Friday, May 5, 2023

Lucia di Lammermoor en Milán

Foto: Brescia & Amisano

Massimo Viazzo

Riccardo Chailly estaba muy interesado en esta Lucia, que inicialmente estaba prevista para la inauguración de la temporada 2020/21 y que debió ser anulada a causa de la pandemia.  Lucia di Lammermoor de Donizetti fue finalmente recuperada y Chailly volvió al podio para firmar una Lucia, me atreveré a decir, histórica.  Chailly se refirió a la edición crítica de Gabriele Dotto y Roger Parker realizada en su totalidad con la presencia de nuevos compases y la reapertura de los cortes tradicionales que con frecuencia han colmado la partitura, a menudo privándola de continuidad dramática. Quizás la más célebre manumisión ocurrió justo en el estreno el 26 de septiembre de 1735 en el teatro San Carlo de Nápoles, cuando el intérprete de la armónica de cristal, la armónica con copas que Donizetti con genial intuición colorista había previsto para acompañar la escena de la locura, se retiró obligando al compositor de Bérgamo a recurrir al uso de la flauta.  Posteriormente fueron cortadas escenas enteras (o parte de ellas), como la de Raimondo en el segundo acto, o la llamada scena della torre entre Edgardo y Enrico en el tercer acto.  En esta ocasión en la Scala, se pudo finalmente escuchar todo como lo había previsto Donizetti.  Usualmente el nombre del director de orquesta Riccardo Chailly, no se asocia al repertorio belcantista, y, por tanto, la sorpresa fue mayor en lo que respecta al éxito musical.  El atento cuidado de los timbres orquestales y la notable capacidad para crear una atmósfera de fábula, brumosa, encantada, con un toque de romanticismo nórdico, unidos al minucioso y muy preciso trabajo de concertación, han llevado a un resultado de fuerte compacidad y sugestión, reencontrando en las memorables páginas donizettianas, aquella teatralidad que frecuentemente ha sido excluida, privilegiando sólo los valores vocales.  Chailly utilizó la orquesta como voz interior plasmando los lugares de la ópera, logrando delinear de la mejor manera las interacciones entre los personajes, sin limitarse nunca, al solo acompañamiento de las voces, sino al contrario, valorizando los valores intrínsecos de la partitura. Una gran conducción hizo descubrir una Lucia toda nueva. Yannis Kokkos, director de escena, escenógrafo y vestuarista de esta nueva producción, confeccionó un espectáculo linear y elegante, perfectamente en línea con la idea de valorizar la dramaturgia de la ópera, apuntando a la sobriedad de la actuación, haciendo respirar la música y evitando de llenar el escenario de contrasentidos o de recurrir a otros movimientos distractores. ¿Qué se puede decir al final del elenco? ¡Estuvo excepcional! Comenzando con Lisette Oropesa, una Lucia de voz emocionante, expresiva, técnicamente perfecta y muy sólida en la entonación y muy a sus anchas en la coloratura.  Como actriz, fue también una Lucia creíble. En la escena de locura, con la fundamental recuperación de la armónica de vidrio (que por deber de crónica fue ya utilizada en la Scala en el 2006 por Roberto Abbado) fue la cumbre de la interpretación que muchas veces ha entusiasmado, haciendo que vinieran a la mente las intérpretes históricas del papel. Juan Diego Flórez sacó su innata musicalidad, su clase y refinamiento, esbozando un Edgardo más heroico que romántico.  Flórez es desde hace muchos años el campeón de la música rossiniana y este legado se ha percibido en la búsqueda y meticulosidad de la emisión vocal. Aquí en Donizetti, por momentos se le ha notado una parcial carencia de peso vocal, pero el tenor peruano la compensó ampliamente valiéndose de una línea de canto sostenida de un fraseo siempre preciso, una dicción ejemplar y de la habitual valentía en el registro agudo.  El barítono ruso Boris Pinkhasovich interpretó con impulso y tormento al papel de Enrico, mostrando un timbre claro y facilidad en las notas agudas, mientras que el Raimondo de Michele Pertusi agradó por su bruñido timbre, seguridad en el acento, persuasión y presencia escénica.  Completaron el elenco de modo idóneo, Leonardo Cortelazzi (Arturo), Giorgio Misseri (Normanno) y Valentina Pluzhnikova (Alisa).  Para finalizar, el Coro del Teatro alla Scala dirigido por Alberto Malazzi supo captar muy bien los diversos estados de ánimo de los que está impregnada la partitura cantando con timbres homogéneos y precisión. 



 

 

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