© Matthias Baus | Teatro alla Scala
Massimo Viazzo
Este Otello de Rossini puesto en escena en el
Teatro alla Scala de Milán será recordado sobre todo por el desempeño del
elenco, pero no por lo que respecta a la dirección de orquesta y de escena. El
triunfador de la velada fue siempre el tenor Juan Diego Flórez. El tenor peruano dio vida a un Rodrigo elegiaco,
soñador, como también electrizante en el
desgrane de la coloratura y perfecto en las acentuaciones, haciendo un
personaje completo en sus pasiones, desilusiones y reacciones más
impulsivas. A su vez, el Otello de Gregory Kunde pareció a sus anchas en el canto declamado con una
punta de altanería en el registro más agudo de la tesitura, mientras que en la
zona media-grave el timbre se tornaba grisáceo y anónimo. Olga
Peretyatko (reciente ganadora del Premio Abbiati, que otorga la crítica
italiana) encarnó una Desdemona frágil, tierna, con un color vocal luminoso y
una técnica solida que la ha permitido un legato
cautivante y expresivo. Solo algunos
agudos extremos parecieron un poco tirados hacia fuera. Bien y a fuego vocalmente, estuvo el Iago de
Edgardo Rocha, correctamente ambiguo e intrigante. El elenco fue completado por
Roberto Tagliavini (Elmiro) y Annalisa Stroppa (Emilia) ambos muy
motivados y seguros, y con una vocalidad sana y robusta. Optimo como siempre,
estuvo el Coro del Teatro alla Scala, mientras que la dirección de Muhai Tang no convenció completamente
por una cierta monotonía de impostación y falta de finura. El espectáculo
firmado por Jurgen Flimm no dejo
ninguna señal, ya que fue casi pobre de ideas y de intuiciones
dramatúrgicas.
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