Wednesday, July 31, 2019

Gianni Schicchi / Prima la musica por le parole - Teatro alla Scala


Foto: Brescia&Amisano - Teatro Alla Scala

Massimo Viazzo

Ambrogio Maestri fue la estrella del díptico que el Teatro alla Scala propuso antes de la pausa estival. Se trató de un díptico pensado ad hoc para el Progetto Accademia y estuvo compuesto por Gianni Schicchi y por el único acto de Antonio Salieri Prima la música poi le parole.  El “divertimento teatral” de Salieri fue un estreno en la Scala, mientras que para la obra maestra pucciniana se utilizó la conocida producción de Woody Allen, que se originó en Los Ángeles y que fue vista en Spoleto Italia hace diez años en.  La obra de Salieri esta basada en un libreto de Casti (de dramaturgia poco interesante) que narra el eterno desencuentro y rivalidad entre el musico y el poeta en el acto de componer una ópera. Maestri personificó al Maestro de capilla con argucia, ligereza de emisión, claridad de dicción y extrema atención al estilo recitativo; quien acompañado por tres jóvenes promesas de la Accademia del Teatro alla Scala, Ramiro Maturana (el poeta), Anna Doris Capitelli (Doña Eleonora) y Francesca Pia Vitale (Tonina), mantuvo la linea con gran personalidad en el espectáculo firmado por Grischa Asagaroff – agradable escena fija, dominada por enormes instrumentos musicales- y dirigido con precisión por Adam Fischer.  En Schicchi, Ambrogio Maestri desplegó todo el peso vocal que se le conoce como: grato color, facilidad de emisión y solidez en los agudos para crear un personaje que, arropado por la impostación artística de Allen, vistió como un boss malviviente de Nueva York.   Así, Maestri supo ser astuto, como también arrogante, sin salirse de la parodia. Sin embargo, Woody Allen permaneció atrapado en la caricatura en la que estuvo inmerso su producción “cinematográfica”, claramente inspirada en el cinema del neorrealismo italiano, con algunos clichés que representan a Italia y a los italianos en el extranjero.  En esta obra “coral” la contribución de la Accademia fue muy notable, comenzando por las voces femeninas: Francesca Manzo (Lauretta), Daria Cherniy (Zita), Marika Spadafino (Nella), Caterina Piva (La Ciesca); continuando con los hombres: Chuan Wuang (Rinuccio), Hun Kim (Gherardo), Gianluigi Sartori (Gherardino), Lasha Sesitashvili (Betto), Eugenio di Lieto (Simone), Giorgio Lomiseli (Marco), Ramiro Maturana (Spinelloccio), Jorge Martínez (Amantio), Hwuan An (Pinellino) y Maharkam Huseynov (Guggio).  La conducción de Fischer aquí careció de un poco de atmosfera y de cierto abandono y redondez Pucciniana que parecieron desvanecerse. 


Gianni Schicchi - Teatro alla Scala, Milano


Foto: Brescia&Amisano - Teatro alla Scala

Massimo Viazzo

E’ stato Ambrogio Maestri il mattatore del dittico che il Teatro alla Scala ha proposto prima della pausa estiva, dittico pensato ad hoc per il Progetto Accademia e costituito da Gianni Schicchi e dall’atto unico di Antonio Salieri Prima la musica poi le parole. Il “divertimento teatrale” di Salieri era una première per la Scala, mentre per il capolavoro pucciniano si è impiegato il noto allestimento curato da Woody Allen nato a Los Angeles e già visto in Italia a Spoleto una decina di anni fa. Il lavoro di Salieri è basato su un libretto di Casti (dalla drammaturgia non proprio avvincente) che narra  dell’eterno scontro e rivalità tra il musicista e il poeta nell’atto di comporre un’opera. Maestri ha impersonato il Maestro di cappella con arguzia, leggerezza di emissione, chiarezza di dizione ed estrema attenzione allo stile recitativo. Coadiuvato da tre giovani promesse dell’Accademia del Teatro alla Scala, Ramiro Maturana (il Poeta), Anna Doris Capitelli (Don Eleonora) e Francesca Pia Vitale (Tonina), ha tenuto le fila con grande personalità dello spettacolo firmato da Grischa Asagaroff – gustosa la scena fissa dominata da enormi strumenti musicali - e diretto con precisione da Adam Fischer. Nello Schicchi Ambrogio Maestri ha sfoggiato tutto il peso vocale che gli si riconosce, bel colore, facilità di emissione, saldezza negli acuti,  per un personaggio che, assecondando l’impostazione registica di Allen, vestiva i panni di un boss della malavita newyorkese. Maestri ha saputo così essere scaltro, ma anche protervo, senza mai scadere nella macchietta. Macchiettismo in cui invece è rimasto intrappolato Woody Allen che ha immesso nel suo allestimento “cinematografico”, chiaramente ispirato al cinema del neorealismo italiano, alcuni luoghi comuni che dipingono l’Italia e gli italiani all’estero. In quest’opera “corale” il contributo dell’Accademia è stato notevolissimo, a cominciare dalle voce femminili:  Francesca Manzo (Lauretta), Daria Cherniy (Zita), Marika Spadafino (Nella), Caterina Piva (La Ciesca); per proseguire con gli uomini: Chuan Wang (Rinuccio), Hun Kim (Gherardo), Gianluigi Sartori (Gherardino), Lasha Sesitashvili (Betto), Eugenio di Lieto (Simone), Giorgio Lomiseli (Marco), Ramiro Maturana (Spinelloccio), Jorge Martinez (Amantio), Hwuan An (Pinellino), Maharkam Huseynov (Guggio). La direzione di Fischer mancava un po’ di atmosfera e certi languori e turgori pucciniani parevano come sbiaditi.






Sunday, July 7, 2019

La Boheme en Civitanova Marche, Italia.


Fotos: Teatro Rossini Civitanova 

Gema Maldonado

Civitanova all’Opera presentó La Boheme de Giacomo Puccini en el teatro Rossini de esta ciudad italiana, con un sobresaliente reparto encabezado por la soprano Marta Torbidoni como una dulce y hermosa de potente voz; y por el tenor Valerio Borgioni como Rodolfo quien mostró su expresividad, su elegante fraseo y una notable entrega.  Costantino Finucci cantó a Marcello con grata voz, calidez y sobre todo sencillez en la interpretación de su personaje. La soprano Paola Antonucci, consentida del público mexicano ya que se ha presentado en ese país en diversas ocasiones, dio vida y cantó una caprichosa Musetta de antología. Alesio Potestio confirió al papel de Schaunard de notable musicalidad y presencia y muy bien estuvo Romano Dal Zovo como Colline.  El Coro Spontini cantó con majestuosidad en el segundo acto; así como la Orchestra Sinfónica Puccini que exhibió brillo y sonoridad. La escena fue dirigida por el tijuanense y multi-talentoso José Medina quien se apegó a la tradición del libreto, pero logró plasmar finamente momentos de emoción y genialidad.  Los papeles secundarios estuvieron bien representados por Gianluca Ercoli quien hizo reír en sus escenas como Benoit; por Mimmo Lerza como un simpático y genuino Alcindoro y por Francesco Amodio como Parpignol.  Todo el reparto fue dirigido de modo sobresaliente por el director musical Alfredo Sorichetti, director artístico y creador de este interesante festival que se ha convertido en un descubrimiento en la región italiana de le Marche muy asidua a la opera y de gran tradición lirica-musical.




Saturday, July 6, 2019

I Masnadieri en el Teatro alla Scala de Milán


Foto: Brescia&Amisano

Massimo Viazzo

Con I Masnadieri el Teatro alla Scala continua con su exploración de óperas verdianas de los llamados “anni di galera’, periodo que va de 1843 a 1850, entre Nabucco y la popular Trilogía.  En aquellos años Verdi compuso frenéticamente siguiendo los cánones estilísticos de la época, sin faltar paginas de notable nivel, como una anticipación a sus obras maestras de madurez. Estas obras, salvo unas cuantas, nunca han podido entrar de manera permanente en el repertorio.  I Masnadieri, compuesta en Londres en 1847, con un estreno incluso frente a la reina Victoria, tuvo poco reconocimiento. El libreto de Andrea Maffei fue tomado de un drama de Friedrich Schiller, y es justo aquí donde partió David McVicar. De hecho, el director ingles ambientó la opera en el colegio al que asistió el joven Schiller, una academia militar de ciencias en la que prevalecía un constante clima de conspiración y terror, justo el clima que existe en I Masnadieri.  El propio Schiller, un personaje siempre mudo en escena, vive la trama escribiéndola mientras que esta se desarrolla en escena, en una especie de teatro en el teatro que todo sumado no es ya una novedad en el mundo de las producciones operísticas de estos años. La escenografía fue estructurada en dos planos y permaneció fija durante el transcurso de la ópera. Si la idea de poner al escritor en alemán en primer plano parecía ser interesante, la rigidez de lo que se vio en escena, a la larga, la hizo parecer como una ocasión perdida. Optimo y homogéneo estuvo el elenco, comenzando por el protagonista Carlo, interpretado con altivez por Fabio Sartori. El tenor veneto mostró un registro agudo muy seguro y firme. Su canto, aunque no tiene un fraseo muy matizado, encendió al público scaligero por la audacia en su acento y un squillo fuera de lo común. Lisette Oropesa exhibió un timbre fascinante y una seductora línea de canto. Con su Amelia supo conmover. Alguno que otro agudo que no estuvo completamente a fuego, no afectó un desempeño de todo respeto.  Massimo Cavalletti personificó a Francesco con espontaneidad, timbre franco y acento vocal, aunque el peso vocal del barítono toscano no pareció ser siempre el adecuado para la vileza del personaje. Finalmente, suave y con acento noble y tierno se escuchó a Michele Pertusi en el papel de Massimiliano Moor. Entre las partes menores se distinguió Francesco Pittari (Arminio).  Uniforme y con cohesión estuvo como siempre el Coro del Teatro alla Scala, el mejor del mundo en este repertorio.  Michele Mariotti mantuvo firmemente en mano al escenario y la orquesta logrando dar una buena continuidad dramática, apoyando a los cantantes sin sobrepasarlos en ningún momento. Tiempos perfectos y una constante energía que nunca se transformó en descuidada o estruendosa fueron el triunfo de una concertación admirable.

Turandot en el Colón: cuando el segundo es el primero …


Fotos: Prensa Teatro Colón /Máximo ParpagnoliPrensa Teatro Colón / Arnaldo Colombaroli.

Gustavo Gabriel Otero
Twitter: @GazetaLyrica

Buenos Aires, 03/07/2019. Teatro Colón. Giacomo Puccini: Turandot. Ópera en tres actos. Libreto de Giuseppe Adami y Renato Simoni, basado en la fábula de Carlo Gozzi. Escena final completada por Franco Alfano. Roberto Oswald, concepción escénica y escenografía. Matías Cambiasso, director de escena repositor. Aníbal Lápiz, codirector de escena repositor y vestuario. Christian Prego, repositor de la escenografía. Rubén Conde, iluminación. Nina Warren (Turandot), Arnold Rawls (Calaf), Jaquelina Livieri (Liu), Lucas Debevec Mayer (Timur), Sebastián Angulegui (Ping), Iván Maier (Pang), Sergio Spina (Pong), Juan Font (Mandarín), Gabriel Renaud (Emperador Altoum), Gabriel Centeno, (príncipe de Persia), Analía Sánchez y Cintia Velázquez (Doncellas). Orquesta, Coro Estable y Coro de niños del Teatro Colón. Director del Coro: Miguel Martínez. Director del Coro de Niños: César Bustamante. Dirección Musical: Christian Badea. Función Especial para el Banco Ciudad.

El Teatro Colón programó diez funciones de ‘Turandot’ de Puccini en la que se alternaron tres elencos para los roles principales de Turandot, Calaf y Liù, combinados con dos repartos para el resto de los papeles. Cuatro funciones fueron para los tradicionales abonos con una distribución muy convincente en los roles menores pero desafortunado en los principales, dos representaciones tendrán como protagonistas a tres artistas argentinos de calidad como son Mónica Ferracani, Enrique Folger y Marina Silva; y otras cuatro al elenco que reseñamos, de las cuales tres funciones son de las llamadas ‘extraordinarias’ -sea las que se ponen en venta todas las localidades del teatro- más ésta que fue exclusiva para el ‘Aliado Principal’ del Teatro Colón: el Banco Ciudad. Las localidades fueron para los clientes del Banco Ciudad, que recibieron sus entradas en forma gratuita, y también para directivos, empresarios, miembros del mundo de la banca y las finanzas e invitados especiales. Gazeta Lyrica pudo estar presente gracias a la Oficina de Prensa del Banco Ciudad. Como primera aproximación al espectáculo podemos señalar el respeto y el disfrute del público -algo poco habitual en estas funciones especiales- y que el resultado artístico fue de mayor calidad en esta representación que el conseguido por el elenco de las funciones de abono. O sea que el ‘segundo’ elenco se convirtió por su calidad general y por coherencia en el verdadero ‘primer’ elenco. 
A favor del maestro Christian Badea a cargo de la dirección orquestal, podemos indicar que abrió los pequeños cortes que se hacen en la partitura en la primera escena del segundo acto a cargo de Ping, Pang y Pong, que restituyó la partitura original en la frase ‘Ti voglio tutta ardente d'amor!’ de Calaf en el final del segundo acto en lugar de cantarse el agudo extrapolado por la tradición y que normalmente es un grito sin sentido en la palabra ‘ardente’; y no se cortó el fragmento ‘Del primo pianto’ de Turandot en el final del tercero. Lamentablemente en el resto de la versión no pudo salir de una decorosa rutina que en ningún momento consiguió algo más que una lectura correcta de la obra. La orquesta Estable resultó adaptada a la lectura del director musical. En la faz visual se utilizó la idea original y los bocetos escenográficos que creó en 1993 Roberto Oswald con las adaptaciones realizadas por el artista en 2006. Todo el planteo es monumental con uso de escaleras, rampas, diversos planos, colosales estatuas y un gong enorme como abrazado por dragones. El vestuario de Aníbal Lápiz fue un complemento perfecto de la concepción visual. La reposición de la dirección de escena a cargo de Matías Cambiasso y Aníbal Lápiz respetó la concepción original de Oswald -que falleció en 2013- y combinó eficazmente las escenas individuales con la espectacularidad de las de conjunto. 
La misma fue iluminada muy eficazmente por Rubén CondeLa soprano Nina Warren fue una Turandot de registro homogéneo, muy buena llegada al agudo, canto pleno sin estridencias y sin trucos, conocimiento de la parte y gran ductilidad escénica. Cumplió con creces con todas las exigencias del rol, mostrando un gran crecimiento respecto a su última actuación en Buenos Aires en 2006. El tenor Arnold Rawls ofreció un Calaf de carácter más lírico que dramático, con bello color vocal, adecuado caudal, buena emisión y correcta gradación de las sutilezas interpretativas. Jaquelina Livieri fue una impecable Liù. Brilló en cada una de sus intervenciones por conocimiento del estilo, emisión perfecta, sutileza interpretativa, convicción escénica, agudos perfectos y pianísimos y filados de extraordinaria factura. Lucas Debevec Mayer fue un perfecto Timur con todo lo que requiere la partitura. Muy bien servidas las tres máscaras que compusieron Sebastián Angulegui (Ping), Iván Maier (Pang) y Sergio Spina (Pong). Juan Font resultó un mandarín de fuerte presencia escénica y gran volumen, adecuado el Emperador de Gabriel Renaud y correcto el resto del elenco. El Coro Estable se escuchó sólido y bien preparado y el de niños en su breve intervención no defraudó.



I Masnadieri - Teatro alla Scala


Foto: Brescia&Amisano

Massimo Viazzo

Con I Masnadieri il Teatro alla Scala prosegue l’indagine sulle opere verdiane dei cosiddetti “anni di galera”, il periodo che va dal 1843 al 1850, tra il Nabucco e la Trilogia popolare. In quegli anni Verdi compose freneticamente, attenendosi generalmente ai canoni stilistici dell’epoca, e pur non mancando pagine di notevole livello anticipatrici dei capolavori della maturità, questi lavori, tranne pochissimi, non sono mai entrati stabilmente in repertorio. I Masnadieri, composti per Londra nel 1847, con una première eseguita addirittura davanti alla Regina Vittoria, ebbero solo un successo di stima. Il libretto di Andrea Maffei è tratto da un dramma di Friedrich Schiller. Ed è proprio da qui che parte David Mc Vicar. Il regista inglese, infatti, ambienta l’opera nel collegio frequentato dal giovane Schiller,  un’accademia scientifica ad ordinamento militare in cui vigeva un costante clima di cospirazione e terrore. Proprio l’atmosfera che aleggia ne I Masnadieri. E’ lo stesso Schiller, un personaggio muto sempre in scena, a vivere la vicenda, mettendola per iscritto proprio mentre noi la vediamo svilupparsi in palco, una sorta di teatro nel teatro che tutto sommato non è una novità nel mondo degli allestimenti operistici di questi anni. La scena era strutturata su due piani e rimaneva fissa per tutto lo svolgimento dell’opera. E se l’intuizione di mettere lo scrittore tedesco in primo piano poteva essere comunque  interessante, la staticità di ciò che avveniva in palcoscenico, alla lunga, l’ha fatta sembrare più come un’occasione mancata. Ottimo ed omogeneo il cast a cominciare dal protagonista, Carlo, interpretato con spavalderia da Fabio Sartori. Il tenore veneto ha mostrato un registro acuto sicuro e fermo. Il suo canto, di fraseggio non sfumatissimo, ha comunque acceso il pubblico scaligero per la baldanza dell’accento e uno squillo fuori dal comune. Lisette Oropesa ha mostrato una timbrica affascinante e una linea di canto seducente. La sua Amalia ha saputo commuovere. Qualche acuto non completamente a fuoco non ha comunque inficiato una prova di tutto rispetto. Massimo Cavalletti ha impersonato Francesco, con spontaneità, timbrica franca e accento appropriato anche se il peso vocale del baritono toscano non è sempre parso adeguato alla scelleratezza del ruolo.  Morbido con accenti di nobiltà e tenerezza, infine, Michele Pertusi nei panni di Massimiliano Moor. Tra le parti di fianco si è distinto per Francesco Pittari (Arminio). Omogeneo e coeso come sempre il Coro del Teatro alla Scala, il migliore al mondo in questo repertorio. Michele Mariotti ha tenuto saldamente in mano palcoscenico e orchestra riuscendo a dare buona continuità drammatica e a sostenere i cantati senza mai soverchiarli. Stacchi dei tempi perfetti, ed energia costante mai trasformatasi in faciloneria o chiasso sono atout vincenti di una concertazione ammirevole.

Porgy and Bess - Teatro Regio di Torino


Foto: Edoardo Piva 

Renzo Bellardone 
In una afosa giornata di luglio, quasi in simbiosi percettiva, ho scelto Porgy & Bess: una calda, anzi rovente storia di ribellione, uccisioni e polvere d’angelo tra gli usi e costumi dei discendenti degli schiavi delle piantagioni di cotone, narrati dalla stupenda musica di Gershwin. Si spengono le luci, arriva William Barkhymer il direttore artistico e musicale e come per incanto è subito ritmo…e che ritmo! Dalle trasparenze del sipario in un preciso gioco di luci affiorano i personaggi che iniziano a danzare e poi altri a far ‘girare i dadi’ in un turbinio di sound ricercato ed evoluto che descrive la vita a Catfish Row, bolla spaziale di micro mondo. La prima song  è cantata da Clara la moglie del pescatore Jake, la quale cullando tra le braccia il bimbo, intona la celebre ninna nanna Summertime! La storia è quella dello storpio Porgy che innamorato della donna più bella e ‘disinvolta’ del villaggio, ovvero Bess riesce finalmente ad averla come ‘sua donna’ dopo che questa è stata abbandonata da Crown, fuggito dopo aver ucciso Robbins; da qui un evolversi di situazioni tra polvere d’angelo, ritrovamenti ed innamoramenti, pesche fortunate e picnic, fino a quando Porgy, rilasciato dalla polizia, si mette in viaggio alla ricerca dell’amata Bess fuggita con Sporting Life nella fantasmagorica  New York. Una dettagliata descrizione della messa in scena richiederebbe troppe parole, quindi mi limito ad alcuni spunti: interessantissimo il clima e la preghiera quasi esoterica per invocare la guarigione di Bess, cosi come i duetti sono di splendore musicale e raffinata ricercatezza. Gli insieme con il coro sono di un livello altissimo e vengono esaltati da carica interpretativa non comune  con la contestualizzazione dei costumi, una bella scenografia e luci ben disegnate. 
La direzione è di grande qualità e tenendo il giusto volume dell’orchestra, fa si che questa non sovrasti mai il canto espresso con forti momenti di passionale liricità. Alvy Powell esprime il personaggio di Porgy con veemente passione carica dei toni scuri del bass-baritone che coinvolgono emotivamente; Bess ha diversi volti: da quello della carnalità a quello di donna buona e forse anche innamorata, per poi rifugiarsi nella cocaina: Morenike Fadayomi è bel soprano dai toni lirici che incanta con il suo Summertime. Sporting Life  è interpretato da Chauncey Packer con voce tenorile buona e ben governata anche nelle situazioni vocalmente   ispide. Mary-yan Pringle sovrasta per colore e vigore dando al suo personaggio Serena una impronta indelebile, così come Marjorie Wharton rende la corpulenta Maria con un caricaturalità  eccelente e con interpretazione da manuale ! Sinceramente uno spettacolo di grande qualità in ogni suo aspetto, con un plauso ai solisti ed al coro per canto, danza e movimento scenico e coreografico! Una globale cifra stilistica viene espressa attraverso codici espressivi di intensità. Il 1 gennaio del 1935 al Colonial Theater di Boston andava in scena la prima rappresentazione assoluta di questo capolavoro e viene da pensare che dall’America all’Europa il periodo era uno dei più fervidi e produttivi; il pensiero in automatico va al 31 agosto del 1928 quando allo Schiffbauerdamm di Berlino, andava per la prima volta in scena  L’Opera da tre Soldi di Brecht-Weill creando un immenso ponte di congiunzione tra due mondi diversi e paralleli che stavano mutando e che l’arte e quindi anche la musica stavano emblematicamente narrando e descrivendo. La Musica vince sempre.

Programma Rossini Opera Festival 2019

l'immagine è tratta da 'Demetrio e Polibio' regia di Davide Livermore
Renzo Bellardone
il ROF compie 40 anni e si presenta così:
Due nuove produzioni (Semiramide e L’equivoco stravagante); la ripresa del rarissimo Demetrio e PolibioIl viaggio a Reims degli allievi dell’Accademia Rossiniana “Alberto Zedda”; un Gala celebrativo con alcuni tra i maggiori cantanti rossiniani; la Cantata La riconoscenza; le Soirées musicales; due Concerti lirico-sinfonici; due Concerti di Belcanto; una nuova puntata del ciclo Rossinimania: questo il ricco cartellone della quarantesima edizione del Rossini Opera Festival, in programma a Pesaro dall’11 al 23 agosto 2019.
Semiramide andrà in scena alla Vitrifrigo Arena (ex-Adriatic Arena) l’11, 14, 17 e 20 agosto alle 20. Michele Mariotti dirigerà l’Orchestra Sinfonica Nazionale della Rai e il Coro del Teatro Ventidio Basso. Lo spettacolo, coprodotto con la Opéra Royal de Wallonie, è firmato da Graham Vick, con scene e costumi di Stuart Nunn. Nel cast, Salome Jicia nel ruolo del titolo e, al suo fianco, Varduhi Abrahamyan, Nahuel Di Pierro, Antonino Siragusa, Martiniana Antonie, Carlo Cigni, Alessandro Luciano e Sergey Artamonov.
Demetrio e Polibio è programmata per il 12, 15, 18 e 23 agosto alle 20 al Teatro Rossini. Lo spettacolo, applaudito a Pesaro nel 2010, sarà diretto da Paolo Arrivabeni alla testa della Filarmonica Gioachino Rossini e del Coro del Teatro della Fortuna M. Agostini. La regia è di Davide Livermore, scene e costumi dell’Accademia di Belle Arti di Urbino. Nella compagnia di canto figurano Jessica Pratt, Cecilia Molinari, Juan Francisco Gatell e Riccardo Fassi.
Si torna alla Vitrifrigo Arena (13, 16, 19 e 22 agosto ore 20) per la seconda nuova produzione del ROF 2019: L’equivoco stravagante, firmata da Moshe Leiser e Patrice Caurier, con scene di Christian Fenouillat e costumi di Agostino Cavalca. Sarà Carlo Rizzi a dirigere l’Orchestra Sinfonica Nazionale della Rai e il Coro del Teatro Ventidio Basso. Nel cast, Teresa Iervolino, Paolo Bordogna, Davide Luciano, Pavel Kolgatin, Claudia Muschio e Manuel Amati.
Quarta produzione lirica Il viaggio a Reims (18 e 20 agosto al Teatro Rossini), protagonisti gli allievi dell’Accademia Rossiniana “Alberto Zedda” (già interpreti del Concerto finale dei corsi il 22 luglio). Lo spettacolo, ideato nel 2001 da Emilio Sagi con i costumi di Pepa Ojanguren, vedrà l’Orchestra Sinfonica G. Rossini esibirsi sotto la guida di Nikolas Nägele.
Al fianco del programma operistico, troviamo una fitta serie di concerti: la Cantata La riconoscenza (14 agosto), diretta da Donato Renzetti alla guida della Filarmonica Gioachino Rossini e del Coro del Teatro della Fortuna M. Agostini, con Carmela Remigio, Victoria Yarovaya, Ruzil Gatin e Mirco Palazzi; le Soirées musicales, in prima esecuzione nell’orchestrazione di Fabio Maestri, proposte dalla Filarmonica Gioachino Rossini diretta da Michele Spotti, nel cast Maria Laura Iacobellis, Valeria Girardello, Xabier Anduaga e Carles Pachón (16 agosto); due Concerti di Belcanto, protagonisti Angela Meade e Antonino Siragusa (17 e 22 agosto); due Concerti lirico-sinfonici, eseguiti dall’Orchestra Sinfonica G. Rossini (il primo, il 19 agosto, con Varduhi Abrahamyan e Jessica Pratt dirette da Carlo Tenan; il secondo, il 23 agosto, con Anna Goryachova e Simone Alberghini diretti da Andrea Molino); e per Rossinimania, il 15 agosto, gli Italian Harmonists.
Infine, a celebrazione della ricorrenza della quarantesima edizione del ROF, il 21 agosto, si terrà alla Vitrifrigo Arena il Gala ROF XL, diretto da Carlo Rizzi alla testa dell’Orchestra Sinfonica Nazionale della Rai e del Coro del Teatro Ventidio Basso. Ricco il parterre di protagonisti: Nicola Alaimo, Paolo Bordogna, Lawrence Brownlee, Juan Diego Flórez, Ruzil Gatin, Alessandro Luciano, Mirco Palazzi, Michele Pertusi, Sergey Romanovsky, Franco Vassallo, Valeria Girardello, Anna Goryachova, Angela Meade e Claudia Muschio. 

Tuesday, July 2, 2019

Concerti D'Estate - Teatro ai Colli –Padova


Renzo Bellardone

La vacanza termale ogni volta incontra un avvenimento degno di interesse ed anche questa volta, ecco che da un post di Laura Polverelli, mezzosoprano italiano affermato nel mondo, vengo a sapere di un concerto dell’Orchestra di Padova e del Veneto; valutate le opportunità scelgo la prova generale, certamente entusiasmante, partecipativa e divertente come tutte le prove! L’occasione è per me tre volte ghiotta: potrò incontrare Marco Bertona, mio concittadino e, vanto nostro, primo corno dell’orchestra,  Laura Polverelli amica da tempo ed ascoltare musica meravigliosa….. 

LES NUITS D’ĖTĖ  -  Hector Berlioz op.7 (1803 -1869 L’ITALIANA - Sinfonia n. 4 in la maggiore op 90  – Felix Mendelssohn –Bartholdy  (1809 – 1847)

Nel mio peregrinare musicale non avevo mai incrociato l’eclettico direttore Luigi Piovano, che conquista sia nella iniziale guida all’ascolto, che poi per la cura direzionale. Introduce la Sinfonia di Mendelssohn (con un variazione di sequenza rispetto al concerto serale a villa Zuckerman a Padova), raccontando che la versione eseguita sarà quella del 1834, ovvero una riscrittura, in quanto l’autore, in quel momento non aveva a disposizione la scrittura originale: il direttore annuncia la gioia e la luminosa solarità che la sinfonia contiene e subito con gesto ampio e di grande comunicazione, attacca con sicurezza ed attenzione, creando immediatamente l’atmosfera appena descritta e  suggellata dagli archi sognanti e narrativi. La direzione di Piovano insieme agli artisti dell’orchestra esaltano la bellezza della scrittura e scavando, trasmettono l’emozione vissuta e  che vado a raccontare. La nota composizione è davvero ariosa e l’Allegro vivace iniziale rimanda tutta  la vivacità e tempra mediterranea in tutte le sue sfumature evocando luminose suggestioni musicali. I violoncelli, all’ andante con moto, scandiscono il tempo all’interno dei vibranti violini, sottolineati dai contrabbassi  al richiamo dei fiati e dei legni volti ad una maestosità raffinata che giunge a conclusione con un misurato pizzicato dei violoncelli. Segue con moto moderato  e l’entusiasmo si affievolisce lasciando spazio alla riflessione che pur si proietta nel paesaggio assaporato durante il viaggio italiano del compositore,  riflettendo forse la musicalità anche operistica dei nostri migliori maestri dell’800. Dopo l’afflato conclusivo si parte con il quarto movimento Saltarello presto e subito il vigore e la velocità si impongono d’imperio fino alla celebrazione. La seconda parte prevede l’intervento del noto mezzosoprano Laura Polverelli a cantare brani composti da Berlioz una decina di anni dopo l’Italiana di Mendelsshon e rispecchia tutte altre emozioni. In Villanelle,  Polverelli esprime timbro interessante in una interpretazione di tutto rispetto e  con escursus  agile di gran effetto per la vivacità descrittiva.  Segue Le spectre de la rose ed il mezzosoprano diventa intima e raccolta esprimendo colorazioni scure che lasciano però trasparire il sorriso soddisfatto anche negli acuti ben modulati; Sur les lagunes  viene interpretata con liricità  che diventa pura poesia invocante con un finale emozionante. In Absence l’intesa con il maestro diventa palpabile e la sicurezza espressa è coinvolgente: un dolce racconto passionale con accenti vigorosi per un affresco di sentimenti.  Au cimitière  contiene lunghe frasi dai toni bassi che impongono una salda tecnica espressiva di dolcezza ed accettazione. L’Ile inconnue  è un brano arioso e vivace in cui le capacità vocali si levano nel divertissement interpretativo di un gioioso racconto. A fine prova il maestro Piovano prepara la sorpresa finale fuori programma, che mi permetto di raccontare in quanto questo commento viene pubblicato dopo il concerto serale. Il brano scelto è angosciante e l’orchestra in simbiotica interpretazione con la cantante  realizzano il racconto accorato del momento in cui Didone ha ingerito la pozione velenosa ed i primi accenni di morte le  pervadono il corpo; Polverelli è superba …Remeber me …nell’interpretazione tratta da Dido and Aeneas di Henry Purcell.  La Musica vince sempre.