Opera-Musica Foto: Die Feen - Wagner - Théâtre du Châtelet, Paris - 04/2009(c) Marie-Noëlle Robert.
Thursday, May 25, 2023
Tina Turner: Music legend dies at 83
Friday, May 12, 2023
Tosca en Houston
Foto: Lynn Lane
Ramón
Jacques
Tosca de Puccini es un tan popular que desde 1970 a la fecha se ha mantenido entre los diez títulos más representados por los teatros estadounidenses (de acuerdo a datos de la asociación Opera América que agrupa a los teatros norteamericanos) de una lista encabezada por La Traviata de Verdi y Carmen de Bizet. Por ello no debe sorprende que en la actual temporada yo la haya presenciado en tres distintos teatros (San Diego, Los Ángeles) y ahora en la Houston Gran Opera. Al igual que Salome de Strauss, que se escenificó de manera alterna a esta producción, Tosca es otros de los títulos que la compañía ofreció en su temporada inaugural de 1956-1957. Una razón para reponerla fue que la soprano Tamara Wilson, cantante con una carrera internacional consolidada, formada en el estudio de este teatro, eligió este escenario para asumir por primera vez en su carrera a Floria Tosca. Wilson satisfizo y se llució, demostrando que, a pesar de poseer una voz amplia y opulenta, la sabe gestionar con sentido en todos los registros, que lo hace no solo potencia y brío si no alcanzando conmovedores y emocionantes pianos, casi susurrados, como los que regaló en su interpretación del aria Vissi d'arte. Su desempeño actoral fue natural y fluido en escena, sobretodo porque ofreció una aproximación diferente con garbo y elegancia, incluso delicadeza, despojada de la sobreactuación que frecuentemente se acostumbra ver y que exacerba el carácter celoso, pasional e impulsivo del personaje. El papel de Mario Cavaradossi fue interpretado muy bien por Jonathan Tetelman, a quien el público local escuchó hace pocos meses cuando cantó en el Réquiem de Verdi con la Houston Symphony. Su Cavaradossi sobresalió por una voz lirica-spinto de buenas cualidades en el fraseo, en el color y en la dicción, sobretodo en la proyección. Metido en la piel del papel se mostró compenetrado en escena y en sintonía con Wilson. Como el Baron Scarpia se presentó el experimentado y veterano barítono Rod Gilfry, quien logro sacarlo adelante de manera satisfactoria, aunque si el carácter malvado y despiadado del personaje está ya indicado en el libreto, no se entiende porque su necesidad de desplegar excesiva y desmedida fuerza vocal. Ameno y seguro se vio al bajo-barítono Nicholas Newton como el Sacristan, y al bajo mexicano Daniel Noyola como Angelotti. El resto de los papeles, cantando por competentes miembros del estudio del teatro incluyó al tenor Matthew Grills (Spoletta) y al barítono Luke Sutcliff (Sciarrone). Desde el nombramiento de Patrick Summers, titular de la orquesta, como director artístico del teatro, paulatinamente ha ido cediendo su lugar a la nueva generación de directores estadounidenses como: Benjamin Manis, joven director que mostró oficio y buenas cualidades al frente de la orquesta de la que obtuvo un óptimo resultado para el desarrollo del espectáculo. Bien también estuvo el coro en su participación. Por último, el teatro recurrió de nueva cuenta a la producción del director inglés John Caird, coproducida con los teatros de Chicago y Los Ángeles (donde se vio en diciembre pasado) situada en una época cercana a la segunda guerra mundial, con diseños y vestuarios de Bunny Christie e iluminación de Bunny Christie. El montaje no logra convencer del todo, por la idea de mostrar excesiva y grafica violencia en escena, sangre por todos lados, lo que parecería un campo de concentración con un cuerpo colgando (se entiende es el de Angelotti como lo pide Scarpia), la bodega llena de arte sacro robado en el segundo acto, o la escena final donde Tosca, cae de lo alto después de haberse degollarse en el cuello, y sin ninguna referencia que haga pensar que la historia es en Roma como indica el libreto. Este montaje ha sido visto ya dos veces en Houston, dos en Los Ángeles, donde se estrenó en el 2017, así como en Chicago, por lo que una futura reposición del título en cualquiera de estos escenarios será seguramente con una nueva producción escénica.
El Rapto en el Serrallo en San Pablo
Fabiana Crepaldi
“El Rapto’ está precedido por una pequeña obertura en do mayor, extremadamente ingenua y que produce poca sensación porque el público difícilmente prestó atención. Es decir, no se debe tomar mal, es un halago al público, ya que, de hecho, si se me permite hablar sinceramente, el padre Leopoldo Mozart, en lugar de llorar de admiración, como era habitual, ante esta obertura de su hijo, hubiera hecho mejor si lo hubiera quemado y dicho al joven compositor: 'Mi joven, acabas de producir una obertura bastante ridícula (...)'”. Así escribía, el 19 de mayo de 1859, el irreverente Héctor Berlioz al comentar el singspiel Die Entführung aus dem Serail (El rapto del serrallo) de Mozart. A Berlioz le habría incomodado la música “turca” de la apertura o, quizás, la cita de la primera aria de Belmonte, Hier sol ich dich denn sehen, que aparece en ella y que sigue a la obertura sin interrupción alguna. Cualesquiera que hayan sido los motivos de Berlioz, me acordé de él cuando asistí a la hermosa representación de la obra, los días 28 y 30 de abril pasados en el Theatro São Pedro: se habría divertido con la entrada con una banda (que, tras los gritos, identificaremos como paparazzi) corriendo y gritando, convirtiendo la música en una banda sonora de acción, tan pronto como la obertura retomó el agitado tema “turco”. Me uno al coro de los que piensan que los gritos fueron innecesarios, también porque el público se sintió libre de comentar en voz alta la escena. En la producción firmada por Jorge Takla y Ronaldo Zero que se mostró en el São Pedro, la acción transcurría en nuestros días. Como explicó Takla en las redes sociales del teatro, no se trataba de modernizar, sino de inmortalizar: “Los temas que plantean los diálogos de Mozart y su libretista son sumamente actuales. Hablamos de acoso moral y sexual, machismo, represión a la mujer, son temas que todavía están muy de actualidad”, dijo. Takla transportó la acción a un hotel icónico de París: el Ritz. Es allí donde Konstanze, miembro de la alta sociedad española, es retenida como prisionero por Selim Pasha, propietario del hotel. París es uno de los símbolos del iluminismo, que dejó fuertes huellas en la obra de Mozart. Y no es en vano ese sentimiento de atemporalidad, ese deseo de eternizar señalado por Takla: como afirma Charles C. Ford en Music, Sexuality and the Enlightenment in Mozart’s Figaro, Don Giovanni and Così fan tutte [Música, sexualidad y la Ilustración en Fígaro, Don Giovanni y Così fan tutte] de Mozart, fue precisamente en el Periodo de la Ilustración que estableció, “por medio de debates científicos y filosóficos, los axiomas y supuestos, la lógica y los prejuicios del 'sentido común' actual”, ese “cuerpo de conocimiento aparentemente tan inmediato y primario que no merece atención crítica” . La actualidad de la obra va, pues, más allá del tema relacionado con la mujer.
Siguiendo con Konstanze, la primera gran heroína de Mozart; antecesora de la Condesa, de Donna Anna, de Donna Elvira, de Fiordiligi; la mayor atracción del Rapto paulistano. En el segundo acto, su gran acto, tiene dos arias, ambas enormes, prácticamente de manera consecutiva. En el primero, en realidad tenemos recitativo (Welcher Wechsel herrscht in meiner Seele) y aria (Traurigkeit ward mir zum Lose) inmersos en un ensueño de angustia, de lamentación. Después de un breve diálogo viene Martern aller Arten, un virtuoso allegro que contrasta fuertemente con el aria precedente. Tomando las arias en conjuntoi, esta gran “escena” fue el principal triunfo del Rapto en el São Pedro. Fue allí donde Ludmilla Bauerfeldt demostró, de forma inequívoca, la excelente cantante que es: su musicalidad, su maestría técnica, su cuidado con el texto y la partitura. En Traurigkeit llamó la atención la precisión de sus ataques en los agudos, el crescendo en Traurigkeit, las varias veces que logró sostener el legato, la riqueza de la dinámica. Mi deseo era detenerme en esta aria y analizarla en detalle, pero me abstendré de la parte donde Konstanze dice que ni la brisa puede hablar del dolor de su alma, porque, sin querer quitárselos, sopla todo. los lamentos de vuelta a tu corazón. En la musica, escuchamos la brisa que sopla alle meine (todos los mios), con pares de semicorcheas en movimiento ondulatorio, y un largo Klagen (lamento) sostenido durante casi tres compases. Bauerfeldt transmitió perfectamente este efecto y nos dio otro consistente legato en Klagen. Cuando este texto reaparece al final del aria, con derecho a una coloratura en línea descendente, finalizándola con un armes Herz en la región grave, Bauerfeldt, sin omitir el trino final, lo hace todo de forma sensible, delicada, controlada, mozartiana.
Una palabra sobre lo mencionado en el párrafo anterior. El libreto de Stephanie se basa en otro libreto de Christoph Friederich Bretzner, cuyo resultado es algo diferente. En Bretzner, Selim descubre que Belmonte era su hijo, y no el hijo de su peor enemigo, como en el singspiel de Mozart. La feliz idea de la dirección escénica me recordó esto: cuando Belmonte dice su nombre y Selim, el gran actor Fred Silveira, se ríe, Belmonte se acerca a él y lo abraza. Solo más tarde, Selim explica que el padre de Belmonte es, de hecho, su peor enemigo. Esta ambigüedad inicial nos lleva directamente al final original de la historia. Otra marcada diferencia entre el libreto de Bretzner y el Rapto de Mozart está en el personaje de Osmin. En Bretzner era prácticamente un actor, con apenas una aria. En Mozart ganó más música, más densidad y, en O wie will ich triunfoieren, en el tercer acto, la nota que sería, durante muchos años, la nota más grave escrita en una ópera: un re grave – re1 (D2 en el estándar americano). Es la misma nota que, más de un siglo después, colocaría Richard Strauss en el papel del barón Ochs, en Der Rosenkavalier, cuando se despide de la Mariscala y se inclina ante ella. A diferencia de lo que sucedió en el Rosenkavalier del Theatro Municipal de São Paulo el año pasado, en el São Pedro hubo un bajo capaz de emitir y soportar el re: Luiz-Ottavio Faria. Además del re,Faria tuvo una óptima actuación, tanto escénica como vocal. Si Belmonte, Konstanze y Selim son personajes serios, incluso trágicos, el humor viene por cuenta de Osmin, Pedrillo y Rubio. Como Pedrillo, Jean William demostró sus habilidades humorísticas y una voz consistente. Fue, por tanto, una pena que su romanza del tercer acto, Im Mohrenland gefangen war, fuera cortada. Raquel Paulin y Ana Carolina Coutinho se alternaron en el papel de Blonde. Pude ver a Paulin el 28 y el 30 de abril a Coutinho. Blonde ganó con interpretes tan diferentes. Si Coutinho tiene un timbre hermoso, redondo, bien colocado, el de Paulin es más metálico, a veces un poco duro; si Paulin consigue alcanzar al dificiles graves que Mozart no pudo resistir insertar en su parte, especialmente en el dúo con Osmin (¡un la bemol grave!), Coutinho no los tiene; si Coutinho tuvo una bella interpretación musical, sobre todo en su primera aria, la que más valorizó su voz, Paulin, con su experiencia en el teatro musical, se destacó en los diálogos y escénicamente. Ana Carolina Coutinho, esa joven que estudia e inicia su carrera en Alemania, es alguien a quien prestar atención. La conducción de Claudio Cruz, de la Orquesta del Theatro São Pedro dejó un poco que desear. Si bien la interpretación del conjunto fue satisfactoria, hubo cierta imprecisión, falta de cohesión principalmente en las cuerdas, que parecían no timbrar, o no estar perfectamente afinadas. La actuación del coro de 12 integrantes, especialmente creado para la obra, también fue bastante satisfactoria. Con buena dirección escénica, competente dirección musical, buenos cantantes, escenografía muy superior a la que estamos acostumbrados a ver en la ciudad, exquisita iluminación (a cargo de Ney Bonfante) y una diva en el escenario, el Theatro São Pedro logró presentar un espectáculo digno y de calidad. El resultado obtenido fue muy superior al de otro Mozart que vimos recientemente en la ciudad: el problemático Così Fan Tutte del Theatro Municipal de San Pablo. Por eso mismo, la nueva regla en São Pedro que permite la entrada en medio del espectáculo, con derecho a que la gente pase por en medio del público y cambie de lugar, es muy desagradable. Y no hablo de poca tolerancia, sino de gente que entra con más de 40 minutos de retraso. ¿Qué tal seria reservar la última fila del segundo balcón para los rezagados?
Vivaldi sacro, arte y música en Ferrara
Foto: Marco Caselli Nirmal per il Teatro Comunale "Claudio Abbado" di Ferrara
Athos Tromboni
Este domingo de abril por la tarde, la ciudad celebró al santo patrón San Giorgio, el que protege a los pobres e indefensos, el caballero de Cristo que mata al dragón y se convierte en símbolo de la lucha del bien contra el mal. En la zona verde del interior de las murallas del Este, cerca del barrio homónimo de la ciudad donde se encuentra la antigua basílica del santo, antigua catedral de Ferrara en la Edad Media, la gente celebra subiéndose a las atracciones y saboreando los dulces-expreso de los puestos callejeros (almendras, turrones, azúcar hilado, bombones de chocolate aún calientes). La antigua basílica acoge ritos religiosos, oraciones y homilías que dan sentido al día de la patrona. En cambio, en el teatro, sobre el escenario del Comunale "Claudio Abbado", se escenifica un ritual que se repite por segundo año consecutivo: "Arte y Música" o Sacro Vivaldi, o sea Vittorio Sgarbi que le dice al público que llena el palcos y plateas, los llamativos conjuntos y los detalles menos llamativos -pero no banales- de cuadros famosos de Giovanni Bellini, Carracci, Guercino, Rembrandt, Van Rijn, Francisco de Zurbaran, Sironi. Los temas mostrados y narrados son la Virgen niña, la Virgen joven, la Virgen madre, las piadosas orantes (también estas eran jóvenes, adultas, ancianas), en definitiva, algunos topoi pictóricos del universo femenino, desde el Renacimiento hasta el siglo XX. Sgarbi interviene entre una actuación musical y otra, intercalando piezas de Vivaldi; habla, habla y habla; y con su sabiduría, además de lo que el histrionismo, entretiene al público que permanece concentrado en silencio, mientras respeta también en silencio respeta las actuaciones musicales y el canto del Sacro Vivaldi. Sobre el escenario toco la Orchestra Barocca Città di Ferrara dirigida por el maestro violinista Antonio Aiello en el papel de Konzertmeister. También estuvo el Coro Accademia dello Spirito Santo guiado por Francesco Pinamonti, un conjunto que una vez más demuestra ser la realidad musical ferraresa más hermosa que ha madurado en los últimos diez años. «... continúa la empresa ferrarese de diálogo con la gran música, en particular con la de Antonio Vivaldi, como se hizo con dos obras inéditas el año pasado - explicó Vittorio Sgarbi en los días anteriores a la prensa de la ciudad – y yo participaré con la orchestra barocca di Ferrara en el encuentro con un Vivaldi perenne, un Vivaldi sagrado, aunque en realidad nunca es sagrado, como nunca es profano. Lo que emerge es el alma del hombre, que el músico veneciano interpreta con su música y que contaré con algunas pinturas y esculturas.» El concierto comenzó con el Concierto para violín a dos coros para la Santísima Asunción de la Virgen María RV 582 [Concerto per violino in due cori per la Santissima Assunzione di Maria Vergine RV 582] seguido del Domine ad adjuvandum me, Festina RV 593; y del Kyrie RV 587, posteriormente el Concierto para cuerdas en sol menor RV 156 [Concerto per archi in sol minore RV 156] y finalmente el Magnificat RV 611; también en escena estuvieron las voces solistas de la soprano Carlotta Colombo y la contralto Chiara Brunello, quienes cantaron muy bien. Desde el punto de vista musical, el Vivaldi interpretado por el director Aiello convenció plenamente al público, pues más allá de la belleza melódica y el virtuosismo inherentes a las partituras del Cura Rojo, la habilidad con la que el Konzertmeister supo combinar los planos sonoros y los tempos de instrumentos y voces, incluyendo solistas y coro. En definitiva, fue un espectáculo cultural y musical en conjunto, con un impacto efervescente. La dirección del video también está bien pensada, curada por Domenico Giovannini. El espectáculo, como se puede intuir, nació y fue propuesto como una producción original de la Fondazione Teatro Comunale de Ferrara.
Tuesday, May 9, 2023
Salome di Strauss - Houston Grand Opera
Foto: Michael Bishop
Ramón Jacques
Salome, opera in un atto di Richard Strauss, con la quale si conclude un'altra stagione della Houston Grand Opera, ha un significato speciale per la compagnia essendo stato il primo titolo messo in scena nella serata inaugurale del 19 gennaio 1956. Anche se da allora non viene rappresentato frequentemente, quando è stato allestito ha avuto interpreti rappresentativi del personaggio come Grace Bumbry, Josephine Barstow o Hildegard Behrens. Per questa nuova produzione è stato inizialmente annunciato il soprano Amanda Majeski, ma il suo inaspettato ritiro ha permesso di assistere al debutto nel ruolo del soprano americano Laura Wilde, che l’ha interpretato in maniera molto soddisfacente. La e Wilde si è avvicinata allo psicodramma erotico con presenza e sicurezza in ciascuna delle diverse sfaccettature del personaggio, dalla dolcezza e candore alla capricciosità e alla follia sfrenata. É riuscita a irradiare sensualità e vulnerabilità con facilità e freschezza. La sua performance vocale è stata notevole con la sua voce calda ed espressiva, che ha fornito colore e drammaticità di pari passo con la musica, espandendola e proiettandola con facilità quando richiesto, emettendo note acute e penetranti che bucavano la densa orchestrazione. Questo teatro è noto per trovare e lanciare talenti, quindi non sarebbe sorprendente sentire il suo nome in seguito in altri importanti progetti e su altri palcoscenici. La presenza del soprano finlandese Karita Mattila è stata un piacere nel ruolo di Erodiade. Il suo canto pieno di vigore e sostanza insieme a un'esecuzione plausibile non sorprendevano provenendo da un grande nome dell'opera. Il basso- baritono Ryan Mckinny ha dato carattere e una voce profonda e ben sfumata al ruolo di Jochanaan, e il tenore Chad Shelton è stato un Erode eccitato, quasi squilibrato, ma senza troppi eccessi, dando sostanza e vitalità al suo canto attraverso le qualità della sua voce. Del resto, dei solisti che hanno completato bene il cast, vanno menzionati il tenore Eric Taylor come Narraboth e il mezzosoprano Erin Wagner come paggio di Erodiade. La direzione di Keri-Lynn Wilson nonostante sia stata disomogenea nella scelta dei tempi, dei timbri e nella forza orchestrale, soprattutto nei passaggi più drammatici, ha comunque ottenuto una buon risultato da parte dei musicisti dell'orchestra. La proposta scenica portata dal Palau de les Arts Reina Sofía di Valencia Spagna, dallo scenografo e costumista Louis Désiré, con la regia del messicano Francisco Negrin, entrambi esordienti in questo teatro, non ha lasciato indifferenti. Attualizzato per i personaggi principali, con il resto degli artisti sul palco che assistevano, guardando, con costumi di diverse epoche storiche, lo spettacolo si svolgeva su una pedana circolare, circondata da un enorme muro al centro del palco, e nella cui parte posteriore c'era un'enorme sfera, che simboleggiava il globo terrestre, dove si incontrava Jochanaan. Di fronte al pubblico, la sfera si apriva rivelando all’interno uno spazio con specchi, in cui entrava ed usciva Salome, e dove venivano proiettate le immagini variegate e variopinte di Joan Rondón, che, con le luci di Joan Rondón,, creavano effetti visivamente suggestivi. La regia di Negrin si è concentrata su un lavoro più palpabile con gli artisti e più vicino agli spettatori di oggi, allontanandosi dalla concezione che solitamente abbiamo della trama; così, per esempio, la danza dei sette veli sembrava più una audace danza da discoteca con Salomè circondata da sensuali prostitute; e nella scena finale gli viene consegnato il corpo completo di Jochanaan assassinato e decapitato. Alcune idee sembravano assurde e vicine al regietheater, ma la verità è che lo spettacolo ha funzionato bene. Al di là di esprimere giudizi su quanto visto, sarebbe opportuno parlare dell'effetto che questa Salomè ha avuto sul pubblico, che come raramente accade in questo teatro, al di là dei relativi applausi finali, ha avuto una sincera e clamorosa reazione al termine della recita. L'opera è anche uno spettacolo per gli occhi, e da quella prospettiva, sia per il teatro che per i presenti in questa prima di cinque rappresentazioni, il compito è stato assolto. Intanto sono stati annunciati i titoli della prossima stagione, che prevede la prima mondiale di due opere: Intelligence di Jake Heggie (creatore dell'opera Dear Man Walking) e The Big Swin della compositrice Melina Tuin, oltre ad altri titoli interessanti come Parsifal di Wagner e Tutti insieme appassionatamente [The Sound of Music] di Rodgers e Hammerstein, tra gli altri.
Salome en Houston
Ramón Jacques
Salome, ópera en un acto de
Richard Strauss, con la que concluye una temporada más de la Houston Grand Opera,
tiene un significado especial para la compañía ya que fue el primer título que escenificó,
estrenándose el 19 de enero de 1956. Aunque desde aquel momento no ha sido una
obra que se reponga con frecuencia, las ocasiones que aquí se ha hecho, ha
tenido intérpretes representativas del personaje como fueon: Grace Bumbry,
Josephine Barstow o Hildegard Behrens. Para esta nueva producción se anunció inicialmente
a la soprano Amanda Majeski, pero su imprevisto retiro permitió presenciar el
debut en el papel de la soprano estadounidense Laura Wilde, quien lo interpretó de manera ampliamente satisfactoria.
Wilde abordó el psicodrama erótico con presencia y seguridad en cada una de las
diferentes facetas del personaje desde la dulzura y el candor hasta el capricho
y la desenfrenada locura. Logró irradiar sensualidad y vulnerabilidad con desenvoltura
y frescura. Su desempeño vocal fue notable con su cálida y expresiva voz, que dotó
de color y dramatismo acorde a la música, expandiéndola y proyectándola con
facilidad cuando fue requerido, emitiendo puntiagudos y penetrantes agudos que
atravesaban la densa orquestación. Este teatro se ha caracterizado por
encontrar y lanzar talento, por lo que no sorprendería escuchar su nombre más
adelante en otros proyectos y escenarios importantes. La presencia de la
soprano finlandesa Karita Mattila
fue un deleite en el papel de Herodías. Su canto pleno de vigor y enjundia
junto a una verosímil y apetecible actuación no sorprendieron viniendo de un
gran nombre de la ópera. El bajo-barítono Ryan
Mckinny dio carácter y una voz profunda y bien matizada al papel de
Jokanaán, y el tenor Chad Shelton,
fue un animado casi desquiciado Herodes, sin sobreactuar, dando substancia y
vitalidad a su canto por las cualidades de su voz. Del resto de solistas que
redondearon bien el elenco se debe mencionar al tenor Eric Taylor como Narraboth y a la mezzosoprano Erin Wagner como el paje de Herodías. La conducción musical de Keri-Lynn Wilson, fue accidentada en la
elección de tiempos, timbres y la fuerza orquestal, sobre todo en los pasajes
de mayor dramatismo, pero mientras fue calibrándola y adentrándose en la
partitura obtuvo un buen trabajo de los músicos de la orquesta. La propuesta
escénica traída del Palau de les Arts Reina Sofía de Valencia España, del
diseñador y vestuarista Louis Désiré,
con dirección escénica de Francisco
Negrin, ambos debutantes en este teatro, no dejó indiferente a nadie. Situada
en la actualidad para los personajes principales, y el resto de los artistas en
escena observando, con vestuarios de diferentes épocas históricas, fue
transcurriendo la función sobre una plataforma circular, rodeada de un enorme
muro sobre el centro del escenario, y en cuya parte posterior había una enorme
esfera, simbolizando un globo terráqueo, donde se encontraba Jokanaán. Al
quedar frente al público, la esfera se abría mostrando en su interior un
espacio con espejos, al que entraba y salía Salome, donde se proyectaban
abigarrados y coloridas imágenes, de Joan
Rondón, que, con la iluminación, de Bruno
Poet, se crearon efectos visualmente sugestivos. La dirección escénica
Negrin, se enfocó en un trabajo con los artistas más palpable y cercano al
espectador de hoy, alejándose de la concepción que ya se tiene de la trama,
así, por ejemplo: el baile de los siete velos parecía más un atrevido baile de
discoteca con Salome rodeada de sensuales prostitutas; y en la escena final se
le entrega el cuerpo completo del asesinado y degollado Jokanaán. La propuesta
por algunas ideas parecería absurda y cercana al regietheater lo cierto es que funcionó bien. Más allá de entrar en juicios
sobre lo visto en el espectáculo, convendría hablar sobre el efecto que esta
Salome, suscitó en el público asistente, que como pocas veces ocurre en este
teatro, más allá de los respectivos aplausos finales, tuvo una sincera e
impresionante reacción explosiva al término de la función. La ópera es también
un espectáculo visual, y desde esa perspectiva, tanto para el teatro como para
los presentes en esta primera, de cinco funciones, el cometido se cumplió. Mientras
tanto, se anunciaron los títulos para la próxima temporada que incluye el
estreno absoluto de dos operas: Intelligence de Jake Heggie (creador de la
ópera Dear Man Walking) y The Big Swin de la compositora Melina
Tuin, además de otros títulos interesantes como Parsifal de Wagner y The
Sound of Music de Rodgers y Hammerstein, entre otras.
Monday, May 8, 2023
Grace Bumbry a trailblazing Black opera singer, Dies at 86
Saturday, May 6, 2023
Les Pêcheurs de Perles en Austin
Eduardo Andaluz
La amplia lista de
composiciones, especialmente las operísticas, de Georges Bizet (1838-1875) parece
estar limitada únicamente a Carmen,
que es una de las obras más conocidos y representadas actualmente. Fuera de Francia,
se puede afirmar que Les Pêcheurs de
Perles es el segundo título más conocido del compositor, y esto dicho con
ciertas reservas, ya que al menos en el circuito operístico estadounidense son
pocas las oportunidades que se tienen de escucharla como en Los Ángeles y en
Chicago (en 2017) y Dallas (en 2022) como ejemplo de recientes montajes. Para
concluir su temporada 2023, la Opera de Austin eligió para su público esta ópera
(en tres actos con libreto en francés de Eugène Cormon y Michel Carré,
estrenada el 30 de septiembre de 1863 en el Théâtre-Lyrique du Châtelet de
París) en lo que debe considerarse como una meritoria labor de rescate de títulos
frecuentemente olvidados, por un teatro que a lo largo de su historia ha
asumido riesgos presentando óperas poco conocidas y algunos estrenos. Debido al
interés por ofrecer temas diferentes, exóticos, y para alejarse también de la
censura en Europa, algunos compositores del pasado se fijaron en las culturas
de oriente para situar la trama y acción de sus óperas (aunque se señala que en
sus primeros borradores Bizet habría considerado como opción colocar la
historia en México). El libreto se lleva a cabo en Ceilán, hoy Sri Lanka, y
frente a ese ambiente colorido, luminoso, solar y mágico se encontró el público
que asistió a esta primera función. Se trata de la idea que la diseñadora de
moda inglesa Zandra Rhodes (atraída por
la influencia del punk, el pop, y el glam) ideó y estrenó en el 2004 por
encargo del teatro de San Diego. Es evidente que las escenografías (en realidad
las escenas están representadas por pinturas al fondo del escenario, con pocos
elementos sobre la escena, palmeras y brillantes vestuarios) denotan ya el paso
del tiempo. Su funcionalidad, como el amplio espacio que permite el libre y
fluido movimiento de los artistas, y la iluminación de Anshuman Bhatiaque que la complementa, creando gratas y estéticas estampas
al espectador es lo que la mantiene activa y como una producción de referencia.
Sobre el escenario se apreciaron también las pausadas, expresivas y elegantes coreografías
de estilo hindú de Anuradha Naimpally de
la compañía de baile Austin Dance India. De la dirección escénica se encargó Alison Moritz, quien realizo un
detallado trabajo actoral, expresionista y en línea con la sensación de fantasía
y fabula proveniente del escenario. Buen desempeño tuvo el coro, cuando fue
requerido, mostrando enjundia y pasión; y la orquesta fue dirigida con imaginación
y emoción por Timothy Myers, titular
musical de este teatro. Musicalidad, gracia y color es lo que me hace describir
la voz de la joven soprano Madison
Leonard, que cantó y actuó bien el papel de Leila, en sintonía con el Nadir
de David Portillo, tenor de una voz lirica
de buenas condiciones y uniforme en cada registro. El elenco conto con la
presencia del barítono Will Liverman
como Zurga quien cantó con claridad y expresividad, y del bajo-barítono japonés
Hidenori Inoue que aquí actuó a un
arrogante y autoritario Nourabad de fornida y corpulenta voz.
Friday, May 5, 2023
Lucia di Lammermoor en Milán
Massimo Viazzo
Riccardo Chailly estaba muy
interesado en esta Lucia, que inicialmente estaba prevista para la inauguración
de la temporada 2020/21 y que debió ser anulada a causa de la pandemia. Lucia di Lammermoor de Donizetti fue
finalmente recuperada y Chailly volvió al podio para firmar una Lucia, me
atreveré a decir, histórica. Chailly se
refirió a la edición crítica de Gabriele Dotto y Roger Parker realizada en su
totalidad con la presencia de nuevos compases y la reapertura de los cortes
tradicionales que con frecuencia han colmado la partitura, a menudo privándola
de continuidad dramática. Quizás la más célebre manumisión ocurrió justo en el
estreno el 26 de septiembre de 1735 en el teatro San Carlo de Nápoles, cuando
el intérprete de la armónica de cristal, la armónica con copas que Donizetti
con genial intuición colorista había previsto para acompañar la escena de la
locura, se retiró obligando al compositor de Bérgamo a recurrir al uso de la
flauta. Posteriormente fueron cortadas
escenas enteras (o parte de ellas), como la de Raimondo en el segundo acto, o
la llamada scena della torre entre Edgardo y Enrico en el tercer acto. En esta ocasión en la Scala, se pudo
finalmente escuchar todo como lo había previsto Donizetti. Usualmente el nombre del director de orquesta
Riccardo Chailly, no se asocia al repertorio belcantista, y, por tanto, la
sorpresa fue mayor en lo que respecta al éxito musical. El atento cuidado de los timbres orquestales
y la notable capacidad para crear una atmósfera de fábula, brumosa, encantada,
con un toque de romanticismo nórdico, unidos al minucioso y muy preciso trabajo
de concertación, han llevado a un resultado de fuerte compacidad y sugestión,
reencontrando en las memorables páginas donizettianas, aquella teatralidad que
frecuentemente ha sido excluida, privilegiando sólo los valores vocales. Chailly utilizó la orquesta como voz interior
plasmando los lugares de la ópera, logrando delinear de la mejor manera las
interacciones entre los personajes, sin limitarse nunca, al solo acompañamiento
de las voces, sino al contrario, valorizando los valores intrínsecos de la
partitura. Una gran conducción hizo descubrir una Lucia toda nueva. Yannis
Kokkos, director de escena, escenógrafo y vestuarista de esta nueva producción,
confeccionó un espectáculo linear y elegante, perfectamente en línea con la
idea de valorizar la dramaturgia de la ópera, apuntando a la sobriedad de la
actuación, haciendo respirar la música y evitando de llenar el escenario de
contrasentidos o de recurrir a otros movimientos distractores. ¿Qué se puede
decir al final del elenco? ¡Estuvo
excepcional! Comenzando con Lisette Oropesa, una Lucia de voz emocionante,
expresiva, técnicamente perfecta y muy sólida en la entonación y muy a sus
anchas en la coloratura. Como actriz,
fue también una Lucia creíble. En la escena de locura, con la fundamental
recuperación de la armónica de vidrio (que por deber de crónica fue ya
utilizada en la Scala en el 2006 por Roberto Abbado) fue la cumbre de la
interpretación que muchas veces ha entusiasmado, haciendo que vinieran a la
mente las intérpretes históricas del papel. Juan Diego Flórez sacó su innata
musicalidad, su clase y refinamiento, esbozando un Edgardo más heroico que
romántico. Flórez es desde hace muchos años
el campeón de la música rossiniana y este legado se ha percibido en la búsqueda
y meticulosidad de la emisión vocal. Aquí en Donizetti, por momentos se le ha
notado una parcial carencia de peso vocal, pero el tenor peruano la compensó
ampliamente valiéndose de una línea de canto sostenida de un fraseo siempre
preciso, una dicción ejemplar y de la habitual valentía en el registro
agudo. El barítono ruso Boris
Pinkhasovich interpretó con impulso y tormento al papel de Enrico, mostrando un
timbre claro y facilidad en las notas agudas, mientras que el Raimondo de
Michele Pertusi agradó por su bruñido timbre, seguridad en el acento,
persuasión y presencia escénica. Completaron el elenco de modo idóneo, Leonardo Cortelazzi
(Arturo), Giorgio Misseri (Normanno) y Valentina Pluzhnikova (Alisa). Para finalizar, el Coro del
Teatro alla Scala dirigido por Alberto Malazzi supo captar muy bien los
diversos estados de ánimo de los que está impregnada la partitura cantando con
timbres homogéneos y precisión.
Lucia di Lammermoor - Teatro alla Scala Milano
Massimo Viazzo
Riccardo Chailly ci teneva molto a questa Lucia. Inizialmente prevista per l’inaugurazione della stagione 2020/21, poi annullata a causa della pandemia, Lucia di Lammermoor di Donizetti finalmente viene recuperata e Chailly torna sul podio firmando una Lucia oserei definire storica. Chailly si rifà alla edizione critica di Gabriele Dotto e Roger Parker eseguita integralmente con la presenza di nuove battute e la riapertura dei tagli di tradizione che hanno frequentemente costellato la partitura privandola spesso di continuità drammatica. Forse la più celebre manomissione avvenne proprio alla première del 26 settembre 1735 al San Carlo di Napoli, quando il suonatore della glassarmonica, l’armonica a bicchieri che Donizetti con una geniale intuizione coloristica aveva previsto per accompagnare la scena della pazzia, diede forfait costringendo il compositore bergamasco a ripiegare sull’uso del flauto. In seguito furono tagliate intere scene (o parti di esse), come quella di Raimondo nel secondo atto, o la cosiddetta scena della torre tra Edgardo ed Enrico nel terzo. Stavolta alla Scala abbiamo potuto finalmente ascoltare tutto ciò che era stato previsto da Donizetti. Solitamente il nome del direttore d’orchestra Riccardo Chailly non viene associato al repertorio belcantistico. E quindi la sorpresa è stata ancora maggiore per quanto riguarda l'esito musicale. L’attenta cura dei timbri orchestrali e la notevole capacità nel creare atmosfere fiabesche, brumose, incantate, con un tocco di romanticismo nordico, unite al lavoro di concertazione minuzioso e precisissimo, hanno portato ad un risultato di forte compattezza e suggestione facendo ritrovare alle memorabili pagine donizettiane quella teatralità che spesso è stata tralasciata privilegiandone i soli valori vocali. Chailly ha utilizzato l’orchestra come voce interiore plasmando i luoghi dell’opera, e riuscendo a sottolineare al meglio le interazioni tra i personaggi, mai limitandosi al solo accompagnamento delle voci, ma anzi valorizzando i valori intrinsechi della partitura. Una grande direzione che ci ha fatto scoprire una Lucia del tutto nuova. Yannis Kokkos, regista, scenografo e costumista di questo nuovo allestimento, ha confezionato uno spettacolo lineare ed elegante, perfettamente in linea con l’idea di valorizzare la drammaturgia dell’opera, che ha puntato sulla sobrietà della recitazione facendo respirare la musica ed evitando di riempire il palcoscenico di controscene o di ricorrere ad altri movimenti distraenti. Che dire infine del cast? Eccezionale! A cominciare da Lisette Oropesa, una Lucia dalla voce emozionante, espressiva, tecnicamente perfetta, saldissima nell’intonazione e a proprio agio nella coloratura. Una Lucia credibile anche come attrice. La scena della pazzia, con il fondamentale recupero della glassarmonica (che per dovere di cronaca era già stata utilizzata alla Scala nel 2006 da Roberto Abbado), è stata la vetta di una interpretazione che più volte ha entusiasmato facendo venire in mente le interpreti storiche del ruolo. Juan Diego Florez ha sfoderato la sua innata musicalità, la sua classe e raffinatezza tratteggiando un Edgardo più eroico che romantico. Florez è da decenni il campione della musica rossiniana e questo retaggio lo si è percepito nella ricercatezza e meticolosità dell’emissione vocale. Qui in Donizetti a volte si è notata una parziale mancanza di peso vocale, ma il tenore peruviano l’ha ampiamente compensata avvalendosi di una linea di canto sostenuta da un fraseggio sempre accurato, una dizione esemplare e dalla solita spavalderia nel registro acuto. Il baritono russo Boris Pinkhasovich ha interpretato con slancio e tormento il ruolo di Enrico, mostrando timbrica chiara e facilità in alto, mentre il Raimondo di Michele Pertusi è piaciuto per brunitura timbrica, sicurezza d’accento, persuasività e presenza scenica. Completavano il cast in modo idoneo Michele Pertusi (Arturo), Giorgio Misseri (Normanno) e Valentina Pluzhnikova (Alisa). Infine, il Coro del Teatro alla Scala diretto da Valentina Pluzhnikova ha saputo cogliere al meglio i diversi stati d’animo di cui è pervasa la partitura cantando con timbrica omogenea e precisione.
Tannhäuser en Salzburgo
Fabiana Crepaldi
Fue la noticia de Tannhäuser en el festival de
Pascua de Salzburgo, que uniria a Jonas
Kaufmann, Marlis Petersen, Elina Garanča y Chistian Gerhaher (los tres primeros debutando en sus respectivos
roles) lo que me hizo decidir pasar la primera quincena de abril en Europa. Con
algunas modificaciones, la producción, a cargo de Romeo Castellucci, fue la misma que, en 2017, se estrenó en la
Bayerische Staatsoper bajo la impecable dirección de Kirill Petrenko. Con la
dirección musical de Andris Nelsons,
la versión elegida fue, como ya había sucedido en Múnich, la de Viena de 1875,
la última que dejó Wagner. Curiosamente, la partitura de esta versión solo se
revisó e imprimió en 2003, cuando Hartmut
Haenchen la montó en el escenario en Ámsterdam. En términos generales, hay
algunas características que ayudan a reconocer la versión vienesa: el preludio
no retoma el tema inicial de los peregrinos, como ocurre tanto en el primero,
de Dresde, como en el de París, sino que, al contrario, va derecho, sin
interrupción, por la bacanal; se conservan las partes de Venus incorporadas en
la versión de París, con una escritura cercana a la de Tristán e Isolda; se
reincorpora el aria de Walther, en el segundo acto, eliminada en la versión de
París por problemas con el intérprete. Como Tannhäuser tiene como uno de sus
temas principales la fuerza creativa y la no aceptación que enfrentan los
individuos con capacidad de innovar en una sociedad tradicional, cerrada y
sujeta a reglas, esta nueva escritura incorporada al primer acto de la revisión
de París ayuda a destacar la diferencia entre esta fuente de libre inspiración,
procedente del Venusberg, y el ambiente más tradicional, más cercano al de las
óperas románticas italianas, que caracteriza el segundo acto, procedente del
Wartburg. Fuimos recibidos, en el teatro, por una luz blanca y una flecha
discreta. La flecha, ese clásico símbolo fálico, con el que nos hechiza el
ciego Cupido, pero también símbolo de movimiento, vector con longitud,
dirección y sentido. Y movimiento, coreografía (a cargo de Cindy Van Acker), no faltó en la producción. En el preludio, aún
sonaba el tema de los peregrinos cuando entraron en escena figuras femeninas
semidesnudas, un grupo de amazonas, portando arcos y flechas. Pero no eran unas
amazonas cualesquiera: parecían practicantes de kuydo (El camino del arco), un
arte marcial japonés. Es una mezcla de mitología griega y orientalismo, dos
culturas, dos tradiciones místicas. Cuando comenzó el tema de Venusberg, al
fondo del escenario, apareció una imagen esférica con parte de un rostro del
que prácticamente solo se veia el ojo. Después de señalar, de manera amenazante
pero reverente, las flechas en nuestra dirección, las amazonas se volvieron
hacia esta imagen y comenzaron a lanzar los proyectiles sonoros para resaltar
las partes más oscuras de la imagen, especialmente el ojo. Cuando el canto de
las sirenas estaba a punto de sonar, la imagen proyectada cambió, se convirtió
en una oreja (cubierta de flechas). Vista y oído: los dos sentidos principales
que provocan la reacción de los instintos; los sentidos a través de los cuales
fuimos atraídos por lo bello; los sentidos a través de los cuales interactuamos
con la ópera en su totalidad: música, poesía, teatro. Tannhäuser respondió al
llamado de las sirenas y un doble de acción de Jonas Kaufmann fue llevado a lo
más alto, escalando la imagen como si estuviera escalando una pared, y ya no
usando las flechas, como en la producción original, lo que dejo vació un poco
el significado y el papel de las flechas. En la imagen proyectada, el oído ha
dejado paso a una mano que sostiene una manzana. Tentación, seducción en la
cultura judeocristiana, pero también el comienzo de la Guerra de Troya en
Grecia.
Originalmente, la Venus de
Castellucci estaba unida a la tierra, al suelo. Figuras mitad humanas, mitad
viscosas, mitad deformes, en las que, fluidos, cuerpos inquietos, arcilla y
magma parecían fundirse, formaban, con ella, un todo. Para la intérprete, el
desafío era actuar sin usar todo el cuerpo, solo la voz, las expresiones
faciales y los brazos. En el re ensamblaje, el primer acto, más precisamente
Venus, fue el que sufrió mayores cambios. Este era, muy probablemente, para
recibir a Elina Garanča quien, sin embargo, terminó cancelando su participación
alegando problemas de salud (no es la primera vez que se enferma en vísperas de
debutar en un papel). La Venus de Salzburgo comenzó como la de Múnich, pero
pronto se liberó de su forma de figura de Venus, se puso de pie y comenzó a
actuar libremente. Las sustancias viscosas y repugnantes desaparecieron: habian
sido reemplazadas por telas. Gradualmente, los tejidos cercanos a Venus se
volvieron rosados, casi rojos. Todo se volvió más ligero. A mis ojos, el cambio
fue muy bienvenido, la producción ganó mucho en estética, en movimiento y
empezó a presentar diferentes formas de Venus. En cuanto a la puesta en escena,
fue el acto mejor resuelto.
Como bien decía Wagner, encontramos el mito renovado, revisitado en cada cultura. Al ver salir a Tannhäuser de la cueva de Venus, donde estuvo tanto tiempo retenido y separado de su pueblo, dejando a Elisabeth esperándolo, es imposible no recordar a Ulises, quien, durante siete años, estuvo preso en la cueva de la ninfa Calypso, la ninfa divina que quería que fuera su marido. La diferencia es que Ulises obtuvo pronto el perdón de los dioses del Olimpo, mientras que Tannhäuser no corrió con la misma suerte en el mundo cristiano: para salvarlo fue necesario, como en el Fausto de Goethe, que una mujer se sacrificara. Una vez fuera de la cueva, Tannhäuser ve pasar a los peregrinos que se dirigen a Roma para obtener el perdón. Vestidos de negro, llevan juntos un gran metal brillante. ¿El peso de vuestros pecados, por los que vais juntos a buscar el perdón? Cuando regresan, en el tercer acto, después de ser perdonados, cada uno traerá una pieza ligera de ese metal, que en la producción original era brillante, pero ahora ha perdido su brillo y se volvería algo difícil de ver desde la distancia. ¿Sus pecados, una vez perdonados, dejarían de ser una carga y se convertirían en riqueza? La última escena del primer acto, cuando los cazadores, vestidos con ropas que parecen de artes marciales orientales, regresan de cazar y encuentran a Tannhäuser, la escena está marcada por la sangre. A partir de ese momento, la producción se vuelve cada vez más enigmática y cargada de símbolos, pero afortunadamente sin perder una musicalidad cautivadora. En este punto, terminado el primer acto, ya se notaba el altísimo nivel de todo el conjunto, en especial del fantástico barítono Christian Gerhaher, intérprete de Wolfram desde el estreno de la producción en Múnich, con su enorme voz, su hermoso timbre, su fraseo natural, su dicción impecable. Fue desafortunado que su línea de canto se viera dañada por el ritmo lento de Nelson. Tenemos, como consuelo, el fluido “O du mein Holder” del vídeo de Múnich, que no está intercalado con pausas como la versión en cámara lenta presentada en Salzburgo. Georg Zeppenfeld también había interpretado a Hermann the Landgraf en la misma producción. Es un excelente bajo, y su participación le dio un brillo especial al segundo acto. Él fue quien logró manejar mejor el ritmo de Nelson.
Originalmente pensada para Anja Harteros, la producción requiere de una Elisabeth que, además de ser una gran cantante, sea también una gran actriz, que tenga sutileza, profundidad. Y Marlis Petersen, que debutó no solo en el papel, sino en una ópera de Wagner, es un nombre que cumple con esos requisitos. Lo primero a destacar es que cuando un intérprete asume el papel que, anteriormente, había sido interpretado por un nombre importante como Harteros, es habitual, sobre todo cuando hay un vídeo, que el nuevo intérprete intente reproducir, al menos escénicamente el rendimiento del antecesor. Esto no sucedió con Marlis Petersen: su Elisabeth fue totalmente diferente a la de Harteros, creó un personaje completamente nuevo. Mientras que Harteros, a juzgar por el vídeo, hacía una Elisabeth introspectiva, trascendental, ya un poco ausente, para quien realmente la muerte parecía ser el único desenlace posible, la Elisabeth de Petersen era extremadamente humana: tenía sus momentos de fragilidad, que su timbre ligero le ayudó a crear, y otros de gran fuerza y determinación. La rendición se vio llegó en su oración final y etérea en pianissimo en el tercer acto. En la gran escena final del segundo acto, dramáticamente más exigente, ella estuvo extraordinaria: construyó una Elisabeth herida por ese hombre por el que tanto había esperado, al que amaba incondicionalmente, pero que parece haber buscado la fuerza precisamente en ese golpe mortal, hasta el punto en que, con un sonido agudo, haber podido plantar cara a todos esos hombres. Su “Zurück von ihm!”, con canto recitado e incisivo, dio paso a un lírico “Ich fleh für ihn”, con un buen legato, que terminó con ella clavándole una flecha en la espalda a Tannhäuser (junto con el texto, recordando que el Salvador también fue inmolado por él, esta flecha nos remite directamente a la lanza de Parsifal). En el concertato, en la breve parte en la que Wagner se inspiró ciertamente en el final de la Norma de Bellini, cuando Elisabeth ofreció su vida por la de Tannhäuser, cuando sobresale la línea de la soprano, su crescendo dio fuerza a la escena.
Todas las escenas del conjunto estuvieron marcadas por una gran actuación y, en general, se vieron menos afectadas por el tempo. Además de un elenco de tan alto nivel, el coro, formado por el Tschechischer Philharmonischer Chor Brünn y Bachchor Salzburg, también contribuyó al excelente resultado. Andris Nelsons es un maestro que cuida los detalles, capaz de entregar una interpretación trascendente —algo que, por cierto, casa bien con la producción de Castellucci— y de extraer un sonido hermoso de la gran Gewandhausorchester. Sin embargo, parece no importarle mucho el hecho de que se trata de músicos cuyos instrumentos tienen limitaciones fisiológicas: los cantantes. Si bien el resultado orquestal obtenido es interesante, haciendo que los cantantes lleguen al límite, de modo que tengan que respirar en momentos que, con un tempo un poco más favorable, no necesitarían respirar, o haciendo que parte del fraseo se perdiera con pausas y lentitud, es un precio demasiado alto, más aún cuando se tiene entre manos un elenco tan calificado. De todos modos, fue una noche memorable. El mandato de Nikolaus Bachler, el nuevo director artístico de Osterfestspiele Salzburg, comenzó con buen pie en esta edición del 2023. El próximo año, los nombres son atractivos: una vez más Jonas Kaufmann, Anna Netrebko y Antonio Pappano, quien dirigirá en el festival. Lo que desalienta es el título de la ópera elegida: La Gioconda, de Ponchielli. A partir dle 2026, el festival contará con la participación de Kirill Petrenko y la Filarmónica de Berlín, reproduciendo así en Salzburgo la exitosa asociación entre director y director que convirtió a la Bayerische Staatsoper en el mejor teatro de ópera del mundo.