Eduardo Andaluz
La amplia lista de
composiciones, especialmente las operísticas, de Georges Bizet (1838-1875) parece
estar limitada únicamente a Carmen,
que es una de las obras más conocidos y representadas actualmente. Fuera de Francia,
se puede afirmar que Les Pêcheurs de
Perles es el segundo título más conocido del compositor, y esto dicho con
ciertas reservas, ya que al menos en el circuito operístico estadounidense son
pocas las oportunidades que se tienen de escucharla como en Los Ángeles y en
Chicago (en 2017) y Dallas (en 2022) como ejemplo de recientes montajes. Para
concluir su temporada 2023, la Opera de Austin eligió para su público esta ópera
(en tres actos con libreto en francés de Eugène Cormon y Michel Carré,
estrenada el 30 de septiembre de 1863 en el Théâtre-Lyrique du Châtelet de
París) en lo que debe considerarse como una meritoria labor de rescate de títulos
frecuentemente olvidados, por un teatro que a lo largo de su historia ha
asumido riesgos presentando óperas poco conocidas y algunos estrenos. Debido al
interés por ofrecer temas diferentes, exóticos, y para alejarse también de la
censura en Europa, algunos compositores del pasado se fijaron en las culturas
de oriente para situar la trama y acción de sus óperas (aunque se señala que en
sus primeros borradores Bizet habría considerado como opción colocar la
historia en México). El libreto se lleva a cabo en Ceilán, hoy Sri Lanka, y
frente a ese ambiente colorido, luminoso, solar y mágico se encontró el público
que asistió a esta primera función. Se trata de la idea que la diseñadora de
moda inglesa Zandra Rhodes (atraída por
la influencia del punk, el pop, y el glam) ideó y estrenó en el 2004 por
encargo del teatro de San Diego. Es evidente que las escenografías (en realidad
las escenas están representadas por pinturas al fondo del escenario, con pocos
elementos sobre la escena, palmeras y brillantes vestuarios) denotan ya el paso
del tiempo. Su funcionalidad, como el amplio espacio que permite el libre y
fluido movimiento de los artistas, y la iluminación de Anshuman Bhatiaque que la complementa, creando gratas y estéticas estampas
al espectador es lo que la mantiene activa y como una producción de referencia.
Sobre el escenario se apreciaron también las pausadas, expresivas y elegantes coreografías
de estilo hindú de Anuradha Naimpally de
la compañía de baile Austin Dance India. De la dirección escénica se encargó Alison Moritz, quien realizo un
detallado trabajo actoral, expresionista y en línea con la sensación de fantasía
y fabula proveniente del escenario. Buen desempeño tuvo el coro, cuando fue
requerido, mostrando enjundia y pasión; y la orquesta fue dirigida con imaginación
y emoción por Timothy Myers, titular
musical de este teatro. Musicalidad, gracia y color es lo que me hace describir
la voz de la joven soprano Madison
Leonard, que cantó y actuó bien el papel de Leila, en sintonía con el Nadir
de David Portillo, tenor de una voz lirica
de buenas condiciones y uniforme en cada registro. El elenco conto con la
presencia del barítono Will Liverman
como Zurga quien cantó con claridad y expresividad, y del bajo-barítono japonés
Hidenori Inoue que aquí actuó a un
arrogante y autoritario Nourabad de fornida y corpulenta voz.
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