Crédito: Prensa Teatro Colón/Máximo Parpagnoli
Gustavo Gabriel Otero
Buenos Aires, 16/06/2015. Teatro Colón.
Luca Francesconi: Quartett. Opera
épica en trece escenas, libreto de Luca Francesconi, basado en la pieza
homónima de Heiner Müller. Estreno americano. Alex Ollé (La Fura dels Baus) dirección
escénica. Alfons
Flores, escenografía. Lluc Castells, vestuario. Marco
Filibeck, iluminación. Franc Aleu, diseño de proyecciones. Valentina Carrasco,
colaboración escénica. Producción del Teatro Alla Scala de Milán / IRCAM (París).
Allison Cook (Marquesa de Merteuil), Robin Adams (Vizconde de Valmont). Orquesta Estable del Teatro
Colón. Dirección Musical: Brad Lubman.
El
Teatro Colón de Buenos Aires presentó en carácter de estreno americano la ópera
Quartett del compositor italiano,
nacido en Milán en 1956, Luca
Francesconi. La realización escénica fue impactante y los intérpretes
extraordinarios pero la obra resulta, más que cuestionadora o transgresora, un
poco aburrida. Quartett está escrita en inglés con texto
propio del compositor basado en Heiner Müller quien a la vez se basa en Las relaciones peligrosas de Choderlos
de Laclos, o sea la relectura de la relectura, por lo que nada queda de la
aristocracia rococó y refinada del original. No hay aquí cuarteto en el sentido
literal del texto ya que la obra tiene sólo dos personajes: la Marquesa de Merteuil y el Vizconde de Valmont, quienes alternativamente cambian
de roles y asumen los papeles de madame de Tourvel y de madame de Volanges.
Todo un juego de perversión destinado al aniquilamiento, con una escritura
procaz que nunca levanta vuelo poético y con un contenido poco teatral. La extraordinaria
puesta en escena explicita la idea del aislamiento de los dos personajes con un
dispositivo escénico impecable constituido por tres espacios: un cubo sin
paredes ni delante, ni detrás -la habitación en la que transcurre la escena-
sujeto por infinidad de cables delgadísimos y aparentemente suspendida en el
aire, un espacio exterior a la celda en el que se proyectan los deseos, los
sueños y las tribulaciones mentales de la pareja y un tercer espacio que
representa la fuerza de la naturaleza en movimiento y que aparece en contadas
ocasiones simulando el mar o un desierto. El
marco escénico de Alfons Flores luce
espectacular, los movimientos y la idea general de Alex Ollé con la genial marca de La Fura dels Baus lucen milimétricos. Perfecto el
vestuario Lluc Castells, con el
agregado de los cambios de ropas casi a la vista del público de manera
milagrosa dentro de ese cubo cerrado, y espectacular la iluminación de Marco Filibeck bien acompañada por las
proyecciones de Franc Aleu. Sin duda
el mejor trabajo de los vistos en ópera en Buenos Aires del colectivo catalán. El
lenguaje musical de Francesconi es variado y politonal. La parte musical se
desarrolla en dos planos, una orquesta de cámara en el foso y una cinta grabada
con orquesta grande, coro, ruidos y sonidos electrónicos. Un muy buen trabajo
de los solistas convocados de la Orquesta Estable del Teatro Colón bajo la
dirección atenta y prolija de Brad
Lubman, completado por el envolvente y enigmático sonido grabado en la
oportunidad del estreno mundial por la Orquesta y el Coro del Teatro alla Scala de Milán
y por el IRCAM de París. Los dos solistas vocales, los mismos del estreno
mundial en el Teatro alla Scala de Milán en 2011, resultaron formidables. La
escritura es compleja y difícil, pasa de la voz hablada al canto, hay saltos
intervalitos profundos, se utiliza el recurso del falsete y por momentos las
voces son amplificadas. Una faena vocal y actoral extenuante para los cantantes
que están la casi totalidad de los ochenta minutos que dura la obra en el
escenario. Es difícil pensar la posibilidad de encarar esta obra por otros que
no sean el barítono Robin Adams y la
mezzosoprano Allison Cook.
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