Thursday, January 25, 2024

Anna Bolena en Trieste

Fotos: Fabio Parenzan / Teatro Verdi di Trieste

Rossana Poletti 

En Anna Bolena de Gaetano Donizetti, en el escenario del Teatro Lirico Giuseppe Verdi de Trieste, destacó la calidad del reparto. Un grupo de cantantes extraordinarios, que contribuyen significativamente al éxito de la función. Con la excepción de una pequeña incertidumbre, casi imperceptible, en el primer acto, la actuación de las dos mujeres Salomé Jicia (Anna Bolena) y Laura Verrecchia (Jane Seymour) fue excelente para representar los sentimientos, dudas y sentimientos de culpa que la trágica historia impone. El libreto de Felice Romani transmite la ambigüedad de las elecciones que ambas hacen, Bolena se casó con el rey sin amor por el deseo de reinar, y Seymour traicionó a la reina por el mismo deseo. Ambas marcadas por un destino que Enrique VIII destinó a todas sus esposas. El espectador lo sabe y este pensamiento no puede dejar de condicionar lo que se escucha. Salomé Jicia sobresalió en el final cuando la locura se había apoderado de ella debido a la incipiente sentencia de muerte y mientras a su alrededor reinaba el estruendo de la celebración de la boda del rey con Seymour entona «... Cielo: a miei lunghi spasimi concedi alfin riposo e questi estremi palpiti sian di speranza almen ...» infundiendo al aire el drama escénico que el momento requiere. El bajo Riccardo Fassi superó con equilibrio la prueba del difícil papel que Enrique VIII impone a lo largo de la ópera. Las notas agudas de Percy (Marco Ciaponi) mostraron una notable agilidad vocal del tenor que hizo gala de una excelente dicción. Incluso Veta Pilipenko en el papel de Smeton en travesti logró transmitir admirablemente la ingenuidad del personaje que representaba. Nicolò Donini (Rochefort) y Andrea Schifaudo (Hervey) solo convencieron. El otro punto destacado de este estreno de Anna Bolena en Trieste fue la interpretación de la Orquesta, dirigida con rigor y precisión por el maestro Francesco Ivan Ciampa. La dirección escénica apuntó, como en la anterior producción del 2012, en los efectos visuales, en la imponente puesta en escena, y sobre los hallazgos eficaces y sobre el vestuario filológicamente estudiado. Impuso al coro una posición rígida, casi de espectador que sigue los acontecimientos con dolorosa presencia. El trono y la cama: el choque entre la ambición y el amor, entre el sexo y el poder en el que se centra el drama. El sistema escénico se basa en elementos giratorios que se superponen en forma de cruz. Un simbolismo refinado e impresionante que recorre todo el espectáculo. Hay escenas que la hacen memorable: el rey y la reina a caballo, ella en uno de plata y él en uno de oro, antes del viaje de caza al Castillo de Windsor, cuando se revela el horrible destino de la mujer. El coro vistió de negro, color que estaba destinado al clero y a los hombres importantes, porque este color pertenece al campo de la ética del comportamiento y de la representación de sí misma sobre la escena del mundo. Y esta ética a la que se refiere el coro en sus apariciones, estando consciente del mal incipiente. Los vestuarios eran suntuosos, muy ricos, copiados de la iconografía que nos ha dado la historia del rey y su corte. La puesta en escena se realizará en la Arena de Verona, igual que en 2012, con algunas mejoras técnicas en los cambios de escenario. La dirección de Graham Vick, fallecido hace un par de años, la asumió aquí Stefano Trespidi quien afirmó que: «... La teatralidad destacaría con mucha fuerza en el vestuario. ¿La época? La que está prevista en el libreto, pero interpretada en un estilo muy teatral. No se puede hacer un Enrique VIII nazi".




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