito (Homenaje a la inmigración italiana del 900)’.
Todo comienza con la grabación del tango ‘Caminito’ -compuesto
en 1926- con la extraordinaria voz de Carlos Gardel y acción escénica que
muestra al menos dos encuentros amorosos: el de Turiddu y Santuzza y el de
Nedda y Silvio. No estamos ni en Sicilia ni en Calabria sino en una
esquina del porteño barrio de La
Boca en el Buenos Aires de inicio del siglo XX, aunque la
ambientación for-export de la calle
Caminito sea mucho más actual, con un bar que se denomina ‘Caminito Tango’ y
las casas de altos ocupadas por Lola y Santuzza, un iglesia de madera en el
fondo y a la derecha una plaza con un mural que se denomina ‘La Murga ’ y que se encuentra a
unos tres kilómetros de Caminito y que se construyó en 1988-1999. Un figurante
disfrazado de Pietro Mascagni merodea la acción y toma notas y finalmente
comienza la música de Cavalleria Rusticana. En el intermezzo el órgano es suplantado por el bandoneón y el grito que
indica el asesinato de Turiddu es dicho primero por el figurante que hace de
Mascagni y luego susurrado por Santuzza. Al concluir Cavalleria no se baja el telón ni salen los
artistas a saludar. Se suben apenas las luces de la sala y se indica en la
pantalla del sobre-titulado que comienza el intervalo. Durante el mismo un
bandoneonista desgrana tangos sentado en la plaza de la escenografía junto al
figurante vestido de Mascagni. Parte del público se queda disfrutando del
concierto de tango y otros salen como de costumbre. Al llamado para la segunda parte y el reingreso del
público sigue Pagliacci. En el inicio de la partitura se escenifica el cortejo
fúnebre de Turiddu, luego entra Ruggero Leoncavallo, se abraza con Mascagni,
canta el Prólogo y se va de la escena junto al otro compositor. Finalizado el
prólogo un cartel indica que han pasado cinco meses desde la acción de la
primera parte. Se ve a Santuzza con un embarazo avanzado, Lola y Alfio pasan
por la calle y posteriormente se develará que Silvio es el camarero en la Taberna de Mamma Lucia. Llegan los payasos y la acción y la música se corresponden
a la ópera de Leoncavallo. La frase final no la dice Tonio, como en la
partitura, ni Canio, como se hace tradicionalmente, sino Mamma Lucia. Irreverente concepción algunos, extraordinaria para
pocos, decididamente mala para una minoría o trivial para algunos, las ideas de
José Cura nunca dejan al espectador indiferente. El vestuario de Fernando Ruiz es correcto sin un anclaje
temporal definido pero se estima entre los últimos diez años del siglo XIX y los
primeros treinta del siglo XX. La iluminación ideada por José Cura es sencilla con
momentos decididamente pobres y la escenografía, también firmada por el tenor,
de milimétrica precisión dentro de un contexto de postal turística, pero deja
poco espacio para los coros.
El cambio de época, lugar y acción no molesta y no
aporta demasiado. Quizás sea muy interesante para público del exterior por la
potencia que tiene el tango en diversos países de Europa y del extremo oriente. El problema de José Cura director escénico es que
sobrecarga las tintas de la violencia. Ya el verismo abusa del realismo y si al
verismo se lo exagera queda ridículo. Valga como ejemplo que Santuzza se pasa
la obra tocándose el vientre para que nos demos cuenta que está embarazada, o cuando
Santuzza en un ataque de ira al finalizar el dúo con Turiddu se golpea
repetidamente el abdomen intentando, quizás, un aborto natural, o la impactante
cicatriz en el rostro de Canio que deja ver cuando se quita su máscara de
payaso. Todo parece sobreactuado, con algunos detalles no tenidos
en cuenta como que Lola y Alfio viven arriba de la taberna de Mama Lucia y
Santuzza a su lado en una cercanía que mota en increíble los triángulos
amorosos, o tener casi todo el tiempo a un policía en el escenario y que no
pueda frenar la violencia que sucede casi en sus narices. Es ridículo que
Alfio, luego de matar a Turiddu, se pasee por el pueblo durante la acción de
Pagliacci cuando debería estar en la cárcel, o que la compañía ambulante se
presente al aire libre en el mes de agosto en la mitad del invierno porteño. Con todo la puesta no molestaría como tampoco los parlamentos
castellanos añadidos, los sobretitulados con giros lunfardos o con texto que no
se canta, el cambio de palabras o rimas, o la modificación en la atribución de
frases si la versión musical y vocal fuera de primer orden. Al ser sólo una
correcta interpretación musical el foco se puso en la escena. No esta mal pero
tampoco tiene el vuelo y la excelencia de otras puestas con cambios de época
vistas en el Colón, en otros escenarios de la Argentina o en el mundo.
Sólo es una más, con buen trabajo de marcación en las acciones paralelas,
exageración en los protagónicos y descuido en las masas. Roberto Paternostro concertó una rutinaria versión musical
y es el responsable de permitir cambios y alteraciones en la partitura. No es
menor el agregado de un bandoneón en el célebre Intermezzo de Cavalleria que reemplazó al órgano pero que sonó con
distinta afinación a la de la orquesta y con notorios desajustes respecto a la
misma. Ambos coros efectuaron una faena correcta pero con
algunos desajustes, seguramente fruto de la batuta del maestro Paternostro. El tenor Enrique Folger fue un Turiddu de emisión
vehemente y algo forzada. Leonardo Estevez como Alfio tuvo un desempeño
correcto, mientras que Laura Dominguez (en reemplazo de Anabella Carnevalli)
como Mamma Lucia no estuvo a la altura del rol. Se anunció que Guadalupe Barrientos (Santuzza) tenía faringitis
y no corresponde, por respeto a la persona, hacer un comentario disvalioso a su
labor teniendo en cuenta su enfermedad. Sólo podremos expresar que su labor fue
razonable y que permitió llevar la función a buen puerto. Mariana Rewerski fue una Lola perfecta, por sensualidad,
línea de canto y belleza vocal. José Cura brindó un Canio arrogante y potente. Con su ya
conocida forma personal de emisión, frases recitadas más que cantadas y con
agudos retaceados. Fabián Veloz fue un Tonio de excelente emisión, se
destacó en el prólogo caracterizado como el compositor de la obra, y fue sin
lugar a dudas de lo mejor de la noche. Mónica Ferracani cumplió con creces con los
requerimientos de Nedda y Gustavo Ahualli (Silvio) y Sergio Spina
(Beppe/Arlecchino) no pasaron de la corrección.
Estuve ayer martes en la última función y concuerdo con tus comentarios. Hubo demasiadas "originalidades" en la régie de Cura. Además, el bandoneón no amalgamó nada bien con la orquesta en el intermezzo de Cavalleria y a la dirección orquestal le faltó empuje. Los cantantes de correctos a muy bien. Por todo lo que se lee, esperaba un Cura gritón. No fue para tanto, aunque el repertorio seguramente ayudó a enmascarar la cosa y para mí falló en Vesti la giubba que hallé muy precipitada. Creí que la interpretaría de manera diametralmente opuesta, alargando eternamente las frases para mostrarse sufriente en extremo. Pero no, se despachó muy rápido las frases previas al Ridi Pagliaccio y tampoco encontré en su canto ninguna búsqueda de electricidad o vértigo que justifique la precipitación. Al final del agudo se advirtió algún sonido ingrato o destimbrado. Para mí fue otra noche de nivel apenas pasable como las que viene ofreciendo el Colón este año, tal vez un poco por encima de Werther y Elixir.
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