Sunday, September 27, 2015

I Due Foscari en el Teatro Municipal de Santiago de Chile

Foto: Patricio Melo

Joel Poblete

Aunque en las funciones de estreno de cada uno de los dos repartos con los que se programó uno de sus protagonistas cantó enfermo, el regreso al Teatro Municipal de Santiago de la ópera I due Foscari de Verdi, luego de más de tres décadas de su última presentación en ese escenario (en 1982, cuando fue protagonizada por Renato Bruson y Vicente Sardinero en las que además fueron sus únicas funciones en Chile en el siglo XX), ha sido muy bien recibido por el público. 

Esta buena recepción se debe, de partida y en buena medida, por supuesto gracias a su música. Estrenada en 1844, injustamente subvalorada y escasamente representada durante buena parte del siglo XX, la sexta ópera del compositor italiano ha vuelto a ser considerada por los teatros en las últimas décadas, y aún más en los años recientes, desde que Plácido Domingo incluyera el rol protagónico en su discutible nueva faceta como "barítono". En el elenco internacional, el director titular de la Orquesta Filarmónica de Santiago, el ruso Konstantin Chudovsky, se mostró mucho más sutil y acertado que en sus otras dos incursiones líricas de este año -Rusalka Madama Butterfly-, en especial en el equilibrio entre las voces solistas y la orquesta; y en el segundo reparto, el llamado elenco estelar, el maestro chileno Pedro-Pablo Prudencio fue incluso más incisivo en su acercamiento a la música verdiana, transitando sólidamente entre los vigorosos, enérgicos y contagiosos ritmos de algunos momentos con los pasajes más líricos y dramáticos de otros. 

Además de la maestría de las melodías verdianas a las que es difícil resistirse, este regreso de I due Foscari también brilló gracias a su estupenda puesta en escena, a cargo de talentosos artistas argentinos. El director teatral Pablo Maritano, quien ya había destacado en ese escenario con sus propuestas para El trovador en 2013 y el año pasado en Otello, ofreció otro buen acercamiento a Verdi con una propuesta fluida, sutil y atenta a las situaciones dramáticas; su decisión de trasladar la acción desde mediados del siglo XV hasta la década del 30 en el siglo XX, funcionó muy bien y se hizo más coherente gracias a la bella y sobria escenografía de Nicolás Boni, de cuidada recreación de la arquitectura veneciana, y el lucido vestuario de Sofía Di Nunzio. La iluminación, a cargo del chileno Ricardo Castro, ayudó a reforzar los matices dramáticos y subrayar los claroscuros en los decorados y el argumento mismo. 

Y el elemento decisivo que terminó de entusiasmar en este montaje fueron los cantantes. Y eso que como ya se dijo, en ambos repartos hubo notorios problemas con alguno de los solistas. Originalmente cuando se anunció la temporada lírica de este año, el elenco internacional estaría encabezado por el barítono ucraniano Vitaliy Bilyy, quien ya ha destacado anteriormente en actuaciones en roles de Verdi en el Municipal, pero posteriormente se anunció que quien vendría sería el polaco Andrzej Dobber (quien protagonizara Rigoletto en ese teatro en 2010), y finalmente el dux Foscari fue cantado por el rumano Sebastian Catana, quien debutaba en Chile. En el estreno del elenco internacional, el lunes 21 de septiembre, Catana tosió no muy disimuladamente durante buena parte de la función, y aunque de todos modos cantó con buen volumen, su voz demostró no estar en las condiciones ideales, lo que de seguro incidió en una entrega teatral discreta e incluso distraída, lo que restó fuerza y dramatismo a la conmovedora escena final; una lástima, considerando su buen curriculum como cantante verdiano. 

Afortunadamente, a pesar del regular desempeño de Catana, el elenco internacional salió adelante y cosechó aplausos, en especial gracias a una de las sopranos que están destacando más a nivel internacional en el repertorio verdiano, la estadounidense Tamara Wilson, quien brilló especialmente en su regreso al Municipal, donde debutó en 2011 protagonizando Aida; merecidamente ovacionada por el público, su Lucrezia fue adecuadamente intensa y dramática, y en lo vocal lució un material poderoso y atractivo, de contundente volumen y cómodo en los distintos registros, capaz de sutilezas en sus momentos elegíacos, pero también de aportar la fiereza de los episodios más enérgicos. ¡Un gran acierto! A su lado, el tenor coreano Alfred Kim, quien ya ha interpretado en el Municipal El trovadorCavalleria rusticanaTosca y Carmen, cantó por primera vez en su carrera el rol de Jacopo y volvió a causar una sólida impresión por su potente voz y comprometida interpretación, destacando especialmente en el aria y cabaletta de su primera aparición, pero también en el dramatismo de las escenas posteriores.    

Y en el elenco estelar también uno de los dos Foscari estuvo enfermo. En el estreno de este segundo reparto, el martes 22, interpretando a Jacopo el tenor chileno Gonzalo Tomckowiack partió menos cómodo y seguro que en otras presentaciones suyas, situación que se fue acentuando durante la función y afectando notoriamente todo su desempeño, aunque de manera profesional intentó cantar hasta el final; a su favor hay que decir que por lo que se pudo apreciar en la transmisión por televisión abierta de este elenco en el marco de la gala presidencial de Chile el 18 de septiembre, el tenor había cantado bien y en mejores condiciones de salud. Lo bueno es que a pesar de esta notoria falencia, el reparto logró salir adelante gracias a dos artistas argentinos que ya han dejado buena impresión cantando previamente Verdi en el Municipal: el barítono Omar Carrión fue un buen dux Foscari, noble, convincente y sereno en lo actoral, y de competente entrega vocal, en especial en la última escena, y la soprano Mónica Ferracani actuó creíblemente y resolvió bien las arduas exigencias vocales del rol de Lucrezia, aunque en algunas notas o ciertos pasajes su emisión tuviera ocasionales deslices. 

En ambos repartos estuvieron muy bien los intérpretes de los roles secundarios, cantados por los chilenos Patricio Sabaté y Sergio Gallardo en el papel del implacable villano Loredano, las sopranos Paola Rodríguez y Yeanethe Münzenmayer como Pisana, los tenores Luis Rivas y Claudio Fernández como Barbarigo, el bajo Augusto de la Maza como un sirviente y el tenor Claudio Esteban Cerda como un oficial. Y el Coro del teatro, dirigido por el uruguayo Jorge Klastornik, volvió a lucirse, en particular en las impactantes escenas de conjunto. 


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