Sunday, January 31, 2016

Capriccio de Strauss en la Ópera de París

Foto: Vincent Pontet

Gustavo Gabriel Otero

París (Francia), 25/01/2016. Ópera Nacional de París. Palacio Garnier. Richard Strauss: Capriccio. Pieza de conversación para música en un acto. Libreto de Richard Strauss y Clemens Krauss. Robert Carsen, dirección escénica. Michael Levine, escenografía. Anthony Powell, vestuario. Robert Carsen y Peter Van Praet, iluminación. Jean-Guillaume Bart, coreografía. Ian Burton, dramaturgia. Emily Magee (Condesa Madeleine), Wolfgang Koch (El Conde), Benjamin Bernnheim (Flamand), Lauri Vasar (Olivier), Lars Woldt (La Roche), Michaela Schuster (Clarion), Graham Clark (Monsieur Taupe), Chiara Skerath y Juan José De León (dos cantantes italianos), Jérôme Varnier (Mayordomo), Camille de Bellefon (bailarina), Ook Chung, Julien Joguet, Vincent Delhourme, Chae Wook Lim, Vincent Morell, Christian Rodrigue Moungoungou, Hyun-Jong Roh y Slawomir Szchowiak (ocho lacayos). Orquesta Estable de la Ópera Nacional de París. Dirección Musical: Ingo Metzmacher.

A más de setenta años de su estreno Capriccio de Richard Strauss no logra imponerse en el repertorio de los teatros pero cada vez que sube a escena produce suficiente interés como para agotar las localidades. Esta conversación bastante estática cobra perfecta vida en la extraordinaria puesta de Robert Carsen creada en 2004 para la Ópera de París y que se reposo nuevamente con gran éxito. Carsen en lugar de situarla en un castillo a las afueras de París cerca de 1775, lo hace dentro de un teatro en tiempos del estreno de la obra. El Palacio Garnier parece ser un protagonista más desde el inicio en el cual la Condesa se sienta en una platea para escuchar –partitura en mano- el sexteto que inicia la obra desde el escenario hasta el final en el cual las columnas de la escenografía desaparecen y queda el interior del escenario totalmente desnudo y a la vista del público. El movimiento actoral es perfecto y parece un obra de teatro sin momentos de estatismo y sin estereotipos. Sólo en el momento de los cantantes italianos se recurre al humor y los cantantes actúan como antaño con movimientos estereotipados, que es justicia decir aún gustan a muchos melómanos. En este marco lucen con perfección los decorados de Michael Levine el ajustado vestuario de Anthony Powell, y la perfecta iluminación de Robert Carsen y Peter Van Praet. A la perfección de la versión visual se le sumó una suntuosa versión musical a cargo de Ingo Metzmacher quien insufló sutiliza y refinamiento a una obra plena de claroscuros. La Condesa Madeleine de Emily Magee fue compenetrada y profunda. Alguna acidez en el registro no fue óbice para redondear una protagonista de calidad. El Flamand de Benjamin Bermheim resultó perfecto, bien acompañado por el Olivier de Lauri Vasar. Lars Woldt se convirtió en eje de la acción como La Roche con calidad vocal y vuelo interpretativo. El Conde de Wolfgang Koch fue mesurado y de gran profesionalismo mientras que Michaela Schuster fue una Clairon de adecuados acentos. Con gran histrionismo y calidad vocal los dos cantantes italianos de Chiara Skerath y Juan José De León. Bien servido el resto del elenco.

Siegfried de Wagner en Toronto – Canadian Opera Company

Foto: Michael Cooper

Giuliana Dal Piaz

Después de presentar Die Walküre en la temporada 2014-2015, está ahora en cartelera, en el Four Seasons Centre de Toronto, del 23 de enero al 14 de febrero, la producción de la Canadian Opera Company del Siegfried, segunda jornada y tercera ópera del ciclo.  Presentar el Ring Des Nibelungen no es una hazaña que pueda improvisarse: la historia de la producción empieza cuando, a principios de los años 2000, la Canadian Opera Company pide al renombrado (y transgresivo) escenógrafo canadiense Michael Levine planear la tetralogía para la inauguración del "Four Seasons Centre for the Performing Arts" en Toronto. Además de hacerse cargo de las escenas, Michael Levine cura personalmente la dirección del Das Rheingold, prólogo del ciclo; luego pide a tres distintos directores canadienses que dirijan las tres siguientes jornadas (guardando de cualquier manera para sí la escenografía): Atom Egoyan para Die Walküre, François Girard para Siegfried y Tim Albery para Götterdämmerung. Presentadas por primera vez entre 2004 y 2006, las óperas están siendo propuestas nuevamente en las tres temporadas del 2013 al 2017.

El enfoque de Levine se caracteriza por el intento de "representar la transición desde el mundo imperialista siglo XIX del Rheingold, a una sociedad dominada por una revolución industrial y su correspondiente corrupción en la Walküre, a una época de introspección froidiana y exploración sicológica en Siegfried, a un medio capitalista contemporáneo en Götterdämmerung. Levine concibió para el escenario un mundo de atmósferas y sugestiones que, con cambios mínimos de luces y escena, permiten trasladarse ágilmente de una casa a una landa devastada por la guerra, a la ladera rocosa de una montaña. La escena cuajada de escorias refleja el momento de crisis descrito en Die Walküre: la disolución de una familia, el caos provocado por la lucha que Wotan libra por el poder personificado en un anillo mágico, la caída de los dioses" (cit. desde la presentación que la misma COC hizo en 2005 de la labor de Levine).

Dejando a un lado las teorías explicativas y claramente elogiativas, en la puesta del Siegfried en Toronto resulta evidente lel altísimo nivel musical de la orquesta estable de la Canadian Opera Company, magistralmente guiada por el jóven y valioso Director alemán Johannes Debus, así como la cualidad de todas las voces. El tenor alemán Stefan Vinke es un Siegfried de voz clara y calibrada, a la altura de la enorme tarea que representa estar casi costantemente en escena por más de 4 horas; el bajo/barítono estadounidense Alan Held le da al Andariego/Wothan la fuerza vocal y la redondez de sonido requeridas, así como el barítono inglés Christopher Purves que interpreta a Alberich. El tenor austriaco Wolfgang Ablinger-Sperrhacke es vocalmente un buen Mime, pero no logra transmitir la gran vis cómica que el personaje tiene. Muy buenas las voces del bajo canadiense Philip Ens (Fafner), de la contralto americana Meredith Arwady (Erda), y la de la soprano canadiense Jacqueline Woodley (el Ave de la Selva). 

En presencia de una tal excelencia musical, que no siempre es alcanzada en una ópera wagneriana, la puesta en escena del Siegfried es cuando menos desconcertante, sobre todo si pensamos en el cuidado que Wagner puso en dar indicaciones para la producción: él escribió personalmente los libretos de sus óperas, imaginó la composición de la orquesta y la posición de cada instrumentista, al punto de querer construir en Bayreuth un teatro expresamente concebido para el ciclo del Anillo, y describió en mucho detalle el escenario de su saga mitológica.

El telón se abre sobre una enorme "nube" de ramas y escorias, con entremezclados unos cuerpos humanos (¿los héroes muertos y los dioses del Valhala?), que domina el primer acto, se cierne opresivamente sobre los personajes – éstos no dejan de vagar por el escenario -, disminuye la fuerza de su presencia y distrae al espectador. Si añadimos el atuendo de todos los personajes - una especie de piyama blanco, que recuerda por un lado la uniforme de los pacientes mentales en los antiguos manicomios y por el otro la vestidura de los peones mexicanos en tiempos de la revolución - la sensación de extrañamiento es más fuerte aún. Desde un principio, el Andariego (Wanderer/Wothan) aparece intencionalmente, a pesar de su voz poderosa, sólo como un pobre anciano recargándose en un largo bastón, ya no en la mágica Lanza de la Ley. El director François Girard afirma abiertamente en sus Notas considerar Siegfried como "la más abstracta de las óperas del Ring" y como obra abstracta la maneja. La escena en la cual el protagonista forja Notung, la mítica espada, pierde mucho de su encanto originario: Sigfried no golpea alegre y rítmicamente sobre un yunque los trozos de acero que está reconstruyendo, no consigue su propia arma con un intenso esfuerzo físico, sino que por todo el tiempo se limita a mover manos y brazos, como un brujo sobre el calderón de una pócima mágica, de rodillas ante un hoyo en el piso del escenario, desde el cual asoman y  ondean sinuosamente manos y brazos femeninos, iluminados de rojo para representar las llamas. Y de repente Notung emerge completa de la maraña.
  
En el segundo acto, la "nube" de ramas y escombros se encuentra un poco más alejada del público, hacia el fondo del escenario, aligerando así el sentido de opresión; pero en cambio el espacio delante de la cueva del dragón Fafner está lleno de cuerpos - siempre en sus blancos piyamas -: ¿a dónde se fue la selva lozana y serena, esa naturaleza que Siegfried habita e interpreta (Wagner era un seguidor de la filosofía de Rousseau y del mito del "buen salvaje"), de la cuali no debería alejarse jamás? De gran efecto teatral la representación de la lucha entre Siegfried y el dragón, con séis acróbatas - el director ha trabajado también con el "Cirque du Soleil" - que, en sus piyamas blancos, simulan hábilmente el perfil frontal y las fauces abiertas del dragón. Banal, en cambio, la representación del pajarillo como una especie de ángel de la guarda...

En el tercer acto, por fin desaparecida la "nuvola" de ramas secas y escombros, resulta más aceptable la representación de la roca de Brunhilde con la masa circular de blancos cuerpos acostados que sucesivamente se enderezan formando un círculo, se iluminan de rojo y terminan dando vueltas vorticosamente sobre sí mismos: las llamas. Cuando Siegfried penetra al interior del círculo, los cuerpos blancos se retiran lentamente hacia el fondo del escenario. Claramente estudiado el contraste entre los blancos piyamas y el rico vestido victoriano de Brunhilde: ¿un vestido de finales del siglo 19º, tul y encajes negros para la valquiria Brunhilde? ¿Quiere Levine indicar con ello la transición desde semidiosa guerrera a simple mujer? Musicalmente, sin embargo, Brunhilde no decepciona: la voz de la óptima soprano estadounidense Christine Goerke es fuerte, llena y dramática.

La Orquesta del Teatro Mariinky se presentará en el Auditorio Nacional de México

Valery Gergiev
La reconocida Orquesta del Teatro Mariinsky, dirigida por Valery Gergiev, cerrará sus presentaciones en México con un concierto en el Auditorio Nacional, que se llevará a cabo el próximo viernes 4 de marzo, en el que participará como solista el pianista Sergei Redkin. Antes de llegar a este recinto de Reforma, el ensamble musical ruso ofrecerá antes tres conciertos en el Palacio de Bellas Artes. El programa que ejecutará la orquesta en el Auditorio Nacional incluye las Danzas Polovtsianas, de Aleksandr Borodín (1833-1887); Concierto para Piano y Orquesta n.° 1 en si bemol menor, Op.23, de Pyotr Ilyich Tchaikovsky (1840-1893); El Pájaro de Fuego (versión corta), de Igor Stravinsky (1882-1971), y Obertura 1812, Op. 49, también de Tchaikovsky. Como antecedente de la presentación de la Orquesta, se puede mencionar que el Ballet del Teatro Mariinsky se presentó en el Auditorio Nacional en octubre de 2013, acompañado de la Orquesta de las Américas. La Orquesta Mariinsky es uno de los ensambles musicales más antiguos en Rusia; de hecho, se puede rastrear su historia desde principios del siglo XVIII. Ya en el siglo XIX, Eduard Nápravník jugó un papel muy importante en el desarrollo de la misma, la cual dirigió más de cincuenta años. Su excelencia ha sido reconocida en numerosas ocasiones por músicos de talla mundial que la han dirigido, entre ellos Berlioz, Wagner, Tchaikovsky, Mahler, Rachmaninoff y Schoenberg. De hecho, la orquesta ha tenido el honor de ser la primera en presentar muchas óperas y ballets. Desde 1988, la orquesta ha sido dirigida por Valery Gergiev, y desde su llegada el repertorio se ha expandido significativamente, ya que ha incluido trabajos sinfónicos y otros géneros de música filarmónica. Además, la orquesta ha interpretado cada sinfonía de Beethoven, Brahms, Mahler, Tchaikovsky, Prokofiev y Shostakovich, y varios trabajos de compositores como Stravinsky, Messiaen, Dutilleux, Henze, Shchedrin, Tishchenko, Gubaidulina, Kancheli, Karetnikov y Raskatov, entre muchos otros. Bajo la batuta del maestro Gergiev, la Orquesta Mariinsky ha colaborado con los principales teatros de óperas y salas de concierto alrededor del mundo, entre ellos el Kennedy Center, el  Carnegie Hall, el San Francisco Opera, el Palacio de Bellas Artes y el Auditorio Nacional. Este recinto ha dado cabida a grandes orquestas, como la Orquesta New Philharmonia de Londres (1965), la Orquesta de Filadelfia (1966), la American Symphony Orchestra (1976), la Orquesta Sinfónica Juvenil de Budapest (1992), la Orquesta Filarmónica de Israel (1993), la Academy of Saint Martin in the Fields (1994), la Royal Philharmonic Orchestra (2003), la Orquesta Filarmónica (2006), la BBC Big Band Orchestra, The Royal Philharmonic Concert Orchestra (2008), laPhilharmonia Orchestra de Londres (2014) y la Orquesta Filarmónica de Londres (1992 y 2015), entre otras.

Valery Gergiev
El maestro ruso Valery Gergiev, considerado uno de los directores de orquesta más reconocidos del mundo, es el director general del Teatro Mariinsky. Además, es el director principal de la Filarmónica de Múnich y copresidente del Comité de Organización del Concurso Internacional Tchaikovsky y el presidente honorario del Festival Internacional de Edimburgo. En 1997 se hizo cargo de la Orquesta Mundial por la Paz, y también ha creado y dirigido festivales importantes como Estrellas de las Noches Blancas, el Gergiev (Holanda) y el de Pascua de Moscú. Al frente del Teatro Mariinsky, ha supervisado la aparición de una gran cantidad de cantantes de talla mundial, y bajo su dirección la ópera, el ballet y los repertorios de música sinfónica se han vuelto más ricos y diversos, incluyendo piezas clásicas que van del siglo XVIII al XX, así como obras contemporáneas. Establecido por Gergiev en 2009, el sello de grabación Mariinsky ha lanzado más de 30 discos que han sido reconocidos por la crítica y el público de todo el mundo. A lo largo de su trayectoria, ha recibido numerosas distinciones, entre ellas la de Héroe del Trabajo de la Federación de Rusia y condecoraciones de varios países de Europa.

Sergei Redkin
El pianista ruso comenzó a tocar este instrumento desde los 6 años en el Liceo de Música de la Escuela de Krasnoyarsk, y continuó con sus estudios en la Escuela Especial de Música del Conservatorio de San Petersburgo, y en el Conservatorio Rimsky-Korsakov de San Petersburgo. De 2009 a 2012, estudió composición con el profesor Alexander Mnatsakanyan, y en 2011 continuó su preparación en la Academia Internacional de Piano de Lago Como (Italia), bajo la guía de Dmitry Bashkirov, Peter Frankl y Fou Ts'ong, entre otros músicos. Sergei ha ganado varios premios alrededor del mundo, en festivales de Moscú, Polonia y Helsinki, entre otros. En 2015 ganó la medalla de bronce en la XV Competencia Internacional Tchaikovsky. El pianista ha colaborado con varios ensambles, incluida la Orquesta Mariinsky, la Orquesta Sinfónica Académica de San Petersburgo y la Orquesta Sinfónica Académica Svetlanov de Rusia. 
La Orquesta del Teatro Mariinsky se presentará en el Auditorio Nacional (Reforma 50, Bosque de Chapultepec) el próximo viernes 4 de marzo a las 20:30 horas. 

Jaap van Zweden - The Next Music Director - New York Philharmonic

Credit: Hans van der Woerd
On January 27, 2016, the New York Philharmonic Chairman announced that conductor Jaap van Zweden will become the Orchestra’s next Music Director, beginning in 2018–19, the Orchestra’s 177th season. Mr. van Zweden will serve as Music Director Designate in the 2017–18 season. Jaap van Zweden has risen rapidly in little more than a decade to become one of today’s most sought-after conductors. He has been music director of the Dallas Symphony Orchestra since 2008, holding the Louise W. & Edmund J. Kahn Music Directorship, and music director of the Hong Kong Philharmonic Orchestra since 2012. Mr. van Zweden remains honorary chief conductor of the Netherlands Radio Philharmonic Orchestra and conductor emeritus of the Netherlands Radio Chamber Orchestra. In November 2011, Mr. van Zweden was named Musical America’s 2012 Conductor of the Year in recognition of his critically acclaimed work as music director of the Dallas Symphony Orchestra and as a guest conductor with the most prestigious U.S. orchestras. Mr. van Zweden last appeared with the New York Philharmonic in October 2015 in concerts of Beethoven’s Fifth Symphony, Britten’sSinfonia da Requiem, Op. 20, and Mozart’s Piano Concerto in A major, K.488, with the Philharmonic’s Artist-in-Association Inon Barnatan. Additional highlights of the 2015–16 season include return visits to the Orchestre de Paris and the Rotterdam and London Philharmonic Orchestras, as well as debut performances with the Accademia Nazionale di Santa Cecilia and the Czech Philharmonic. Mr. van Zweden returned to the Netherlands Radio Philharmonic in the fall of 2015 to lead a concert performance of Wagner’s Tristan und Isolde, and makes his debut at the Vienna Staatsoper in performances of Wagner’sLohengrin in May. Jaap van Zweden has appeared as guest conductor with many leading orchestras across the globe that, in addition to those above, include The Cleveland Orchestra, Chicago Symphony Orchestra, Philadelphia Orchestra, Munich Philharmonic, WDR Symphony Orchestra Cologne, Orchestre National de France, Oslo Philharmonic, Rotterdam Philharmonic, and Royal Concertgebouw Orchestra. Recent highlights have included highly successful appearances at the Verbier Festival, tours of major venues in Europe and China with the Hong Kong Philharmonic, and debuts with the Berlin Philharmonic, Vienna Philharmonic, Budapest Festival Orchestra, Tonhalle-Orchester Zürich, the Chamber Orchestra of Europe, the Boston and London Symphony Orchestras, and his BBC Proms debut conducting the Netherlands Radio Philharmonic in Bruckner’s Eighth Symphony. With the Dallas Symphony he launched the inaugural SOLUNA International Music & Arts Festival, and with the Hong Kong Philharmonic he has begun a four-year project to conduct the first-ever performances in Hong Kong of Wagner’s Der Ring des Nibelungen, which is being recorded for release on Naxos Records. Jaap van Zweden has made numerous acclaimed recordings, which include Stravinsky’s The Rite of Spring and Petrushka, Britten’s War Requiem, and the complete Beethoven and Brahms symphonies. He has recently completed a cycle of Bruckner symphonies with the Netherlands Radio Philharmonic. He has recorded Mahler’s Symphony No. 5 with the London Philharmonic (LPO Live), and Mozart Piano Concertos with the Philharmonia Orchestra and David Fray (Virgin). His highly praised performances of Lohengrin, Die Meistersinger, andParsifal are also available on CD/DVD, the last of which earned Maestro van Zweden the prestigious Edison award for Best Opera Recording in 2012. For the Dallas Symphony’s own record label, he has released the symphonies of Tchaikovsky (Nos. 4 and 5), Beethoven (Nos. 5 and 7), Mahler (Nos. 3 and 6), and Dvořák (No. 9), and the world premiere recording of Steven Stucky’s concert drama August 4, 1964. Most recently released on Naxos is his recording with the Hong Kong Philharmonic of Wagner’s Das Rheingold. In 1997, Jaap van Zweden and his wife, Aaltje, established the Papageno Foundation, the objective being to support families of children with autism. Over the years, that support has taken shape through a number of programs in which professional music therapists and musicians, receiving additional training from Papageno, use music as a major tool in their work with autistic children. Papageno House, a new home for autistic young adults and children, was opened in Laren, The Netherlands, in August 2015, with Queen Maxima in attendance.

Friday, January 29, 2016

Werther en la Ópera de Paris

Foto: Piotr Beczala (Werther) et Elina Garança (Charlotte) c) Emilie Brouchon, Opéra national de Paris

Gustavo Gabriel Otero

París (Francia), 23/01/2016. Ópera Nacional de París Bastille. Jules Massenet: Werther. Ópera en cuatro actos. Libreto de Eduard Blau, Paul Milliet y Georges Hartmann, inspirado en la novela de Johann Wolfgang von Goethe. Benoît Jacquot, dirección escénica. Charles Edwards, escenografía. Christian Gasc, vestuario, André Diot y Charles Edwards, iluminación. Piotr Beczala (Werther), Elina Garanca (Charlotte), Stépahane Degout (Albert), Elena Tsallagova (Sophie), Paul Gay (Le Bailli), Rodolphe Briand (Schmidt), Lionel Lhote (Johann), Pauline Texier (Katchen), Piotr Kumon (Bruhlmann). Orquesta y Coro de Niños de la Ópera Nacional de París. Dirección Musical: Giacomo Sigripanti.

La Ópera Nacional de París repuso por tercera vez la producción estrenada en la sala de La Bastilla en enero de 2010 y que proviene del Covent Garden de Londres dónde se estrenó en 2004. Quizás lo mejor de la puesta sean la escenografía, sencilla y funcional, de Charles Edwards y la magnífica iluminación, también de Edwards, con adaptación para París de André Diot. Los dos primeros actos se resuelven casi con una planta única con un fondo de cielo plomizo y gris. Una pared alta que va de izquierda a derecha y desde atrás hacia adelante delimita la casa de Charlotte y su familia. Mientras que una pared baja que va de adelante hacia atrás con una escalera que baja en el medio da marco al segundo acto. El tercer acto transcurre en un espacio grande y casi vacío, que evidentemente narra la soledad de Charlotte en su casa matrimonial, mientras que en el último la pequeña vivienda de Werther avanza de atrás hacia delante en una magnífica idea casi cinematográfica. Benoît Jacquot mueve los protagonistas con maestría y con aires tradicionales cuenta la historia en forma prolija y comprensibles sin falsos alardes de modernización pero tampoco atado a viejos convencionalismos. Un puesta ya vista en varias oportunidades, ya sea en el teatro o a través de la televisión o las grabaciones, que se sigue con placer y que funciona a la perfección. La dirección musical del joven director italiano Giacomo Sagripanti demostró amplio conocimiento de la parte, buen espíritu latino y esmerada realización. Originalmente estaba prevista la dirección musical por parte de Alain Lombard quien fue sustituido por el mítico Michel Plasson, quien a último momento canceló por razones de salud. No debe ser fácil asumir el compromiso de reemplazar a dos glorias de la batuta gala en el repertorio de la casa por parte de un joven director italiano. Sagripanti aceptó el reto y salió triunfador con una versión potente y a la vez sutil. Piotr Beczala convence de principio a fin con su Werther. Por su emisión, su potente timbre bellamente tenoril, su convicción en el decir y su entrega dramática. Elina Garanca es una Charlotte ideal. Por su belleza, por su volumen, por la homogeneidad de su emisión y por su inmaculada línea de canto. La soprano Elena Tsallagova como Sophie logró brillar a la par de los dos grandes de la escena que tenía a su lado. Su línea de canto es impecable y supo sacar buen partido de su breve rol. De perfecta dicción francesa el Albert de Stéphane Degout, interpretado con exquisito gusto y compenetración. Perfectos Paul Gay (Le Bailli) y Rodolphe Briand (Schmidt). Muy bien complementados por el Johann de Lionel Lhote. Buen rendimiento de los niños así como de los otros comprimarios.

Wednesday, January 27, 2016

Lulú de Alban Berg en Bolzano, Italia

Fotos BenedettaPitscheider_FondazioneHaydn

Carlos Rosas

La temporada de ópera que presenta la Fondazione Haydn di Bolzano e Trento inauguró su temporada 2016 en el Teatro Comunale de Bolzano con Lulú de Alban Berg obra considerada como hito de la música del siglo XX, y que rara vez se representa en Italia. Además, en esta ocasión se escuchó por primera vez en Italia, con la versión orquestal de Eberhard Kloke estrenada en el 2010 en Copenhague. Sobre el escenario, se pudo ver el montaje importado de la Ópera nacional de Gales con dirección de escena de David Pountney, diseños de Johan Engels, vestuarios de Marie –Jeanne Lecca e iluminación de Mark Jonathan. La escena trascurrió dentro de un montaje que es simple a la vista, como una estructura metálica redonda con escaleras, pero cargada  de simbolismos absurdos y eróticos, como personajes con cabezas de animales del circo, o de conejo, que desvelan los misterios y paradojas de la trama y que sorprendieron al público sin dejarlo indiferente. La narración es moderna y la acción transcurrió, con una continua secuencia de cambios de vestuario, relaciones amorosas, traiciones, homicidio y suicidios hasta la culminación de la trágica muerte de la protagonista a manos de Jack el destripador.
Todo un escándalo en la ópera. Algunos cantantes que estuvieron en Gales en el 2013 repitieron aquí como la soprano Marie Arnet, sobresaliente intérprete vocal y actoral que fue tan astuta e ingenua como seductora y terrible puede ser Lulú. También la mezzosoprano Natascha Petrinsky  de tonalidad amplia y oscura, una brillante intérprete y especialista de la condesa Geschwitz, que también personificó en  la Scala de Milán en el 2010. Tonalidad oscura y sensualidad derrochó teniendo a Lulú como  objeto de su deseo hasta el trágico desenlace final. Algunos artistas más del elenco fueron Paul Carey Jones (Dr. Schön, Jack el destripador), Johnny Van Hal (Alwa), Bernd Hofmann (domador), Mark Le Brocq (pintor, negro), Jurgita Adamonyte (ama de llaves, estudiante), Duccio Dal Monte (directora de teatro, banquero), Alan Oke (príncipe, domestico, marques). Al frente de la orquesta  Haydn di Bolzano e Trento estuvo el director ingles Anthony Negus quien afrontó los diversos estilos clásico, vanguardista y atonal que contiene la compleja instrumentación de la obra. 

Monday, January 25, 2016

La Piccola Volpe Astuta – Teatro Regio di Torino

Foto: Teatro Regio di Torino - Ramella&Giannese
Renzo Bellardone

Al Regio di Torino ha avuto inizio il ciclo Janáček, con la presentazione in prima assoluta per Torino della favola in musica che racconta le vicissitudini della volpe Bystrouška, dall’incontro con il genere umano, le umiliazioni da questi subite, l’incontro dell’amore, i figli, la fine! Ed appunto con la sua fine, ma con la prosecuzione della specie si trae l’ultima morale della fiaba:la vita comunque continua. Dal punto di vista musicale, l’ascolto non è immediato e talvolta non risulta neppure facile. In altri momenti invece la musica è particolarmente delicata o fortemente descrittiva come per il ronzio delle mosche. L’allestimento evidenzia che i costi vanno contenuti, ma Robert Carsen ha saputo aspergere soffusa poesia creando  momenti  attrattivi.  Diversi i momenti rilucenti per musica e scena: la volpe che ‘sindacalizza’ le galline contro il gallo oppure quando tra le colline imbiancate la volpe viene tragicamente uccis. La scena più spettacolare è risultata quella del  grande telo bianco che simboleggiando l’inverno copriva le colline si è gradualmente raccolto fino a sparire in un vallone, proprio come nella realtà la neve sparisce man mano restringendo sempre più l’area coperta. La direzione di Jan Latham-Koenig è risultata gradevolmente accorta ed attenta ed anche il Coro, diretto da Claudio Fenoglio,  ha dato  come al solito ottime prestazioni; delicato l’intervento delle voci bianche. Le luci disegnate dallo stesso Carsen con Peter Van Praet hanno ricreato l’atmosfera favolistica; di spicco i costumi di Gideon Davey, che ha anche realizzato le scenografie. Philippe Giraudeau ha invece firmato le più che coinvolgenti coreografie ed i movimenti acrobatici. Gli interpreti meritano veramente  ancora un applauso virtuale per l’ottima globale interpretazione e lettura di una scrittura impervia. La protagonista Lucie Silkenova, oltre ad aver dato prova di agilità fisica ha dimostrato ottime capacità vocali, affrontando un ruolo di grande impegno. Molto belli i duetti con Michaela Kapustová nel ruolo della volpe maschio di cui  Bystrouška si innamora e con cui ‘mette su famiglia’. Interesanti anche quelli con il guardiacaccia interpretato con grande presenza ed abilità da Svatopluk Sem. Decisamente in ruolo tutti gli altri interpreti. La Musica vince sempre.

Vivaldi - L'estro armonico en Toronto

Foto: Mira Glodeanu

Giuliana Dal Piaz

La Tafelmusik Baroque Orchestra retoma la actividad en Toronto con Vivaldi - L'estro armonico, en cartelera del 20 al 24 de enero de 2016 en el Trinity-St. Paul's Centre.  Violín solista y director huésped la Mª Mira Glodeanu, nacida en Rumania y trasladada a Bruselas - donde sigue viviedo y enseñando Violín Barroco en el Conservatorio Real - después de haber concluído su formación musical básica en la Academia de Música en Bucarest. Glodeanu fundó en 2008, con Vincent Dumestre, la orquesta Poème Harmonique, de la que es "Concertmaster", así como es Director artístico del Ensemble Philidor y docente huésped en la Universidad de Salamanca. Ella misma definió este concierto como "un viaje musical al corazón mismo de la música que es libre, llena de inspiración y sentido del humor".

El programa está dividido en dos partes, la primera dedicada a Vivaldi con dos conciertos desde L'estro armonico (n. 2 en Sol Menor y n. 4 en Mi Menor) y lossorprendentes Scherzi armonici sopra le quattro staggioni dell'anno de Giovanni Antonio Guido, una pieza casi desconocida que Guido compuso en París alrededor de 1729, a imitación de las superfamosas Quattro Stagioni de Vivaldi, quizás como complemento del encargo que su amigo pintor Antoine Watteau había recibido para decorar al fresco el comedor de un rico mecenas francés. 

La segunda parte comprende dos obras más de Vivaldi (L'estro armonico, concierto n. 11 en Re Menor, y el Concierto en La Menor para dos oboes, fagot y cuerdas) pero también un florilegio de compositores del mismo período: Francesco Venturini (Ouverture desde la Sonata en Sol Menor, op. 1 n. 9), un paso del Trillo del Diavolo de Giuseppe Tartini, la sonata Pastorale para oboe y cuerdas desde "Il Pastor fido" di Nicolas Chédeville, y dos bellas obras de Pietro Locatelli (Cantabile e Allegro desde la Sonata para 2 violines en La Mayor y las Introduttioni Teatrali n. 5 en Re Mayor).

Mira Glodeanu es una extraordinaria violinista, que se formó en un principio como violín solista, que ama sin embargo la labor de grupo de la música de cámara, como lo demuestra el programa mismo de este concierto. En cada una de las obras presentadas, le dió un papel solista a casi todos los instrumentistas del ensemble Tafelmusik, primero a los violines (Aisslinn Nosky, llena de temperamento; Christopher Verrette, un maestro del violín barroco; las talentosas Julia Wedman y Cristina Zacharias; la óptima Patricia Ahern; y finalmente el agradable y divertido "diálogo" entre los violines de Julia Wedman y Geneviève Gilardeau con el chelo de Christina Mahler), y sucesivamente a los alientos (la "pastoral" para el oboe de John Abberger, primero; Abberger en trío con el oboe de Marco Cera y el fagot de Dominic Teresi, luego, en el concierto de Vivaldi). Mira Glodeanu los dirigió con gracia y expresividad, y con mucho respeto para el papel de cada uno de ellos.
El resultado fue el de un grande, armónico fresco musical, enfatizado por la ausencia total, en la segunda parte del concierto, de pausas entre las varias piezas, que fluyen al oído como si fueran un continuum de movimientos musicales sucesivos, sólo punteado por los rápidos y discretos cambios de lugar de los concertistas. 

En la velada inaugural, le siguió al concierto una breve sesión de preguntas y respuestas dirigidas a la Mª Glodeanu, a la chelista Christina Mahler y a la violinista Julia Wedman.      

Wednesday, January 20, 2016

Tosca en el Covent Garden de Londres

Foto: ROH/ Catherine Ashmore

Gustavo Gabriel Otero

Londres, 12/01/2016. Royal Opera House, Covent Garden. Giacomo Puccini: Tosca. Opera en tres actos, libreto de Luigi Illica y Giuseppe Giacosa, inspirado en el drama homónimo de Victorien Sardou. Jonathan Kent, dirección escénica. Paul Brown, escenografía. Mark Henderson, iluminación. Andrew Sinclair, repositor. Angela Gheorghiu (Floria Tosca), Samuel Youn (Barón Scarpia), Riccardo Massi (Mario Cavaradossi), Yuri Yurchuk (Angelotti), Donald Maxwell (Sacristán), Hubert Francis (Spoletta), David Shipley (Sciarrone), John Morrissey (Carcelero), Harry Fetherstonhaugh (Voz del Pastor). Orquesta, Coro de Niños y Coro Estables del Royal Opera House. Director del Coro: Renato Balsadonna. Dirección Musical: Emmanuel Villaume.

Por séptima vez el Covent Garden repuso la production escénica, ideada por Jonathan Kent en 2006, ya ampliamente conocida por sus transmisiones televisivas a todo el mundo y por su registro comercial. De corte tradicional, con algunos muy buenos rasgos teatrales y algunas exageraciones en la marcación de Scarpia, la puesta sirve a la obra con corrección. Impecable el vestuario y adecuada la iluminación. En el primer acto la Iglesia está dividida en dos planos: arriba el altar mayor y debajo la capilla de los Attavanti. Esto permite manejar muy bien las masas en el Tedeum que se desarrolla arriba y jugar la mayor cantidad de las escenas de este acto en ese primer plano que representa una especie de cripta. Llama la atención en el Segundo acto que en el estudio de Scarpia se encuentre una estatua enorme del Arcángel y que en el tercero sólo se vea una enorme ala del Ángel que sobrevuela el Castillo. Emmanuel Villaume concertó con tiempos adecuados, nervio italiano y precisión en los detalles de orquestación. Tosca es una opera en la cual la protagonista es una gran artista o una diva. Si la representación cuenta con una diva actual poniéndole el cuerpo y la voz a Floria, la excelencia de la función está casi asegurada. Es sabido que la soprano rumana Angela Gheorghiu es una diva de la contemporaneidad y por ello puede llevar adelante con alto nivel artístico el personaje. Es evidente que adapta algunos momentos más dramaticos a una registro lírico, pero el débito lo suple con intencionalidad, inmaculada dicción, fraseo perfecto, interpretación sentida y profunda, amplio conocimiento de la parte y sabia administración de los recursos vocales. Su interpretación del Vissi d’arte es totalmente personal, es como un susurro intimista y conmovedor. Una verdadera noche de triunfo para Gheorghiu que sin dudas fue lo mejor del elenco vocal. El tenor italiano Riccardo Massi fue un adecuado Cavaradossi sin mucho más para mencionar. Es joven, alto y distinguido. Tiene buen color vocal y una emisión un tanto anticuada. No arruina una function pero parece incapaz de hacerla memorable. Samuel Youn interpretó un Scarpia de italiano inintelegible. Tiene buen caudal  pero un fraseo errático. Como intérprete es correcto, pero su Scarpia pasa sin pena ni gloria. Adecuados los comprimarios con dos sólidos intérpretes que descollaron: Donald Maxwell como el Sacristán y Hubert Francis como Spoletta. Correctos los coros y excelente la prestación de la Orquesta.

La Traviata en el Covent Garden de Londres

Foto: ROH / Tristram Kenton

Gustavo Gabriel Otero

Londres, 16/01/2016. Royal Opera House, Covent Garden. Giuseppe Verdi: La Traviata. Ópera en 3 actos, libreto de Francesco María Piave. Richard Eyre, dirección escénica. Bob Crowley, escenografía y vestuario. Jean Kalman, iluminación. Jane Gibson, coreografía. Daniel Dooner, repositor. Venera Gimadieva (Violetta Valery), Samuel Sakker (Alfredo Germont), Luca Salsi (Giorgio Germont), Andrea Hill (Flora), Sarah Pring (Annina), Luis Gomes (Gastón), Yuriy Yurchuk (Barón Douphol), Jeremy White (Marqués d’Obigny), James Platt (Grenvil), Neil Gillespie (Giuseppe). Michael Lessiter (Mayordomo). John Bernays (Mensajero). Orquesta y Coro Estables del Royal Opera House. Director del Coro: Renato Balsadonna. Dirección Musical: Yves Abel.

El Covent Garden de Londres repuso la producción de La Traviata , estrenada en 1994, de Richard Eyre que acusa el paso del tiempo en lo teatral con los cantantes mirando casi siempre al público y los coros abigarrados en el pequeño decorado. Buenos detalles tiene tanto la escenografía como el vestuario con sus gamas de colores cambiantes según los cuadros. Del marrón en el salón de Violetta se pasa al celeste en la casa de campo, en el interior de la casa de Flora predominan el rojo y el dorado mientras que el último cuadro -el mejor logrado teatralmente- el color tiza de las paredes y de la ropa de Violetta se conjuga con el negro del resto de los trajes. Esta representación, la 488, en el Royal Opera House, fue dirigida con profundo conocimiento de la partitura, tiempos ágiles y nervio italiano por Yves AbelLa soprano rusa Venera Gimadieva ofreció una Violetta Valéry casi ideal. Joven, esbelta y adecuada actriz pudo superar todos los escollos de la partitura con excelencia. Pareja en todo el registro fue tan sólida en las coloraturas del inicio como en el dramatismo del final. Una gran artista que se llevó una merecidísima ovación en este debut en la sala londinense. Para encarnar a Alfredo Germont estaba anunciado el tenor albanés Saimir Pirgu de interesante carrera internacional. En la tarde del día del estreno canceló su participación y el teatro convocó al joven Samuel Sakker. Los nervios del australiano, que participa en el programa de jóvenes artistas Jatte Parker, eran justificados y visibles. Posee buenas condiciones vocales y se fue asentando en el curso de la representación. Manejó con inteligencia sus recursos para que sea éste un meritorio debut. Un Giorgio Germont de excelencia brindó Luca Salsi con bello color vocal, perfecta dicción, adecuada proyección y verdadera línea vocal italiana. Irregulares los comprimarios y correcto el Coro.


GIOVANNA D’ARCO – Teatro alla Scala, Milano- 2 gennaio 2016 (2 cast)


Foto: Ramella & Giannese

Renzo Bellardone

L’opera in questione è stata composta da un  Verdi poco più che trentenne, e dopo centocinquant’anni dalla sua prima rappresentazione alla Scala di Milano, viene riproposta ad inaugurazione della Stagione ed abbracciata  da Riccardo Chailly che la dirige ed espande, elevandola a vette armoniche e sinfoniche trasparenti ed impalpabili. L’impetuosa ouverture preannuncia i clamori della battaglia ed il sipario che per un momento si alza evoca le visioni che domineranno la vicenda della vergine di Orleans. La versione che ha inaugurato la stagione scaligera è quella integrale che forse neppure Verdi riuscì a vedere in scena a causa delle moralistiche censure. L’ambientazione è atemporale, ma non decontestualizzata,  con chiari riferimenti epocali grazie ai costumi di Agostino Cavalca ed alle scene di Christian Fenouillat: entrambi hanno rafforzato la filologia della regia curata da Moshe Leiser e Patrice Caurier. Seppur con scene essenziali  e di colore grigio perla , l’ambientazione risulta di forte impatto ed inevitabile  coinvolgimento,  grazie alle coloratissime e vigorose proiezioni di  Étienne Cuiol:  il massimo della vitalità viene raggiunto nel momento della cruenta battaglia, mentre l’efficacia simbolistica culmina al  suo apice con l’apparizione della bandiera. Il Coro, elemento preponderante come sovente lo è nelle opere verdiane, qui diventa anello di congiunzione indissolubile con la vicenda, la rappresentazione musicale e l’elemento scenico; magistralmente coordinato da Bruno Casoni appare all’inizio quasi come nella nota immagine di  Giuseppe Pelizza da Volpedo: stesse le tinte dei costumi, stessa la prorompente forza descrittiva; al finale il coro  compare  in una sorta di alto loggiato abitato anche da angeli divini ed insieme a questi dall’alto osserva la trasfigurazione. La messa in scena si avvale di elementi simbolici e  di apparizioni stupefacenti da Grand Opera: al momento della sua decisione Giovanna si taglia le chiome; alla battaglia le pareti vengono poi trafitte da lunghe lance rosso sangue; Carlo appare in armatura dorata su cavallo dorato ed  in tutta la sua imponenza sorge la cattedrale di Reims con i celebri mosaici di vetro colorato. Inquietanti e grotteschi appaiono i demoni cornuti ed alati che con  paurose movenze finiscono per sovrastare i personaggi fino a racchiuderli in un amplesso demoniaco. Gli interpreti tutti di ottima levatura vantano  una new entry alla Scala:  nel ruolo di Giovanna, per l’ultima recita, ha cantato il giovane soprano astigiano Erika Grimaldi. Francesco Meli, a buon titolo uno dei più importanti tenori italiani, ha vestito i panni di Carlo VII; ormai anche ottimo attore ha calcato il palcoscenico con passo sicuro, rafforzando la sua presenza con una linea di canto sempre puntuale con tono fermo e coinvolgente; Meli vanta un’emissione sicura, sempre chiara e limpida e fa assaporare ‘la voce che corre sui velluti’ Il padre Giacomo trova un caldo interprete in Carlos Alvarez: la profondità del tono ed il colore brunito dai riflessi ambrati creano un personaggio prima sicuro, poi confuso, ma comunque estremamente umano. Gradevolissima voce che coinvolge  e commuove. Talbot è il bravo  Dmitry Belosselskiy, mentre  Michele Mauro interpreta Delil. Veniamo ora all’interprete principale ovvero Giovanna:  Erika Grimaldi si avvale della sua giovane età per interpretare al meglio il  personaggio, ma sfodera subito marcata presenza scenica e sicurezza vocale. La Grimaldi affronta il ruolo con le peculiarità dello stesso, quindi con segnata drammaticità ed altrettanta agilità fino agli acuti ed ai sovracuti con limpidezza e  cristallinità.  Il consenso che il pubblico le ha tributato è il miglior riconoscimento al suo debutto ed ancor più in un ruolo certamente arduo. La Musica vince sempre.

Sunday, January 17, 2016

Norma de Bellini en la Ópera de Los Ángeles

Fotos: Ken Howard / Los Ángeles Opera
Ramón Jacques

Ausente desde la temporada 1996 cuando los papeles principales fueron interpretados por Jane Eaglan y José Cura, bajo la conducción musical de Placido Domingo, Norma hizo su reingreso al repertorio de la Ópera de Los Ángeles con el montaje del diseñador Neil Patel y la dirección escénica de Anne Bogart, proveniente de la Ópera Nacional de Washington donde fue estrenada en el 2013. Dicha producción no cumplió su cometido ya que fue difícil establecer una relación entre lo que se vio en escena con la trama, y por su rigidez, precariedad y atemporalidad, a la que tampoco ayudaron los vestuarios. Un enorme muro y columnas de un lado del escenario, una innecesaria inclinación hacia el fondo y otro muro del otro lado, limitaron considerablemente el espacio restringiendo los movimientos del coro y  de los artistas. La actuación de los cantantes fue prácticamente inexistente, y Norma fue ubicada gran parte de la función dentro de un círculo en el centro de la escena con una estática e inmovilidad que llegó a ser exaspérate por momentos. Además, el director, que parecía conocer poco el libreto, quiso dar su propio recuento de la obra en diversas escenas como en el  confuso final en el que Norma parecía dirigirse hacia un destierro en ver de ir hacia la pira. Afortunadamente la parte musical compensó las carencias de la escena con un buen elenco de cantantes estadounidenses encabezado por Angela Meade soprano que goza ya de una prolífica carrera y que en el papel de Norma mostró su amplia y refinada voz, de buena proyección que no pierde la elasticidad ni el color, cincelando con intención cada una de sus frases; y aunque se escucharon algunos tintes de aspereza en su ejecución “Casta Diva” y su actuación requiere de mayor desenvolvimiento escénico, su desempeño general fue notable. Pocos tenores hay en la actualidad que poseen las cualidades de Russell Thomas, quien sorprendió y cautivo con el color y la amplitud de su instrumento vocal como Pollione. Su canto en ocasiones se alejaba de esa sutileza belcantista que requiere el papel, acercándose más al verismo, y su actuación un poco desmesurada, pero sin lugar a dudas es un artista a quien no se le debe perder de vista. La mezzosoprano Jamie Barton cantó el personaje de Adalgisa con elegante fraseo y voz reluciente. Por su parte el bajo Morris Robinson fue potente y profundo en su canto, pero impasible como Oroveso. Correctos estuvieron Rafael Moras como Flavio y Lacey Jo Benter como Clotilde, en sus breves intervenciones. De igual manera el Coro cumplió aportando seguridad y uniformidad cuando fue requerido. Cumpliendo ya diez años como director musical en este teatro, el experimentado James Conlon concertó con fluidez, buena dinámica y mano segura. Sin duda un acierto del teatro el haber mantenido tantos años a este maestro quien ha impreso ya su sello en la orquesta.

Friday, January 15, 2016

Entrevista con Maurizio Colacicchi

Giuliana Dal Piaz

Egresado del Conservatorio “Santa Cecilia” y ahora docente de Piano en el Conservatorio "L. Refice" de Frosinone, Maurizio Colacicchi lleva una larga trayectoria en Italia y en el mundo como “maestro colaborador” y "voice coach" de cantantes de ópera -muchas, entre ellos, las voces famosas como la del barítono Piero Cappuccilli, o de sopranos como Katia Ricciarelli y Mariella Devia-. Después de conocerlo en la Ciudad de México, en el concierto conclusivo de la Masterclass que impartió a cantantes del Instituto Nacional de Bellas Artes, lo entrevisto vía Skype a causa de la invitación que acaba de recibir para que imparta cursos de Música Vocal de Cámara en el conservatorio Liceu de Barcelona y nuevamente en el INBA, México.

En primer lugar, Profesor Colacicchi, la pregunta polémica: los menos informados consideran que deberían ser los mismos cantantes de ópera, sobre todo los más importantes, quienes impartan cursos de música vocal y formen a los cantantes profesionales y a los que aspiran a serlo. ¿Es ésta una opinión correcta o bien es un mito?

Es decididamente un mito. El mejor ejemplo fue el del Mº Ettore Campogalliani quien, pianista y compositor exitoso, se dedicó a enseñar canto, técnica e interpretación vocal, primero en Conservatorio y luego también en la Escuela de Perfeccionamiento Vocal del Teatro alla Scala. Fue maestro de Renata Tebaldi, Carlo Bergonzi, Renata Scotto, Mirella Freni, Luciano Pavarotti y Ruggero Raimondi; pero también quiso formar a maestros de canto como Leone Magiera y Dino Gatti, estimados docentes y pianistas acompañadores. El defecto del cantante profesional que se dedica a la enseñanza es de quedarse encerrado en su propia voz, y muchas veces querer enseñar de todo, mientras que, para formar a un buen cantante de ópera, hay que empezar por la música antigua y la música de cámara. El Barroco enseña a cantar, Vivaldi relaja las cuerdas vocales al mismo tiempo que las educa. Sólo después de un buen entrenamiento en ese campo, es posible pasar a Verdi o a Puccini, cuya música obliga a esforzar una voz no suficientemente entrenada. Así es como la voz se arruina, como le pasó a unos cuantos cantantes famosos: las cuerdas vocales sometidas antes de tiempo a un esfuerzo, dejan de aducir. Por otra parte, incluso un cantante ya exitoso siempre necesita apoyo en las pruebas, en cuanto no se "escucha". Por ello es importante el maestro colaborador, que le puede indicar alguna incongruencia, puede corregir, sugerir...
¡Muchas gracias por la exhaustiva explicación! Tengo entendido que el Mº Giorgio Favaretto le dijo en su momento que usted, Colacicchi, iba a ser su continuador...
Favaretto y Campogalliani fueron mis "maestros" ideales, a pesar de que nunca seguí con ellos cursos propiamente dichos. Favaretto me pronosticó, en efecto, que yo seguiría su misma trayectoria didáctica.
Volvamos al concierto conclusivo de la Masterclass en la Ciudad de México, cuando nos conocimos en diciembre pasado. La escuela operística mexicana tiene una muy buena tradición, con cantantes exitosos incluso a nivel internacional, como los tenores Ramón Vargas o Rolando Villazón, o la mezzo-soprano Oralia Domínguez, y el mismo Plácido Domingo musicalmente se formó en México. Escuchando a los jóvenes que siguieron su Masterclass, noté un óptimo nivel de base. ¿Esto ocurre a menudo? ¿Puede contarme su experiencia del caso?
La directora artística del evento, Judith Castellanos, seleccionó a los cantantes que quería atendieran la Masterclass, e hizo una magnífica labor. Todos tenían ya una buena voz, necesitando por supuesto mejorarla y exercitarla, pero el nivel del que partían era ya muy alto. Por lo general, en mi larga experiencia alrededor del mundo, entre los alumnos de una masterclass hay, cuando mucho, una o dos voces muy buenas, siendo las demás promedio o decididamente mediocres. Y con ese "material" no se puede lograr mucho con una sencilla Masterclass... En el caso de México, en cambio, todos eran muy dotados, por lo cual el resultado fue óptimo. Quiso participar hasta una soprano ya conocida como Violeta Dávalos, e incluso ella le sacó provecho: su voz es una voz natural que aún así necesita "abrir" más.
Ya que lo mencionó, ¿me puede hablar de la labor que ha desarrollado y sigue desarrollando en varios países del mundo? Creo entender que una profesión como la suya no sea suficientemente conocida y comprendida...
Por lo general, imparto cursos de Belcanto, o sea con músicas de autores que van del Renacimiento al Verismo, mientras que la ópera como se le entiende comúnmente, pertenece al período del Romanticismo (Bellini, Verdi, Bizet, Puccini, a los que se llega, como le decía antes, sólo después de un largo entrenamiento vocal). Los autores que utilizo para dichos cursos son Vivaldi, Zandonai, Tosti, la lírica de cámara de Rossini, como por ejemplo “Mi lagnerò tacendo” con versos de Metastasio...
Sólo en Japón, dónde me invitan desde hace más de veinte años, enseño también ópera, como lo hice el pasado diciembre en México, pero en tal caso sólo hago "voice coaching", no toco yo el piano. En cuanto a las Masterclass, que son más cortas que un curso propiamente dicho, no se limitan a la voz: siempre se concluyen con un concierto, y entonces yo enseño repertorio vocal y belcanto, pero también enfatizo la importancia de la presencia física, la discreción, la elegancia del movimiento; es también una escuela de estilo. Y salir a escena es la mejor enseñanza!
Lo que usted dice de mi profesión, ¡desafortunadamente es cierto! El público (y a veces los mismos organizadores de óperas y eventos musicales) no la conocen lo suficiente y subestiman su importancia.
Los mejores deseos, entonces, Profesor Colacicchi, por su próxima actividad en España y en México y –espero – ¡también en otros países del mundo!

Monday, January 11, 2016

David Bowie, the Legendary Musician, Has Died at 69

David Bowie
Photo: Richard Young / Rex. David Bowie at the Cannes Film Festival 1983

The Hollywood Insider

David Bowie died peacefully today surrounded by his family after a courageous 18 month battle with cancer.  The influential singer-songwriter and producer dabbled in glam rock, art rock, soul, hard rock, dance pop, punk and electronica during his eclectic 40-plus-year career.  Bowie’s artistic breakthrough came with 1972’s The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders From Mars, an album that fostered the notion of rock star as space alien. Fusing British mod with Japanese kabuki styles and rock with theater, Bowie created the flamboyant, androgynous alter ego Ziggy Stardust.  Three years later, Bowie achieved his first major American crossover success with the No. 1 single “Fame” off the top 10 album Young Americans, then followed with the 1976 avant-garde art rock LP Station to Station, which made it to No. 3 on the charts and featured top 10 hit “Golden Years.” Other memorable songs included 1983’s “Let’s Dance” — his only other No. 1 U.S. hit — “Space Oddity,” “Heroes,” “Changes,” “Under Pressure,” “China Girl,” “Modern Love,” “Rebel, Rebel,” “All the Young Dudes,” “Panic in Detroit,” “Fashion,” “Life on Mars,” “Suffragette City” and a 1977 Christmas medley with Bing Crosby. With his different-colored eyes (the result of a schoolyard fight) and needlelike frame, Bowie was a natural to segue from music into curious movie roles, and he starred as an alien seeking help for his dying planet in Nicolas Roeg’s surreal The Man Who Fell to Earth (1976). Critics later applauded his three-month Broadway stint as the misshapen lead in 1980’s The Elephant Man. Bowie also starred in Marlene Dietrich’s last film, Just a Gigolo (1978), portrayed a World War II prisoner of war in Merry Christmas Mr. Lawrence (1983), and played Pontius Pilate in Martin Scorsese’s The Last Temptation of Christ (1988). And in another groundbreaking move, Bowie, who always embraced technology, became the first rock star to morph into an Internet Service Provider with the launch in September 1998 of BowieNet. Born David Jones in London on Jan. 8, 1947, Bowie changed his name in 1966 after The Monkees’ Davy Jones achieved stardom. He played saxophone and started a mime company, and after stints in several bands he signed with Mercury Records, which in 1969 released his album Man of Words, Man of Music, which featured “Space Oddity,” a poignant song about an astronaut, Major Tom, spiraling out of control. In an attempt to stir interest in Ziggy Stardust, Bowie revealed in a January 1972 magazine interview that he was gay — though that might have been a publicity stunt — dyed his hair orange and began wearing women’s garb. The album became a sensation. Bowie changed gears in 1975. Becoming obsessed with the dance/funk sounds of Philadelphia, his self-proclaimed “plastic soul”-infused Young Americans peaked at No. 9 with the single “Fame,” which he co-wrote with John Lennon and guitarist Carlos Alomar. After the soulful but colder Station to Station, Bowie again confounded expectations after settling in Germany by recording the atmospheric 1977 album Low, the first of his “Berlin Trilogy” collaborations with keyboardist Brian Eno. In 1980, Bowie brought out Scary Monsters, which cast a nod to the Major Tom character from “Space Oddity” with the sequel “Ashes to Ashes.” He followed with Tonight in 1984 and Never Let Me Down in 1987 and collaborations with Queen, Mick Jagger, Tina Turner, The Pat Metheny Group and others. He formed the quartet Tin Machine (his brother Tony played drums), but the band didn’t garner much critical acclaim or commercial gain with two albums.